1: Punto sin retorno.

6.2K 165 27
                                    

1

Punto sin retorno. 

Un golpe súbito contra el vidrio de la ventana lo despertó. Elliot abrió los ojos y quedo ciego por un segundo cuando la luz del sol impactó contra sus retinas. Ya había amanecido. 

Notó un ligero dolor en la espalda, probablemente gracias a varias horas de dormir en una posición incomoda, odiaba viajar en autobús por las noches. Su cuello también se quejaba y parecía reclamar con una pequeña punzada de dolor cada que el chico giraba la cabeza para mirar su entorno. Un bostezo pleno anunciaba el inicio de un nuevo día.

Se percató de la ausencia de su compañero de asiento. Cuando el vehículo inicio su viaje había un hombre de apariencia seria sentado junto a el, ahora el lugar estaba vació. Asumió que bajó en una de las paradas anteriores, el no tenia esa preocupación pues su destino era hasta el final del recorrido. 
Aun seguía disgustado por la absurda decisión de su padre al mandarlo el resto de las vacaciones a casa de sus tíos. Tenía quince años, podía cuidarse solo sin un adulto, aunque era irresponsable no era idiota, sabia como cocinar, podía encargarse de las tareas del hogar sin ningún problema y sobre todo no era la clase de adolescente que aprovechaba para hacer una fiesta con sus amigos al primer día de tener la casa para el solo. Tampoco tenia tantos amigos como para eso.

Miró por el pasillo del autobús y pudo ver a través del parabrisas un letrero de color verde con letras blancas que decía: “Bienvenidos a Sueño Tardío”. Su destino estaba solo unos metros adelante. Las casas modestas y los habitantes del lugar no tardaron en comenzar a aparecer al otro lado de la ventana. Era justo como lo había imaginado, un pueblo aburrido y sin ningún rastro de avances tecnológicos, como detenido en el tiempo. Hubiera preferido casi cualquier lugar antes de desperdiciar ahí las tres semanas libres que le quedaban antes de volver a la escuela.

Pronto dejaron de moverse y el ruido del motor se fue perdiendo poco a poco para dar paso a las voces de los demás pasajeros que se levantaban de sus lugares para descender del vehículo. Elliot tenía una idea de que era lo que seguía a continuación. Probablemente sus tíos estarían esperándolo al bajar y el tendría que fingir que no había pasado los últimos diez años sin verlos, actuar como si sintiera una gran alegría de volverse a encontrar con ellos, comportarse para no avergonzar a su padre y esperar que los veinte días siguientes pasaran lo mas rápido posible.

Tomó su maleta y casi deseando poderse quedar a vivir en el autobús echó el ultimo vistazo a su asiento. Se dio la vuelta y avanzó por el pasillo hasta la parte delantera, bajó las escaleras y respiró por primera vez el aire fresco de Sueño Tardío. Antes había creído que todo eso de que el oxigeno de los pueblos era mas liviano que el de la ciudad era una tontería , es decir, no creía que de verdad se pudiera notar una diferencia, era solo oxigeno para respirar después de todo. Sin embargo sintió algo diferente, como si sus pulmones dijeran un gran “gracias” y se regocijaran llenándose de tan puro gas natural.

Ahí estaban, justo como lo imaginó, eran exageradamente predecibles. Su tía Gloria, ahora mas obesa que en las fotografías familiares, sostenía un letrero de “Bienvenido Elliot”, escrito en un cuaderno arrugado. Tenia unas mejillas prominentes y rosadas que el podía jurar amenazaban con seguir subiendo por su cara y tragarse sus ojos. Su cabello era castaño rizado y usaba un vestido de color verde fluorescente que lastimaba la vista.

El tío Rosco por otro lado parecía mas un granjero sacado de esas películas viejas que pasaban los viernes por la noche en la televisión. Tenia los ojos pequeños y medio rasgados, iba vestido con un peto de mezclilla desgastado y sucio, sus zapatos pedían a gritos ser reemplazados por otro par. Elliot caminó hacia ellos como esperando que de pronto otra familia con el mismo cartel apareciera. Eso no sucedió.

ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora