XXVI

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Ante sus ojos la luna reflejaba su imagen sobre el claro, los cabellos blancos de una mujer serpenteaban por la brisa que arrastraba pétalos de flores despojadas de su color  ¿Quién era ella? Se preguntaba curioso, todo parecía parte de un sueño, de aquellos que sólo se viven en los cuentos de hadas, pero algo le parecía extraño, tenía la extraña sensación en si de conocer a la desconocida.

Decidió caminar hasta ella, quien, con una sonrisa amable lo invito en silencio a sus brazos, el tacto le parecía tan familiar que bien podía quedarse para siempre así.

Las manos de la extraña se posaron en sus propios cabellos, dejando caricias llenas de amor.

- madre... - susurro inconciente.

- Mi pequeño...al fin volviste -

No tenía ganas de analizar tales palabras, por ahora, sólo se mantenía concentrado en disfrutar las caricias.

Pronto una melodía se comenzaba a escuchar de los labios de la mujer, era tan dulce y cálida que podría tratarse de un embrujo para dejar dormido a cualquiera. Incluso también, aquella melodía ya la había escuchado mucho antes, pero donde?

- Querido...aun no recuerdas...- pronunció despacio la mujer alejándolo de su pecho - Es hora de recordar... -

....no ahora...se siente tan cálido...

Se repetía en su mente.

- Es hora de despertar...o morirás, no olvides lo que me prometiste...recuerda -

El paisaje desapareció en mil pedazos dejándolo a merced de la realidad, donde parte de su capa se habia enredado de una frágil rama evitando su caída.

- Ah...alguien... AYUDA! -

Su pedido no se hizo esperar y cuando la pequeña rama se comenzaba a quebrar una mano lo salvo de caer al vacío.

- Sujetese! Voy a subirlo...su Alteza -

Sus ojos se llenaron de cristalinas lágrimas al ver la imagen de su salvador. Era Taiga.

- Eso...estuvo cerca -

Taiga respiraba con dificultad después de pasar por tal peligro mientras Tetsuya se encontraba encima descargando su frustración.

- Taiga! -

Poco duro su descanso cuando su peliceleste ya se encontraba aferrado a su cuello inundando su boca con la suya en un profundo beso.

Sus corazones de nuevo se enlazaron, después de tanto dolor, al fin podían sentirse cerca, pero Taiga tenía otra prioridad en ese momento y la noche comenzaba a cubrir la tierra.

- Estoy muy feliz de verte, pero debemos apresurarnos...los niños necesitan de ti -

Eso fue suficiente para que Tetsuya comenzará a correr, aun bajo la lluvia, guiado por Taiga quien le explico la situación en el camino. Tardaron horas pero al fin llegaron a la modesta cabaña.

- Takao! Tatsuya! -  se anuncio el pelirrojo.

Pero ninguno acudió al llamado, en cambio a Tetsuya no le importó y se adentro en busca de sus pequeños, jamás podría perdonarse si algo les llegará a pasar á sus pequeños.

- Taiga... -

Pronunció con temor Takao.

- Lo siento...su Alteza... -

Tetsuya se abrió paso hacia las mantas que mantenían a sus pequeños, soño tanto ese momento, deseo tanto cargar a sus bebés pero era demasiado tarde. Ninguno parecía respirar, acaricio sus delicadas mejillas, ambos tenían sus propias facciones y el color de su cabello era completamente blanco pero estaban demasiado pálidos.

- Mamá está aquí mis niños -

Con delicadeza cargo a ambos arrullandolos en su pecho pero ninguno se movía.

- ...ahora nadie jamás podrá separarnos...y...cuando crezcan gobernaran con ímpetu y justicia...su madre los pondrá en el trono...-

- Su Alteza...ellos ya no... -

Pronto la respiración de Tetsuya comenzaba a acelerarse y la sola idea de perder a sus pequeños era inconcebible. Su corazón se inundó de dolor y una luz comenzó a expandirse desde el cuerpo de Tetsuya inundando el pequeño lugar, el dolor y sufrimiento de Tetsuya se expandió en los corazones de los presentes.

Al  fin recordaste querido...ese día cuando me prometiste ser mi hijo pero te fuiste y no volviste a mi.

Y ahora...debes cumplir tu promesa Tetsuya...gracias por hacerme madre.




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