Harry sintió un dolor atroz, tremendo... Vio un destello de luz, oyó gritos en la lejanía y tuvo la sensación de que se precipitaba por un largo túnel...
Cuando volvió a abrir los ojos estaba acostado en una cama cálida y confortable. Lo primero que vio fue una lámpara que arrojaba un círculo de luz dorada sobre el techo en penumbra. Levantó con dificultad la cabeza. A su izquierda había un muchacho pelirrojo y pecoso que le sonaba de algo.
—Te agradezco que hayas venido a verme —le sonrió Ron.
Harry parpadeó y miró alrededor. ¡Claro, estaba en la enfermería! Miró por la ventana y vio un cielo añil con pinceladas de tonos carmesíes. El partido debía de haber terminado hacía horas... y ya no había posibilidad de pescar a Malfoy con las manos en la masa. Notó un peso extraño en la cabeza; levantó una mano y se tocó un rígido turbante de vendajes.
—¿Qué ha ocurrido?
—Fractura de cráneo —le informó la señora Pomfrey, que se acercó solícita y le hizo apoyar la cabeza en la almohada—. No tienes de qué preocuparte, te lo arreglé enseguida, pero esta noche te quedarás aquí. No conviene que hagas esfuerzos excesivos, al menos durante unas horas.
—No quiero pasar la noche aquí —protestó Harry. Se incorporó y retiró las mantas—. Quiero ir en busca de McLaggen y matarlo.
—Me temo que eso encaja en la categoría de «esfuerzos excesivos» — replicó la enfermera, empujándolo hacia la cama y amenazándolo con la varita—. Permanecerás aquí hasta que te dé el alta, Potter, y si te levantas llamaré al director.
La señora Pomfrey regresó a su despacho y Harry se dejó caer sobre la almohada, rabioso.
—¿Sabes por cuánto hemos perdido? —le preguntó a Ron.
—Pues... sí —repuso su amigo con gesto de disculpa—. El resultado final fue trescientos veinte a sesenta.
—Genial —resopló Harry—. ¡Sencillamente genial! Cuando agarre a ese McLaggen...
—¿Cómo quieres agarrarlo? ¡Si es más grande que un trol! —le recordó Ron, no sin razón—. Opino que hay muchas razones para hacerle ese maleficio de las uñas de los pies que sacaste de tu libro de Pociones. Aunque no me extrañaría que el resto del equipo se encargara de él antes de que salgas de aquí, porque no están nada contentos...
En la voz de Ron había un deje de júbilo mal disimulado; Harry comprendió que su amigo estaba encantado de que McLaggen lo hubiera estropeado todo. Se quedó contemplando el círculo de luz proyectado en el techo; no le dolía la cabeza, recién curada, pero sí le molestaba un poco bajo tantos vendajes.
—He oído los comentarios del partido desde aquí —dijo Ron, y esta vez la risa le hizo temblar la voz—. Espero que Luna siga haciendo de comentarista a partir de ahora... ¿Qué te ha parecido lo de la «peste del perdedor»?
Pero Harry todavía estaba demasiado ofuscado para ver el lado cómico de la situación, y Ron dejó de reírse.
—Destiny ha venido a verte cuando estabas inconsciente —explicó tras una larga pausa, y de inmediato la imaginación de Harry se representó una escena en la que Destiny, sollozando sobre su cuerpo inerte, confesaba la profunda atracción que sentía por él mientras Ron les daba su bendición—. Me ha comentado que no pudo darle una paliza como se merecía, porque entre Warrick y Grayson tuvieron que impedir que le diera un golpe, además, dice que llegaste al partido por los pelos. ¿Cómo es eso? De aquí te marchaste con tiempo de sobra.
—Es que... —repuso Harry al tiempo que la emotiva escena desaparecía de su mente—. Es que... bueno, vi a Malfoy escabulléndose con un par de chicas que, por la cara que ponían, lo acompañaban a la fuerza, y ya es la segunda vez que no baja al campo de quidditch con el resto de los compañeros. El partido anterior también se lo saltó, ¿te acuerdas? —Suspiró—. Lástima que no lo siguiera porque, total, el partido ha sido un desastre.
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Destiny y el Principe Mestizo [DEH #6]
FantasyCon dieciséis años cumplidos, Destiny, es una de las más poderosas jóvenes magas en existencia, una de las pocas que ha podido hacerle frente a Voldemort, la más joven en la Orden del Fénix y en el mundo profesional del Quidditch; y esperando por pa...