28. Estrellas terroríficas

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Nota: El signo  »  significa que la narración será parte de recuerdo/ legeremancia.

Enjoy x.

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Isabelle apenas se había cruzado con Carina un par de veces el resto de las vacaciones, todas ellas con la mujer corriendo de un lado a otro por temas de la orden sin poder dar oportunidad a la pelirroja de demostrar su desesperación para hablar con ella. Llena de frustración, se resignó a volver a la escuela con un nudo en la garganta y una conversación pendiente con su madre.

Ya había decidido que iba a perdonarla y que estaba dispuesta a escuchar todo lo que en su momento quiso explicarle, el enojo y el sentimiento de traición se habían disipado poco a poco junto con el deseo de no tenerla a su lado. Su ceño fruncido y los labios torcidos eran señal clásica de la molestia de Isabelle Black y se mantuvo en ese estado durante todo el viaje de regreso a Hogwarts.

—Ya podrás mandarle una carta cuando lleguemos.

—No —contestó enseguida— ¡esto no se puede hablar por medio de cartas! ¡Tenía que ser en persona!

Nadie más se atrevió a dar contraria a su palabra, ni siquiera Hermione que había estado escuchando sus quejas desde mucho antes porque habían compartido habitación en Grimmauld Place, incluso llegó a pensar que había desarrollado la habilidad de ignorar las molestias de la pelirroja.

Solo unos días pasaron para que todos vuelvan a sus actividades cotidianas como Harry, que lo único que hacía era pensar en Cho Chang (aquella chica de Ravenclaw que besó antes de salir de vacaciones) y Hermione, que regañaba a Ron por no haber hecho ningún apunte a lo largo del ciclo escolar; tampoco fue una peculiaridad escuchar los reclamos de Madame Pince al ver una cabellera roja flotar por toda la biblioteca con regocijo y cansancio hasta llegar a la mesa en donde los leones de quinto año se encontraban.

—¿Qué pasa? —preguntó Ron viendo el desaliñado aspecto de la chica.

—Hagrid... —dijo apenas en el intento de recuperar la respiración—Hagrid ha vuelto.

Ninguno esperó más explicación para tomar sus cosas con urgencias y correr a través del castillo y los jardines utilizando su último aliento al mismo tiempo que la profesora Umbridge salía de la cabaña de Hagrid. Tuvieron que esconderse, aunque no por mucho tiempo, y cuando el peligro estuvo varios metros alejados de ellos, salieron y tocaron la puerta de madera que resguardaba a su amigo semi-gigante.

—Estaba cumpliendo órdenes de Dumbledore —dijo con orgullo cuando los cuatro lo cuestionaron— fui a las montañas para hablar con los gigantes, reclutarlos para la causa.

—¿Lo lograste? —preguntó Harry.

—No era el único que quería hacerlo —respondió mientras giraba la cabeza— los mortífagos estaban ahí, querían que se unieran a quien-ustedes-saben.

—Es como con el pueblo de licántropos —susurró Isabelle— parece que piensan igual que nosotros.

—Bueno —dijo Hagrid— nosotros ideamos un plan de respaldo, pero ellos sin duda se están preparando para una guerra —vio al techo mientras negaba con la cabeza y un gran suspiro salió de sus labios con pesar— todo esta cambiando, es como la última vez. Se avecina una tormenta y más vale que estemos listos para cuando llegue.

No supieron en el momento si Hagrid se refería a la tormenta que el cielo estaba preparando aquella tarde o la que se se publicó dos días después de aquella aterradora conversación.

[...]

Por algún motivo, después de las vacaciones de diciembre, Harry había tenido la certeza de que Hogwarts estaría tan tranquilo, en lo que cabía, como el primer semestre; creyó que Dolores Umbridge seguiría siendo el único problema en su vida de estudiante y que estando detrás de las paredes mágicas de la escuela, nada importante pasaría. Pero supo de su equivocación cuando al ingresar al comedor notó el caos que se formó cuando la correspondencia del día llegó.

Harry tiene una hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora