Navecitas.

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Cas había vuelto a tomar su celular y reiniciado la partida. Gabriel lo miraba de soslayó, como esperando una señal, aun sabiendo que Cas no era bueno en esas cosas. Suspiró, y cerró los ojos, intentando dormir. Después de la conversación, sabía que el ángel comprendía sus sentimientos y que no se molestaría si en sus sueños pasaba algo indebido.

Buscó poner su mente en blanco, respirar con tranquilidad y dormir. Nada. Se acurrucó otra vez contra la cintura de su pareja. Los azules le observaron por debajo de la pantalla de su teléfono.

- ¿No puedes dormir? – Los dedos de su cálida mano se enredaron en el cabello castaño.

Gabe cerró los ojos contra el tacto ajeno como un gato. El menor apartó su celular prestándole verdadera atención a su pareja, abrigándose bajo las sabanas a su lado. En esta nueva y cómoda posición frente a frente, Gabriel pudo disfrutar de los besos de Cas por completo. El ángel percibía la evidente desesperación en el arcángel, solo un poco de atención y se derretía entre sus brazos. Le permitió desprender su camisa y explorar bajo ella.

De verdad una parte de Gabe deseaba detenerse, no ser un maldito pervertido; pero el morocho liberaba la bestia que había encerrado durante meses. Ascendió por la espalda, territorio de músculos perfectamente marcados, y volvió a bajar hasta su espalda baja, sin realmente atreverse a ir más allá. Pero entonces, sorpresivamente Cas le obligó a bajar hasta su trasero, acercándose más y profundizando el beso. Eso era un evidente "Hazlo" para Gabriel.

El arcángel juntó más aun sus cuerpos, sujetando los muslos del menor. Hacía calor bajo las sabanas y la ropa sobraba. Gabe se alejó del manjar de labios por un segundo, chasqueando sus dedos.

Solo un segundo de desnudez y no soportaron, volvieron a atacarse. Besos repartidos por doquier, espaldas y muslos rasguñados, la búsqueda incesante de restregarse el uno con el otro.

Lentamente fueron deteniéndose, chocando frente con frente. Celeste cielo y ámbar brillante. Debían dar el siguiente paso. Cas estaba seguro de ello, pero Gabe tenia tanto miedo. ¿Si lo lastimaba? ¿Si no le gustaba? El seguro arcángel era un adolescente en su primera vez.

- Te amo. – Dijo el ángel contra sus labios.

Gabriel no podía creer lo que escuchaba. Deseaba grabar con fuego esas palabras en su mente, el tono suave que había usado e incluso su rostro de sonrisa amable. Sentía la seguridad que creía perdida, estaba seguro de que si en un accidente hacia arder el mundo, el ángel continuaría mirándole así. Recuperó el aliento que los besos le habían quitado y gradualmente se acercó de vuelta a la calidez de los labios ajenos.

En cuanto dejó al morocho bajo su cuerpo, Cas enredó sus piernas a su cintura. El ángel confiaba absolutamente en él, aferrándose a la renovada confianza que obtuvo del mayor. Podía estar seguro de que no le dejaría después de esto, de que no sería otro nombre en su lista de conquistas. Podía apreciar el amor, verlo en sus ojos y sentirlo en su gracia.

Gabe fue cuidadoso, aunque no era necesario, entrando como pidiendo permiso en el ángel. Le arrancó un gemido al menor mientras su entrada le recibía gustosa. Realmente se sentía como la primera vez de ambos, algo incluso más mágico que eso. Habían esperado por hacerlo bien, sabiendo en el fondo que esto sería así de fantástico.

Marcar la tersa piel y sumergirse en el vaivén interminable, fue todo lo que Gabe necesitaba para sentirse al borde de la locura. Antes, cuando la vida era una fiesta constante, había probado cada juego, juguete, poses, fetiches y demás cosas sexuales. Era consciente de que estuvo perdiéndose la mejor de todas todo este tiempo, hacer el amor. Era diferente al sexo, le causaba sensaciones más allá de la excitación, más cerca del nucleó de su ser.

Castiel soñó con esto por mucho, y tampoco se trataba de lo sexual. Era sobre el sentimiento de ser amado, por completo y con todos los errores encima. Sentirse completo con alguien más a su lado. Sintiendo el momento de terminar cerca, instintivamente abrazó al arcángel con sus brazos y sus alas rotas, clavando sus uñas y arqueándose hacia atrás.

Gabriel disfrutó de la imagen, mientras su propio cuerpo le avisaba del punto límite. Copió al ángel, envolviéndolo entre sus enormes alas, dejando las suyas por debajo.



Gabe se quedó profundamente dormido después de un par de mimos más por parte de su novio. Abrazado a la cintura del Cas, acomodado entre sus piernas, era lo único que tapaba su desnudez. En cambio, el ángel lo había arropado hasta los hombros con las sabanas, justo antes de volver a su partida en su celular.

Navecitas de pixeles llenaron los sueños de Gabriel. 

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