Carta lavada.

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- ¿Qué se supone que hago con esto?

Un lápiz, una goma de borrar y un papel blanco frente a él, sentado en la mesa, con un Winchester a cada lado.

- Ya que Cas no quiere verte, vamos a escribir una carta de disculpas. – Explicó el cazador menor.

- ¿No es muy cursi? – Objetó Dean.

- ¿No es extremadamente cursi? – Defendió Gabe.

Sam de verdad estaba buscando la paz interior en medio del estrés que estos dos le causaban.

- A Cas le gustan las cosas cursis en las películas. – Dijo apretando los dientes. - ¡Escribe la estúpida carta!

Bien. Podía hacer esto, ¿No? Gabe tomó el lápiz con duda. ¿Por dónde empezar?

Castiel: Yo...

- Eso es muy frío. – Intervino Sam.

Borró y volvió a escribir.

Querido Castiel:

- Muy empalagoso. – Opinó Dean.

Borró una vez más.

Cassie:

Observó a ambos hermanos, esperando que lo corrigieran, pero no pasó nada. Apenas llevaba la primera palabra y estaba seguro de que este iba a ser un largo y tortuoso día.


Gabriel se paseaba de lado a lado, leyendo y releyendo en voz alta todas las cursilerías, no tan cursis a pedido de Dean, que había escrito.

(...) Pero a pesar de todo ello, podemos intentar una reconciliación, es todo lo que pido.

Esto realmente me duele, espero puedas perdonarme.

Gabe.

- Juró que si vuelven a hacer que reescriba, mataré a alguno de los dos. – Sentenció antes de que alguien más hablara.

- Yo creo que está bien. – Admitió Sam.

- ¿Tienes más pastel? – Preguntó Dean.



Castiel revolvió el cabello de su hijo antes de dejarlo merendando solo, debía ir a recoger la ropa sucia de su habitación. Jack era tan pulcro como el ángel, pero volvía de las cacerías como un auténtico Winchester. Cas metió todo al canasto azul de la ropa y siguió su camino por el pasillo hacia el lavadero.

Cuando paso por su habitación, algo llamó su atención, deteniendo su andar. Un enorme ramo de flores estaba sobre su escritorio. ¡¿Quién demonios había puesto eso ahí?!

Dejó el canasto sobre la cama, y tomó el ramo. Rosas rojas, no eran sus favoritas pero se verían bien en la mesa de la biblioteca. Las giró notando el detalle de brillo dorado sobre ellas, y entonces cayó un sobre.

El ángel devolvió las flores a su lugar original y se agachó para recoger el sobre. Rosa con los bordes decorados y el interior de un diseño de más flores. Estaba a punto de leerlo cuando...

- ¡Cas! – Llamó Jack desde la otra punta del pasillo.

El mayor dejó la carta sobre el canasto de ropa y se asomó a ver que necesitaba el nephilim.

- ¿Qué pasa?

- Hay una chaqueta dentro de mi mochila para lavar, casi olvido decirte. – Sonrió apenado.

- Está bien, yo me encargó. No dejes que se te enfrié el chocolate caliente. – Ordenó, mientras se dirigía de nuevo a la habitación de Jack.

- ¡Sí, señor! – Respondió el joven, desapareciendo en la cocina de nuevo.

Efectivamente había una prenda más dentro de la mochila del chico que olía a muerto, literalmente. Camino otra vez a su habitación a por el canasto.

Su celular sonó y tiró la prenda sobre el canasto sin darse cuenta.

- ¿Dean?

- Cas, vamos a comprar algo para comer esta noche antes de volver. No prepares nada.

- Bien. ¿Todo bien con el caso?

- ¿El caso?

Dean y Sam habían salido casi escapando por un caso que resolver, ¿O Cas había entendido mal?

- ¿No iban a resolver un caso?

La voz de Sammy se escuchó lejana, susurrando algo que no logró entender.

- ¡Oh, sí! ¡El caso! Perfectamente. – Mintió el cazador.

Por supuesto que después de cortar, Cas metió toda la ropa a la lavadora, olvidando la carta por completo. El papel se disolvió en una mezcla de agua, jabón y ropa, que parecía un mal chiste de la vida para Gabriel. 

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