Capitulo 54. El comienzo del fin.

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Al día siguiente se levantó temprano para preparar el equipaje, puesto que el expreso de Hogwarts partiría una hora después del funeral. En el Gran Comedor se respiraba una atmósfera de profunda melancolía. Todos llevaban sus túnicas de gala, pero nadie parecía tener hambre. La profesora McGonagall había dejado vacía la silla del centro de la mesa del profesorado, más grande que las demás. La silla de Hagrid también estaba vacía; Harry pensó que quizá el guardabosques no se había sentido capaz de desayunar; en cambio, el lugar de Snape lo había ocupado, sin ceremonias, Rufus Scrimgeour. Harry esquivó los amarillentos ojos del ministro cuando éstos recorrieron el comedor; tenía la desagradable sensación de que el ministro lo buscaba con la mirada. Entre el séquito de Scrimgeour distinguió el cabello pelirrojo de Percy Weasley. Ron no dio otra señal de haber advertido la presencia de su hermano que clavarles el tenedor con una brusquedad inusitada a los arenques ahumados.

En la mesa de Slytherin, Crabbe y Goyle cuchicheaban con las cabezas muy juntas. Y aunque ambos eran fornidos, parecían indefensos sin la alta y pálida figura de Malfoy a su lado, dándoles órdenes. Harry no había dedicado mucho tiempo a pensar en él, pues toda su animadversión se había concentrado en Snape; sin embargo, no había olvidado el miedo que teñía la voz de Malfoy en lo alto de la torre, ni el hecho de que había bajado la varita antes de que llegaran los otros mortífagos. Harry no creía que Draco hubiera sido capaz de matar a Dumbledore, y aunque seguía detestándolo por su afición a las artes oscuras, su desprecio se atenuaba con una pizca de lástima. ¿Dónde estaría ahora?, se preguntó. ¿Y qué estaría obligándole a hacer Voldemort bajo la amenaza de matarlos a él y a sus padres?

Los pensamientos de Harry se vieron interrumpidos cuando Destiny le hincó un codo en las costillas. La profesora McGonagall se había puesto en pie y el lastimero rumor que sonaba en el comedor se apagó de inmediato.

—Ha llegado el momento —anunció la profesora—. Por favor, seguid a vuestros jefes de casa a los jardines. Los alumnos de Gryffindor, esperad a que salga yo.

Los estudiantes se levantaron de los bancos y desfilaron casi en silencio. Harry no se habia dado tiempo de observar a la chica que tenia a un lado, el negro le quedaba bastante bien, aunque parecía que no durmió muy bien. Luego vio a Slughorn, que llevaba una espléndida y larga túnica verde esmeralda con bordados de plata, en cabeza de la columna de Slytherin, y a la profesora Sprout, jefa de la casa de Hufflepuff, que nunca había ido tan aseada, pues no tenía ni un solo remiendo en el sombrero. Cuando llegaron al vestíbulo, vieron a la señora Pince de pie junto a Filch: ella iba con un tupido velo negro que le llegaba hasta las rodillas, y él con un viejo traje y una corbata negros que apestaban a naftalina.

Al acercarse a los escalones de piedra de la entrada, Harry vio que todos se dirigían hacia el lago. Los tibios rayos del sol le acariciaron la cara cuando siguió en silencio a la profesora McGonagall. Hacía un espléndido día de verano.

Habían colocado cientos de sillas en hileras a ambos lados de un pasillo y encaradas hacia una mesa de mármol que presidía la escena. La mitad de las sillas ya estaban ocupadas por una extraordinaria variedad de personas: elegantes y harapientas, jóvenes y viejas. Harry sólo reconoció a algunas, por ejemplo, a los miembros de la Orden del Fénix Kingsley Shacklebolt, Ojoloco Moody y Tonks, cuyo cabello había recuperado milagrosamente un tono rosa muy llamativo, cogida de la mano de Remus Lupin; los señores Weasley; Bill, acompañado y ayudado por Fleur, y seguido por Fred y George, que llevaban chaquetas de piel de dragón negra. También estaba Madame Máxime, que ocupaba dos sillas y media; Tom, el dueño del Caldero Chorreante; Arabella Figg, la vecina squib de Harry; la melenuda que tocaba el bajo en el grupo mágico Las Brujas de Macbeth; Ernie Prang, el conductor del autobús noctámbulo; Madame Malkin, de la tienda de túnicas del callejón Diagon; y algunos otros a los que Harry sólo conocía de vista, como el camarero de Cabeza de Puerco y la bruja que llevaba el carrito de la comida en el expreso de Hogwarts. También estaban presentes los fantasmas del castillo, que sólo eran visibles cuando se movían, pues la luz del sol hacía brillar sus intangibles y etéreas figuras.

Destiny y el Principe Mestizo [DEH #6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora