Intervención Winchester.

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Gabe tomó otro sorbo de un nuevo batido, más dulce y artificial de los que Sam preparaba. Estaba tirado sobre el sofá, con solo pantalones de pijama con pizzas a todo lo largo. Su pierna derecha colgaba del respaldo y jugaba con los confites desperdigados por el sofá.

No estaba aburrido, había cambiado eso por la depresión. Pero en vez de hundirse en el alcohol, optó por los dulces. Principalmente, porque no quería aparecerse de nuevo por el bunker demasiado caliente para frenar sus impulsos.

Bostezó, cansado de la película de héroes en el gigante televisor. Chasqueó los dedos, apagando la televisión y apareciendo otro paquete de confites entre sus manos.

- Odio mi vida. – Se quejó, mientras se llenaba la boca de pequeñas bolitas de colores.

Alguien tocó la puerta y decidió ignorarlo. Otra vez. Ignorado. Una última parecía a punto de derrumbar su departamento. Rodó cayendo de cara sobre la alfombra, y desde allí se puso de pie. Los confites cayeron a su alrededor. Entonces recordó que era un arcángel. Chasqueó los dedos, la puerta se abrió sola y un batido de chocolate apareció sobre la mesada de la cocina.

Sam y Dean caminaron lento hacia el interior, intentando no pisar dulces en el proceso. Gabriel parecía un vagabundo de los dulces.

- ¿A esto le llaman depresión al estilo arcángel? – Bromeó Dean.

- ¿Qué hacen aquí? – Interrogó, mientras volvía a su lugar en el sofá.

- Intervención Winchester. – Dijo emocionado el hermano mayor, pero ni a Sam o Gabriel les causo gracia. – Funcionó con tu hermano y Chuck... - Sopesó. – Más o menos.

Dean se sentó en el sofá individual de la derecha y Sam en el de la izquierda, listos para poner en juego todos lo aprendido de Dr. Phil. Gabe se los imagino como el diablito y el ángel que todos llevamos en los hombros según las caricaturas.

- ¿No debería estar Castiel aquí también? – Inquirió Gabe, mientras rescataba un algodón de la mesita frente al sofá.

- Tiene carácter cuando realmente no quiere algo. – Confesó Sam. – Dejémoslo en que no nos atrevimos a tentar los límites de su paciencia.

- Pero igualmente haremos esto. – Declaró Dean. – Comencemos por lo del acoso. Podemos denunciarte por eso.

Gabriel de deslizó por el sofá, metiéndose una bola gigante de algodón de azúcar. Esperaba morir. Le había dado vueltas al tema todo el día, no había dormido por ello y solo se hundió en una bañera llena de confites de chocolate.

- ¿Qué más quieren saber? – Dijo cuándo las miradas empezaron a quemarle. – Se los dije todo. Estaba borracho e hice una locura demasiado estúpida.

- Las locuras estúpidas no se hacen porque sí. – Replicó Dean, mientras recordaba un pequeño episodio en su vida. – Te lo digo por experiencia.

- ¿Te gusta Cas o no? – Fue directo el menor de los Winchester.

- ¡Por supuesto, Sammy!

- Eso es turbio.

Gabe se giró hacia Dean y su comentario.

- ¿Qué? Es tu hermano, es turbio por donde lo mires. – Se excusó.

- Siguiendo esa teoría, ustedes y yo también somos parientes porque mi padre creó la humanidad, idiota. –

- Él tiene un punto. – Apoyó Sam, mirando a su hermano.

- Olvidando lo turbio, ¿Por qué no te declaraste y ya? Cas dice que sí, se casan, compran una casa y un perro, y todos felices. – Simplificó el rubio.

- ¡Puede que sea porque... NO LO SABIA ANTES!

- ¡A mí no me grites, pollo real!

Sam calmó las aguas antes de que se convirtieran en un huracán.

- ¿Por qué no te ayudamos a disculparte y declararte apropiadamente? – Ofreció Sammy.

- ¡Por supuesto! ¡El chico de las novias muertas y un casanova pervertido del anime! ¿Quién sería mejor consejero?

Su sarcasmo no les gusto a los hermanos ni un poco. Pero Dean ya había encontrado pastel en alguna parte y Sam comía chicles de una bandejita sobre la mesa del televisor, era más importarte que reclamarle al arcangel. 

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