Curioso Gabe.

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Se quitó las sabanas de seda de encima con fastidio. Mala forma de empezar el día. Las chicas a su lado continuaron durmiendo sin preocupaciones. Chasqueó sus dedos para desaparecerlas y volver el orden a la lujosa habitación.

Un bóxer negro ocultaba su desnudez. La cocina era un desastre de dulces. Tomo un algodón de azúcar y continúo su camino al living. Se recostó cómodamente en el sofá. La televisión daba aburridas noticias sobre política. Apagó el enorme aparato para silenciar a la tediosa periodista.

El sofá era jodidamente cómodo, aún más que su cama. Pero hoy no le apetecía nada. Incluso la azucarada nube en su mano parecía no tener sabor. Tiró el rosado dulce al suelo y cruzó sus brazos sobre el pecho como un niño pequeño. Últimamente no se divertía. Lo había intentado todo, pero su vida había tomado una monotonía que jamás se vio venir. ¿Qué podía hacer un arcángel cuando lo tenía todo a un chasquido de distancia? No existían imposibles para él, la vida era tan fácil.

Tal vez antes podía curiosear en el caos del fin del mundo, la loca de su tía, sus hermanos psicópatas... pero ahora no había nada interesante que hacer.

Su celular sonó en alguna parte del lugar, hizó que apareciera en su mano. Moose Winchester rezaba el contacto.

- Hey... - Contestó con desgano.

- Gabriel, necesitamos un poco de ayuda con un caso. Podrías...

Pero Gabe no escucho nada más. Se le ocurrió que molestar a los Winchester tal vez ayudaría a deshacerse de ese maldito aburrimiento. Acepto lo que sea que le pedían y no se lo pensó dos veces.

Finalmente los hermanos solo necesitaban una pluma de arcángel para uno de esos hechizos raros. Aun así, se quedó mirando lo que hacían, hasta que se marcharon a matar lo que sea que tuviesen que matar. Sin los hermanos en el bunker, husmear en su hogar sonaba divertido.

Las dos botellas de cervezas que Dean se había tomado seguían sobre la mesa de la cocina. Mientras que el vaso que Sam uso, se secaba en el fregadero. Una corbata azul sobre una de las sillas desconcertó al curioso arcángel. Tomo la prenda y supo inmediatamente a quien pertenecía, olía a ángel caído por todas partes.

Camino hacia las habitaciones. Probablemente Cas seguía aquí, o simplemente era todo el residuo de su presencia que lo confundía. Vio una luz en una de las habitaciones y la puerta completamente abierta. Jack escuchaba música mientras estudiaba sobre cosas sobrenaturales y habilidades que necesitaría para cazar.

Levanto la mano en gesto de saludo cuando el joven se giró a verlo.

- Gabe, no sabía que vendrías –se quitó rápidamente los auriculares y se apresuró a saludarlo.

- Hey, ¿Cómo has estado, pequeño?

- Muy bien. Aprendiendo.

Tal vez podía parecer un loco diciendo esto, pero esa sonrisa no le recordaba a Lucifer, sino más bien a...

- ¿Cas esta en casa?

- Claro, se está duchando –la sonrisa volvió a recordarle a otra persona.

- ¿Cas se ducha?

El chico busco las palabras exactas que su padre adoptivo había dicho cuando alguien más pregunto lo mismo.

- Placeres humanos –elevo sus hombros dando a entender que tampoco comprendía a su padre del todo.

Felicitó al pequeño por su perseverancia en aprender a cazar y le permitió seguir con sus estudios. Pero en el momento en que se giró para retirarse chocó con la mirada más azul que había en el planeta, según él.

- Hola, Gabriel.

La mirada le perteneció solo un segundo porque en seguida fue dirigida al nephilim.

- Jack, ¿Que vas a querer para cenar?

Mientras el chico pensaba revisando cada opción, Castiel secaba su cabello con una pequeña toalla, aunque el agua ya hubiese goteado sobre aquella camiseta gris. Por suerte los pantalones holgados estaban a salvo.

- Spaguetti. – Sonrió convencido el más joven.

Cas sonrió con la copia exacta de la nephilim sonrisa y se marchó a la cocina, ignorando a su hermano mayor. Gabe lo siguió de cerca, confundido por la fría bienvenida.

- Me quedo a cenar.

Tentó, buscando pistas.

- Bien.

El ángel seguía buscando los ingredientes sin mirar al Gabe ni una vez. Castiel era un poco robótico según lo recordaba, pero jamás lo trataría como si fuese una cucaracha. Además de que el ángel había dejado atrás su pasado "militar sin sentimientos". ¿Y qué demonios hacia cocinando? Supuso que era una de las tantas habilidades que tuvo que aprender para poder criar a Jack.

Solo se quedó mirando con expresión confusa hasta que el ambiente se puso incómodo.

- ¿Necesitas algo? –aun con esas palabras, no se giró a ver a su molesto hermano.

Gabriel no contesto. Estaba enojado, confundido.

- ¿Vas a mirarme así por mucho tiempo más? – interrogó, sin expresión en su rostro. – Necesito espacio para cocinar.

- ¿Qué demonios te pasa? – Su furia solo crecía más y más.

Cas dejo de lado todo lo que estaba haciendo, y enfrento a la molestia principal. Se acercó lo suficiente para invadir el espacio personal del contrario y tener sus miradas directamente confrontadas.

- Escucha. No estoy de humor para tus jueguitos, haz lo que viniste a hacer y vete. – Decretó.

Puede que Gabe tuviese siempre una respuesta ocurrente para todo, pero no en este caso. Se quedó en silencio, y antes de sentirse más avergonzado, opto por salir de la estúpida cocina.

Mientras hurgaba en la biblioteca Winchester, jugando con una de esas catanas; los hermanos regresaron. Se sentaron a la mesa, con el nuevo invitado y Jack los saludo. Vio como la enorme sonrisa de su hermano aparecía con la comida en mano.

Dejo de comprender qué demonios estaba pasando. Castiel lo trataba horriblemente a solas, pero con todo el grupo junto, parecía hasta considerado con él. Y la siguiente pregunta era... ¿Qué demonios le había hecho?

Temptation.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora