Monótono.

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Despertó aferrado por la cintura al menor, pegado a su espalda, escuchando el sonidito de su celular a lo lejos. Disfrutó un par de minutos más de su aroma, escondiendo su rostro en el suave cabello negro. Terminó alejándose contra su voluntad, pero es que no podía dormir con su ángel por siempre.

- Buenos días.- Le saludó Cas, a lo que le respondió con un beso. - ¿Te preparo el desayuno?

- Por mi padre, no te amo lo suficiente para merecer esto. – Dijo con dramatismo.

Cas rió, viéndolo desaparecer en el baño. La ducha tibia se sentía bien, relajado, parecía hasta más joven. Salió de allí directo al armario. Camiseta azul y jeans. La casa ya olía a comida.

El sol iluminaba todo el lugar, la primavera parecía más bella que todas las que había vivido en su larga vida. Cas llevaba su camiseta color chocolate, dejando a la vista su ropa interior. Gabe pasó por su lado, dejando un beso en su cuello.

El desayuno se sirvió y Cas le acompaño. Encendieron la tele para distraerse. Hasta las noticias parecían mejores. Gabriel obvio la televisión, fijando su vista en el ángel a su lado. La suave expresión de curiosidad, el celeste de sus ojos brillando con los rayos del sol, la manera desordenada en que peinaba su cabello, era lo único que estuvo necesitando todo este tiempo para sentirse completo.

- No me mires así. – Pidió al darse cuenta del hipnotismo de su pareja.

- Podría hacerlo todo el día.

- ¿Por qué harías eso? Es aburrido.

Silencio. Gabriel pensó en esa palabra, "aburrido". Estaba seguro de que el aburrimiento había llegado a su vida muy temprano. Se dedicaba a ponerle un poco de emoción a su vida con bromas, tratos, azúcar y mujeres. Pero seguía siendo aburrida en el fondo. Totalmente vacía.

Mañanas como estas se repetían desde que salía con Castiel. El dulce café enfrente de él, hotcakes, jugo y poco más. La tele le informaba las noticias y los besos espontáneos simplemente surgían. Hacían algo durante el día o simplemente se quedaban pasando el rato en casa. Llegaba la noche, hacían el amor o se duchaban juntos. A veces miraban una película antes de dormir o solo charlaban. Una vida absolutamente monótona, y la amaba tanto como a su ángel.

No lo supo hasta vivirlo, esto era lo que siempre deseo. Chasqueando una y mil veces sus poderes no podían darle esto. Sin saberlo, solo por curiosear a su hermano para molestarlo, había logrado seguir el hilo que lo trajo a donde quería.

- Soy tan malditamente feliz a tu lado. – Dijo, en ese tono suave pero serio que usaba cuando su corazón hablaba. – Te amo.

Castiel sonrió sonrojado. Él también lo era. Muchas veces lo había perdido todo, una y otra vez parecía caer más y más bajo. Darse cuenta de que amaba a un arcángel como Gabriel fue solo un golpe más, y por ello decidió ignorarlo. No tenía idea que hundirse por completo en ese amor le devolvería tanto de lo que había perdido.

- También te amo.

Pero entonces, Gabriel tuvo una revelación, quizás sus poderes sí podrían ayudar en esa nueva felicidad que sentía. Chasqueó los dedos, apareciendo entre sus manos una pequeña cajita dorada. La abrió y la acercó al ángel.

- ¿Te casas conmigo?

Un anillo reposaba en medio de la acolchonada cajita de interior negro. Dos alas se dibujaban a cada lado de un bonito diamante. La sorpresa en el rostro de Cas mostró a su novio una expresión que nunca vio en el ángel.

- Absolutamente. – Dijo.

Gabe colocó el anillo en el lugar, creyendo que lucía perfecto en la mano del morocho. Y terminaron por sellar la promesa de una futura unión con un beso.

El teléfono del arcángel interrumpió el momento. "Moose Winchester" rezaba el contacto con una foto graciosa que había tomado de Sammy. Cas insistió en que atendiese por si era algo importante y Gabriel cedió, activando el altavoz.

- Hey...

- Gabriel, necesitamos un poco de ayuda con un caso. Podrías...

- Sammy, estas interrumpiendo un momento especial. – Acusó.

Los ángeles no lo supieron, pero Sam se sonrojo al suponer lo que significaba "momento especial". Pero a Dean no le interesaba sus pasatiempos de pareja, y si jodida a Gabriel, mejor. El rubio le arrebato el teléfono.

- Deja tus actividades recreativas y ven a trabajar. – Exigió.

- No te voy a invitar a la boda, ardilla del demonio. – Chilló Gabe.

Silencio al otro lado.

- ¿Boda? – preguntaron al unísono.

- ¡¿Qué pensaban que significaba "momento especial", par de pervertidos?! 


FIN.

Temptation.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora