Capitulo 3

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No había a donde ir. 

Si Beelz regresaba al infierno sin culpables iba a terminar sin título, si Gabriel volaba al cielo, sería degradado. Por ahora la tierra iba a ser su único hogar y vaya hogar, se dijo el príncipe del infierno cuando Gabriel lo arrastró a un edificio con la palabra "Hotel" grabada. Hizo una mueca de disgusto cuando miró al portero dirigir una mirada de repudio en su contra. ¡Era un príncipe! No cualquier indigente entrando por la puerta. 

-Sería diferente si te pusieras mejor ropa- le gruño Gabriel luego de entablar una charla con la recepcionista para que les diera una habitación. 

-Igual sería diferente si me vieran con mi forma real- dijo adelantándose al elevador. Por un segundo el arcángel pensó que quedarse en una misma suite no era buena idea, ni siquiera cuando solo irían a planear su siguiente movimiento. Beelz no recordaba de hecho la última vez que había dormido, quizá fue en ese año donde Crowley había creado la M-25, se aburrió tanto en la junta que empezó a cabecear. O posiblemente fue unos años antes del apocalipsis mientras se sentaba en su trono y miraba al vacío. A veces ese vacío era suplantado por pensamientos y por imágenes... Lo más cercano a los sueños, porque nunca estaba tan dormido como para soñar. Su último sueño había sido en el verano de 1840, había sido también su última gran siesta. 

-¿Planeas dormir aquí?- preguntó el príncipe desviando la mirada a los amplios espejos, su imagen le dijo hola, se recordaba diferente ¿Cuándo fue la última vez que se miró en un espejo? ni siquiera una hora antes de la batalla. 

-Los ángeles no dormimos- tampoco los demonios, pero a veces el cuerpo pesaba más que el alma, quizá esa era la razón por la que de vez en cuando cabeceaba en las juntas y por la que el ángel que vivía en la bilbioteca almacenaba pasteles a granel en las caderas mientras el demonios traidor se echaba a dormir siestas que duraban décadas. -Deja de mirarte en el espejo, lo vas a romper. 

-Lo único que se va a romper es tu cabeza si no dejas de decirme qué hacer. 

-¿Por qué me molesto?- Beelz le mostró de nuevo sus ojos de mosca. 

-Debería buscar otro lugar para ir luego de escuchar tus grandes ideas.- Gabriel no respondió como tampoco dijo gran cosa. Su conversación había terminado y ambas partes lo sabían. Eso no estaba llegando a ningún lado y ambos lo supieron cuando Beelz se echó en la cama y Gabriel se limitó a ir directo a su parte de la suite. Gabriel no dijo nada cuando escuchó a Beelz acabar con los jabones de tocador en un arranque de ira ni tampoco lo detuvo cuando de un portazo se fue. Estaban mejor por su lado, o al menos eso pensaban. 

El descanso duró aproximadamente dos días, dos eternos y terribles días donde Gabriel se partió la cabeza ideando algo para no tener que ver lo que había visto. Por su parte, fueron dos días donde Beelz tomó... medidas más drásticas. Quizá tenía poca imaginación, incluso cuando era un ángel sus creaciones le habían valido una fama poco grácil y donde las burlas siempre estaban presentes, su especialidad habían sido las formas extrañas y poco sofisticadas de insectos, sin embargo era inteligente. Jugaba con nuevas leyes que inventaba para crear cuerpos que rodaran, tenazas fuertes para pelear y alas que volaran sin necesidad de elegancia o plumas. Antes de caer lo que más le había gustado a Beelz habían sido las alas; el diseño de sus colores, el brillo que tendrían con la luz del sol, la forma exacta con la que se moverían y planearían sobre las flores. Eso había sido ella en el jardín y hacía más de 6000 años de ello, a veces sus dedos picaban casi literalmente pidiendo instrumentos de medición para continuar su tarea, rara vez se atrevía a tomar un lápiz, a veces en su ira iba a hacerlo para clavarlo en el ojo de algún desafortunado pero nunca para dibujar, ese ángel se había muerto luego de que Miguel lo pateara al fondo.

Demasiado bueno para ser verdad (Beelz x Gabriel Good Omens)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora