Casemonos.

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Sus manos temblaban y no estaba seguro si volver a guardarlas en sus bolsillos o qué hacer. ¿Debía tomar su mano? Quizá si lo hacía, sería algo demasiado apresurado para los tiempos del ángel y volvería a alejarse sin darle explicaciones. O quizás era lo que estaba esperando, un gesto dulce que le dijese con simpleza cuanto lo quería. Caminar juntos de la mano sería bonito, y algo que realmente se le antojaba. ¿Qué debía hacer? ¿Qué haría el Moose en este momento?

Gabe se paralizó de inmediato al sentir la calidez de la mano ajena, entrelazando sus dedos. Maldita sea, se sentía mejor que cualquier dulce derritiendo lentamente en su boca.

Cas hizo aquel gesto inclinando su cabeza, curioso de porque Gabriel se había detenido de repente en su recorrido. ¿Acaso no sabía que las parejas hacían eso todo el tiempo? Bueno, era incorrecto llamarlos parejas a ellos, pero eran un proyecto de pareja. ¿Le molestaba que sostuviera su mano cuando aún no habían oficializado nada?

- Gabriel, ¿Estas bien?

Ojos brillantes le miraban con atención. Un suspiro salió de la boca del arcángel sin darse cuenta.

- Nunca me sentí mejor. – Admitió.

- Vamos entonces. - Apresuró el más alto.

Después de su gran declaración y de haberle interrumpido su parte favorita de su serie, Gabriel le había propuesto una cita más. Llamándola oficialmente una cita. Cas se lo pensó, sintiendo en su cabeza a un pequeño Sam presionándolo para que aceptara.

Y allí estaban, caminando hacia el café en el que comerían algo. De la mano, y Gabriel aun no podía dejar de temblar.

Eligieron una mesa afuera, en el balcón. Hermosa vista, pero Gabe no le presto mucha atención a ello teniendo a un ángel sentado enfrente. La camarera llegó, pidieron rápidamente, y a lo lejos le pareció percibir un coqueteó hacia su persona. ¡Al demonio los coqueteos de chicas voluptuosas! Tenía al menor observando el atardecer, resaltando el azul de sus ojos y sus rasgos suaves, ¿A quién le importaba la estúpida camarera?

Al darse cuenta de la mirada sobre él, Cas se sonrojó escondiendo su rostro.

- No me mires así. – Pidió avergonzado.

- Oblígame. – Guiñó, insinuándosele.

Inmediatamente se golpeó mentalmente. Se supone que no diría ese tipo de cosas, Sam se lo prohibió. Eran indebido y vulgar, no puedes decir cosas así en una cita.

- Lo siento, yo no quise... - Intentó corregirse.

- Está bien, ese eres tú. – Sonrió. – No quiero que te comportes como un robot por mí, puedes ser tú sin ofenderme.

Con esas palabras, solo se sentía más avergonzado de haberlo dicho. ¡Joder! Entendía que nadie pudiese resistirse a su belleza, pero no podía creer que un ángel tan dulce se enamorara de él siendo así.

- Podemos obviar todo esto y casarnos. – Rogó en broma.

El morocho rio con la risa más perfecta que en este mundo existía. Podía ver el amor en sus ojos, y se sentía indigno de ello, pero aun así lo disfrutaría. 

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