—Deja de decir estupideces, Char.
—¿Pero qué otra cosa se puede hacer? ella es la única que sabe cómo salir de aquí.
—No te vas a ir a meter donde esta esa loca, piensa en otra opción, eres más lista que esto.
La joven baja la mirada sin saber que responder a eso. No tenían tiempo para armar un plan demasiado elaborado, Georgette tampoco era de las personas que esperaría pacientemente a que la atacaran, no, ella tenía prácticamente todo a su favor, era consciente de que sin su ayuda no lograrían que las puertas de elevador se abrieran. Parecían estar en un callejón sin salida.
—Pero en parte tiene razón – murmura Max mirando a su alrededor – no se puede salir de aquí sin tener que lidiar con Georgette, ella es la única que conoce el código de acceso y esa es una información que no va a decir – hace una pausa – pero tampoco es como si pudieses obligar a hablar, en tu estado te sometería rápidamente, este idiota está más muerto que vivo y yo son un completo inútil en una pelea mano a mano. No es muy inteligente correr directamente a la boca del lobo.
—Seguimos sin una solución a todo esto – suspira Charlotte.
—Podríamos ir y tomar su credencial de maestra – sugiere Max encogiéndose de hombros – de seguro la tiene en su habitación, por algún lado.
—¿Su qué? – pregunta la rubia confundida.
—Este – Max saca una tarjeta blanca de su bolsillo, una que parecía ser de crédito, pero que solo poseía su nombre, piso y cuatro números grabados — se le da a cada maestro como identificación.
—Con que era para eso – menciona Elías mirando curioso aquel trozo de plástico.
—¿Tu no tenías una? – Charlotte no logra evitar preguntarlo.
—Yo perdí la mía el primer día.
La joven lo observa desconcertada por unos segundos ¿y en verdad podía decir algo como eso con tanto orgullo? Pero luego recordó que se trataba de Elías, así que lo dejó pasar, no era momento para discutir cosas sin sentido, ya que al menos ahora tenían una manera de abrir las puertas de elevador. Si las suposiciones de Max eran correctas, solo era cuestión de encontrar a Georgette y tomar su tarjeta, la cual debería de contener el código que los dejaría escapar ¿pero cuantas probabilidades había de que pudiesen lograrlo? Era muy complicado el poder hacer un plan que no tuviese fallas, más aun cuando tenían la presión del tiempo sobre ellos. Un solo paso en falso y todo acabaría. Era angustiante el saber que estaban tan cerca y a la vez tan lejos de la salida. Parecía ser un cruel chiste. Tener que lidiar con un piso donde realmente los querían matar, era muy diferente a estar en uno donde se les daba la oportunidad de poder huir. Pero llegado este punto, ya no podían dar marcha atrás, una vez que superaran a Georgette, estarían a un solo piso de su libertad.
Caminaron hasta el final de aquel pasillo, que prácticamente era el último por donde no habían cruzado. No habían dicho ni una sola palabra desde el comunicado que les envió Georgette, pero ya todos tenían una idea de lo que debían de hacer y debían hacerlo rápido, cada segundo perdido era un segundo que estaban más cerca de que el edificio comenzara a resentirse de las detonaciones, y también tenían la constante amenaza de Hannsel apareciera y con solo una orden, lo terminara todo. Elías y Max sabían perfectamente que en estas condiciones no tenían oportunidad con aquel sujeto que nunca llegaba solo, menos aun cuando sus intenciones era ir por Elías. Debían de escapar antes de que él llegara al edificio. Aunque por el momento, decidieron enfocarse por el presente, que era saber qué hacer, con las dos puertas con las que se habían topado y las cuales marcaban el final de su camino.
—Creo que es madera – murmuro la joven dándole pequeños golpes a la puerta que se encontraba a su derecha – pero está con llave — ¿crees que puedes abrirla? – se voltea hacia Elías.
Charlotte retrocedió para dejarle el camino libre a Elías, el cual de una patada rompió el seguro y la madera se astilló, lanzando pequeños fragmentos por todas partes, pero finalmente la puerta se había abierto, azotándose contra la pared por el impacto recibido. Que alguien fuese capaz de hacer tal cosa con heridas tan graves, resultaba muy difícil de creer, pero lo había visto con sus propios ojos ¿Qué acaso ese hombre no tenía limites humanos? En verdad que era alguien que causaba bastante miedo.
Del otro lado se encontraba una habitación muy pequeña, donde no había nada y que estaba completamente oscuro. La luz que llegaba desde el pasillo era la que permitía distinguir el interior, en el cual pudieron distinguir un punto rojo que parpadeaba esporádicamente, a un lado de las puertas metálicas del elevador.
—Un problema menos – dijo Elías pateando una de las astillas tiradas en el suelo – ahora hay que encontrar donde está la loca.
—Está al lado – respondió Charlotte de pie en el umbral de la puerta.
—¿Y cómo lo sabes?
—Escribió su nombre.
Ambos chicos observaron la puerta que se encontraba a la izquierda, en donde efectivamente habían escrito el nombre de Georgette con algo que parecía ser lápiz labial rojo.
—Es verdad – Elías frunció el ceño – pero que letra más fea, casi tanto como la tuya.
—¡Hey! – Charlotte se cruza de brazos y desvía la mirada – eso es verdad, pero se siente feo que te lo digan.
Se escucha otra interferencia proveniente de los altavoces, los cuales se estabilizan cuando la voz de Georgette vuelve a oírse.
—En verdad que son unos niños desastrosos, no es para nada educado el andar rompiendo cosas que no son suyas – suspira – pero al menos lograron encontrar el elevador ¿no están felices? Además la linda Charlotte aún sigue con ustedes. Hagamos un trato, ustedes me entregan a la chica y yo les permitiré divertirse en mi piso, es más, les permitiré elegir sus juguetes, podrán descansar un poco mientras esperan a que Hannsel llegue ¿no les parece un buen trato? No quiero ponerme demasiada ruda con ustedes, así que Charlotte, ya sabes dónde encontrarme.
La transmisión se corta, dejando a los chicos nuevamente en silencio. Realmente Georgette mostraba una intensa obsesión por la joven rubia, que simplemente se quedó mirando la puerta que se encontraba a unos cuantos metros de distancia. Este juego de no poder hacer nada, ya comenzaba a frústrala, pero sabía perfectamente que no podía a forzar a Elías que siguiese esforzándose como la había estado haciendo hasta ahora. Habría sido tan sencillo si él fuese capaz de encargarse, pero eso, ya no era posible, solo estaba en las manos de los otros dos el poder hacer algo al respecto.
—En verdad creo debería ir donde ella – menciona Charlotte por lo bajo.
—Que no — le dice cortante – esa tipa es rara.
—No parece ser diferente a las mujeres del barrio rojo, incluso este piso es muy similar a las vitrinas que hay allí.
—Primero que nada ¿Cómo es que conoces ese sitio? Segundo, Ámsterdam es más bonito que esto – se cruza de brazos — ¿Qué no entiendes que esa loca solo te quiere para poder venderte? Aunque no entiendo quién podría pagar por ti.
—¡Hey!
—En verdad que ustedes dos son despertante – interrumpe Max caminando hacia el elevador – para alguien como Georgette, Charlotte represente una gran suma de dinero rápido, en lugar como este, pagarían más de lo que ofertarían en cualquiera de los otros pisos.
—Eso no tiene sentido – dice sin entender.
—Eso es porque eres idiota. Es más, en este mundo existen las personas lentas, las personas retrasadas y luego estás tú. Una chica con las características de ella es una mina de oro para el negocio de la prostitución – se detiene y presiona unos números al azar en el panel numérico, con inútiles resultados – solo piénsalo, chica menor de edad, blanca, en buen estado físico, sana, bonita y probablemente virgen ¿Por qué eres virgen, no? – se gira hacia Charlotte.
—Sí lo soy.
—¡No le respondas esas cosas! – Gruñe Elías — ¡¿Si te pregunto de color son tus bragas, también me lo dirás?!
—Son rosas.
—¡Que no me lo digas, por un demonio! – Se lleva una mano a la cara – en verdad no necesitaba saber eso.
—Pero tú lo preguntaste – dice la joven confundida – haces preguntas muy raras.
Elías se da la media vuelta, mientras que Charlotte simplemente observa su espalda por un momento. Parecía que realmente se había molestado por algo que había dicho, pero no estaba segura de que, por lo que se giró hacia el pasillo y suspiró por lo bajo. Estaban perdiendo demasiado tiempo en cosas absurdas, el edificio se había estremecido un par de veces desde que se encontraban en ese lugar ¿Cuánto más iban a estar sin hacer nada? Si Georgette tenía la manera de salir de allí, tenían que ir por ella, no había otra opción para que las puertas del elevador se abrieran. Prácticamente ella tenía la invitación para ingresar a lo de Georgette, pero Elías se negaba rotundamente a permitirlo, él tenía sus propias razones para no querer que Charlotte estuviese cerca de ella ¿pero qué otras opciones tenían? Max les había brindado una pequeña esperanza de como poder salir, pero si nadie lo intentaba entonces sería una información inútil. La joven miró por sobre su hombro a los otros dos chicos que se encontraban frente al elevador, dándole la espalda. Sabía perfectamente que era una estupidez, y que probablemente Elías se podría como loco, pero ya no tenían más opciones ni tiempo para hacer algo mejor. Por lo que disimuladamente se quitó el bolso y la chaqueta que Elías le había prestado. Quedando cubierta solo por aquella delgada bata rasgada, la cual apenas si le cubría sus piernas. Sabía que si llevaba alguna arma con ella, Georgette la vería al instante, porque ya no tendría en donde ocultarla, así que la decisión que tomó fue completamente arriesgada.
Salió dando pequeños pasos para no ser oída y regresó hacia el pasillo, en donde aceleró su paso y corrió hacia la puerta con el nombre escrito en ella y entró antes de alguien pudiese detenerla. Elías simplemente pudo mirar como aquella chica volvía alejarse de él.
Una habitación bastante amplia fue la que le recibió, tenía una luz agradable a la vista y que hacía que todo se viera mucho más apacible. Por un segundo le recordó el estar en la habitación de Cathleya, solo que aquí la decoración era distinta, con colores más oscuros y un aroma que era una mezcla entre tabaco y alcohol de algún tipo. Charlotte se quedó quieta, observando con cuidado todo aquello que le rodeaba. No podía confiarse a pesar de lo tranquilo y reconfortante que lucía todo, tenía que recordar que se encontraba en los dominios de un maestro de piso, aquí cualquier cosa podía pasar. Se mantuvo atenta y con la guardia en alto, mientras ocultaba sus manos detrás de su espalda. Dio un pequeño suspiro, examinado cada centímetro de aquella habitación, los cuales no resultaban tan desagradables, pero sí muy incomodos de ver, sobre todo aquellas imágenes sexuales explicitas colgadas en los muros. Por alguna razón esto le recordó a la primera vez que tomó prestado la laptop de Víctor. Charlotte negó con la cabeza, no era el momento de divagar en esas cosas. Charlotte tampoco era una niña tan inocente como para no saber cómo funcionaba todo el negocio de Georgette, sabía perfectamente de que se trataba y que es lo que esperaba conseguir. Pero en el fondo sentía asco, tanto por lo que se hacía, como por ella misma. Porque aquel lugar sí le resultaba familiar y eso era porque ya lo había visto antes, solo por algunos segundos y por simple error de dirección, ella había visto lo que sucedía en ese sitio al momento de ingresar en línea hace ya tanto tiempo. Era casi irónico que la simple curiosidad de un grupo de amigos, la había traído directamente al infierno de aquellas imágenes. Se sintió estúpida por no haberse dado cuenta antes, de la verdad de aquellos a los que llamaban “Los Ojos” algo tan simple, que le daban ganas de ponerse a reír.
—Así que esto es lo oculta el cuarto nivel de la red – hizo una pausa – no me esperaba que esa URL fuese correcta, no me esperaba que realmente el Charter Web fuese así de retorcido.
La joven cerró los ojos por un instante y recordó su travesía por todos aquellos pisos, todas las cosas que tuvo que ver, todas las cosas que tuvo que sufrir… todas las cosas que se vio obligada a hacer, todo aquello, para el disfrute de personas que observaban desde el otro lado de la pantalla. Todo era un macabro espectáculo para aquellos que podían pagar por la membresía. La joven dio un suspiro. Realmente estaba mucho mejor sin saber nada de aquello que llamaban red profunda. Incluso en aquella ocasión solo fue su curiosidad la que la llevó a ella y a otros amigos a husmear donde no debían, ninguno de ellos se imaginó que lograrían acceder a algo tan bizarro como aquello. Ella ya ni siquiera podía recordar cuando había sido eso, solo recordaba que se encontraba en la escuela, una tarde en la que no tenían nada que hacer.
—Habría sido mejor estudiar – se lamentó por lo bajo.
Incluso si en ese entonces no se trataba del mismo edificio, el crimen y la brutalidad era las mismas.
El sonido de una puerta abriéndose, capturó la atención de la joven, quien de inmediato se puso en alerta, viendo como una voluptuosa mujer salía desde una de las habitaciones interiores. Sus tacones rojos resonaban a cada uno de sus pasos, el movimiento de sus caderas era casi hipnótico. Una mujer hermosa por donde se le mirase y con una ropa que dejaba poco a la imaginación ¿esa era Georgette? Pensó la joven sin quitarle la mirada. No sabía que tenía planeado hacer, por eso era mejor estar preparada para cualquier cosa. La mujer de elegante sonrisa se detuvo a unos cuantos pasos de la joven, apoyándose sobre uno de los muebles donde guardaba botellas de vino en perfecto orden. La mujer le dio una probada a su cigarrillo para luego dejar escapar delicadamente el humo.
—Miren nada más, he aquí la manzana de la discordia – sonríe — ciertamente eres muy bonita, como una muñeca aunque parece que el camino no te ha tratado muy bien. En tu fotografía lucias mejor, pero tampoco es algo que no se pueda arreglar – Georgette frunce ligeramente el ceño – Aunque esa fea herida en tu rostro es un problema ¿Quién fue el pedazo de bestia que se atrevió a dañar tan bonito rostro? Es imperdonable. Si te queda una cicatriz hará que tu valor baje.
Charlotte se mantiene impasible mientras juega nerviosa con sus manos tras la espalda. Aquella mujer frente a ella tenía algo que la volvía desagradable, pero no podía identificar que era. Se obligó a si misma a mantener la calma. No podía arruinarlo ahora, esta era su única oportunidad de salir de aquel piso. La joven se volteó sutilmente para mirar la puerta detrás de ella, la cual permanecía cerrada con un seguro electrónico. No parecía algo difícil de abrir, pero si hacia un mal movimiento Georgette podría reaccionar de mala manera y no necesitaba lesionarse más de lo que ya estaba. Maldijo para sí misma.
—¿Eso es todo lo que vas a decir? – preguntó indiferente.
—Pero que voz más delicada tienes, eres adorable, a pesar de que dijiste algo muy grosero – la mujer sonríe y saca una daga desde uno de los cajones del mueble – tengo clientes que adoran hacer gritar a jovencitas con ese terno tono de voz, ya sabes el cuerpo de una adolecente y la inocente voz de una niña indefensa.
—Así que solo me entregarás como un trozo de carne al mejor postor – lo dice como una afirmación – me das asco.
La mujer deja escapar una carcajada.
—Lo siento, no puedo evitar reírme, es que Elías me dijo algo similar y me pareció tan tierno, a pesar de que se ve tan rudo e intimidante, es muy fácil ponerlo incomodo – la mujer se relame los labios – eso realmente me excita — Charlotte hace una mueca. Ahora entendía porque aquella mujer le había provocado desagrado – muy bien mi pequeña, ahora necesito que te quites esos harapos, necesito comprobar que no tengas marcas feas que disminuyan tu valor. A mis clientes no les gusta la mercancía defectuosa y con esa piel tan blanca debo de ser cuidadosa, se dañaría ante cualquier golpe.
Charlotte retrocedió un paso cuando Georgette se acercó. Permitir que la tocara no estaba dentro de sus planes, así como tampoco quitarse la ropa frente a un extraño. El solo pensarlo le producía nauseas, pero no podía ser demasiado obvia frente a esa mujer, la cual tenía un arma en su mano y que además era mucho más alta que la joven rubia que prácticamente tenía pocas posibilidades de ganar en una pelea. Tenía demasiadas lesiones como para intentar algo tan directo y des armada. Haber traído consigo la pistola o un cuchillo habría sido la opción más lógica, pero necesitaba hacer que Georgette se confiara y bajara la guardia, solo necesitaba esa pequeña brecha de distracción para que pudiese hacer algo al respecto, necesitaba seguirle el juego y hacerle seguir creyendo que ella tenía el control de todo. Mientras la siguiese mirando como una niña indefensa, todo sería de acuerdo a su plan. La mujer levantó su mano y apunto a Charlotte con la daga. La joven ya no tenía forma de seguir retrocediendo, se encontraba a pocos pasos de chocar contra la pared. Eso era todo. La rubia levantó primero su mano derecha, la cual estaba vendada para contener la fractura que había sufrido y cuando Georgette estuvo lo suficientemente cerca, Charlotte levantó su otra mano, la cual tenía sujeta una jeringa que no dudo el clavar en el cuello de Georgette, introduciendo todo el líquido que contenía. La mujer entre su sorpresa y desesperación golpeó a la muchacha con el dorso de su mano en la mejilla, con tal fuerza que fue capaz de derribarla. Se quejó por lo bajo al sentir el impacto contra el piso, mientras que Georgette se quitaba la ajuga clavada a su cuello.
—¡¿Pero qué mierda es esto?! – maldice frenética.
—Una concentración sin diluir de epinefrina – balbucea la joven reincorporándose con sus brazos temblorosos – te sentirás agitada por un momento… pero no va a durar mucho… el corazón humano no resiste tanta adrenalina sin tener consecuencias a corto plazo.
Por primera vez el perfecto rostro de Georgette se deformó en una expresión de ira, en una que planeaba desatar sobre la joven que seguía en el suelo, quien pudo ver los deseos de matar reflejado en los ojos de aquella mujer que se abalanzaba con el puñal en su mano. Charlotte rodó hacia un lado para poder evitar el ataque, el cual solo consiguió hacerle un corte en la parte frontal de su muslo. Apretó los dientes soportando el ardor y se obligó a ponerse de pie. Incluso si estaba cansada, incluso si sentía que no podía dar ni un solo paso más, no podía darse por vencida. Debía resistir hasta que aquella inyección hiciese efecto, pero no podía asegurar de cuanto tardaría, y lo más probable es que no fuese algo letal, pero si conseguía derribarla sería suficiente.
Un nuevo ataque obligó a la joven a moverse demasiado rápido para que su lesionado cuerpo lo soportara. Un dolor que recorrió todo su torso la paralizó por completo. Sus costillas rotas cobraban factura de una manera demasiado brutal. Apenas logró apoyarse contra la pared para no caer, pero se encontraba completamente indefensa mientras que Georgette se aproximaba peligrosamente con el arma en la mano. Para Charlotte, el simple hecho de enfocar la mirada era un suplicio, todo se veía demasiado borroso para distinguir lo que sucedía. Sollozó por lo bajo sintiendo el crujir de sus costillas al momento de tener que moverse. Era un dolor tan devastador que simplemente no la dejaba concentrarse en nada más. Se apoyaba con una mano contra la pared para lograr tener algo de estabilidad, forzaba a sus piernas para que se movieran, a pesar de que cada célula en su cuerpo le suplicaba que se detuviera, que ya no podía seguir soportando todo ese castigo. Ella estaba consciente de que pronto su cuerpo se daría por vencido, por eso tenía asegurarse de lograr abrir aquella puerta, una que estaba a pocos pasos, pero que es su condición parecía una brecha demasiado grande. Mordió su labio y estiró su brazo para alcanzar aquel botón blanco. Sus dedos acalambrados apenas tuvieron la fuerza para presionarlo y al hacerlo, toda la fuerza que le quedaba se desvaneció, ya no fue capaz de mantenerse en pie y cayó de rodillas contra la cerámica, mirando de reojo como Georgette se abalanzaba sobre ella, totalmente frenética y armada con aquella daga, la cual se detuvo de golpe a centímetros de su cara.
—¿Pero cómo… es posible? –murmuró Georgette mirando la mano que la sostenía de la muñeca, impidiendo moverse.
Charlotte levantó la mirada hacia Elías, quien se encontraba frente a ella, interponiéndose entre el ataque de Georgette y la joven que se encontraba arrodillada, pero antes de que él pudiese hacer alguna cosa, la mujer entornó los ojos quedando en blanco y cayendo como peso muerto.
Finalmente la inyección había hecho efecto, incluso si no llegaba a ser letal había sido lo suficientemente potente para provocarle una arritmia cardiaca. Pero si incluso Georgette se encontraba desvalida en el suelo, no fue impedimento para que Elías terminara con su existencia dándole un certero tiro en la cabeza. La joven rubia cerró instintivamente los ojos por la sorpresa del disparo.
—¿Elías...?
—¡¿Pero qué demonios es lo que sucede contigo?! – Grita furioso volteándose hacia la joven — ¡Te dije que no vinieras y aun así lo hiciste! ¡¿Tanto deseas morirte?! ¡Si es así yo mismo puedo matarte!
Charlotte apuña sus manos sobre sus rodillas.
—No… no es eso… yo no…
—¡No podrías haber sido más idiota que esto! ¡Recibí una maldita puñalada por ti! ¡¿Y ahora simplemente corres para que te maten?!
—No… — Charlotte agacha la cabeza cuando las lágrimas comienzan a desbordarse de sus ojos – lo siento… lo siento… lo siento… yo solo… trataba de serte útil…
Elías apuña las manos a sus costadas mientras desvía la mirada.
—No sea tonta, no hay nada útil en que te mueras, si te mueres ¿Qué sentido tiene hacer todo esto?
Charlotte lo miró sorprendida por un momento y luego bajó la mirada hacia sus manos, sin ser capaz de responder a su pregunta. Había sido demasiada impulsiva, sabía perfectamente lo que pasaría si las cosas fallaban ¿entonces por qué? Simplemente no quería que él siguiese lastimándose ¿acaso era tan malo? ya se había hecho una idea de que podría enfadarse por actuar por su cuenta, pero no se esperaba a que la regañasen. Nunca antes alguien la había regañado, por lo que no sabía cómo actuar al respecto.
La joven se acomodó para poder sentarse en el suelo y abrazar sus rodillas, mientras que Elías apoyó la espalda contra la pared a un lado de ella. En silencio, observando furtivamente el cuerpo inerte de Georgette. La rubia no dejaba de pensar que pudo haberla matado en cualquier momento, aquella mujer lo tenía todo a su favor y aun así terminó perdiendo, mientras que Elías de alguna manera lograba invertir una situación desfavorable. Aquello no se trataba de suerte, incluso si parecía que actuaba de manera imprudente siempre terminaba ganado ¿Cómo era aquello posible? Pensó la joven mientras lo observaba de reojo. Todos aquellos que se daban por ganadores, nunca vieron como él cambiaba el juego que estaban jugando. Parecía haber una brecha demasiado grande entre los jugadores de este edificios y Elías ¿acaso por eso les llamaba novatos? La diferencia entre un verdadero asesino y alguien que solo juega a hacerlo. Hasta el momento todas las veces en que Charlotte se había visto frente a frente a enemigos, estos siempre se tomaban su tiempo para hacer sus cosas, Elías fue el único que no dudo ni en un segundo en atacarla cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. La joven abraza sus costillas al recordarlo. Él no pensaba al momento de matar a alguien, sin importar de quien se tratara, lo mataría si era necesario hacerlo. Estaba claro de que ella nunca tuvo una verdadera oportunidad de poder matarle.
—Gracias por no haberme matado ni dejar que otros me mataran – murmura por lo bajo.
—Si te morías no habría tenido ni puta idea de cómo salir de aquí.
—Puede ser, pero, también lamento que te hayan apuñalado por mi culpa.
—Pues deberías de sentirte mal, me dolió como el demonio – se queja – ahora por tu culpa no voy a poder comer por solidos por un buen tiempo.
La joven inclina la cabeza hacia un lado.
—Ahora lo que lo mencionas, creo que aun te debo tu sándwich.
—¡AH! Es verdad ¡Dame mi maldito sándwich!
—¿Cómo se supone que saque uno de esos en este lugar? Tendrás que esperar a que salgamos de aquí.
—Ahg. Te detesto, ahora tengo hambre.
Charlotte no puede evitar sonreír por lo bajo, se le hacia difícil entender como alguien podía pensar en comer en una situación como esta, y más cuando se tenía literalmente un agujero en el estómago.
Pasaron varios minutos en completo silencio, mientras ambos se tomaban un pequeño descanso de sus lesiones, por lo menos ahora tenían el aliento de que ya solo quedaba un piso el cual superar, luego de eso serían libres. Aún tenían tiempo, aún tenían algo de esperanza.
Max, quien se había adentrado en la habitación para ir búsqueda del código, apareció desde uno de los cuartos interiores, al mismo tiempo que el piso volvió a temblar, pero de esta vez de una manera un poco más violenta que antes. Las detonaciones eran cada vez más seguidas y fuertes. Si querían alguna oportunidad de salir con vida, tenían que hacerlo ahora. El chico con marcadas bolsas oscuras bajo sus ojos se acercó a ellos, mostrando el manqueo producto del disparo que había recibido. Era solo un pequeño agujero en su muslo, pero que no había dejado de sangrar desde entonces.
—¿La encontraste? – preguntó Charlotte mientras dirigía su atención a él.
—Supongo que fue un golpe de suerte – señala mostrando la tarjeta blanca – ya podemos bajar a la primera planta.
—Ya era hora – Elías se reincorpora y se cruza de brazos – este lugar ya me tiene arto — Max se guarda la tarjeta en el bolsillo y camina hacia la salida. Incluso alguien como él parece aliviado de poder salir de aquel lugar. Charlotte apoya sus manos en el suelo para poder levantarse, pero sus piernas temblorosas la hacen caer de rodillas nuevamente — ¿Qué estás haciendo? Hay que irnos.
—Lo sé – murmura por lo bajo.
Aunque ella estaba consciente de lo que debía hacer, su cuerpo parecía no ser capaz de seguir soportando tanto esfuerzo.
—No te quedes ahí, vamos.
La joven levanta la mirada, solo para encontrarse una mano extendida frente a ella. Sus azulados ojos parecen dudar por un segundo, pero al final la acepta. Ella sonrió tenuemente y en casi un solo movimiento la puso de pie, aunque sus piernas continuaron temblando debido a la fatiga. El tener que dar un simple paso era todo un reto, pero aun así la joven se esforzaba por seguir adelante, luchando por mantener el equilibrio de su propio cuerpo.
—Esto nos va a tomar toda una vida – regaña Elías esperándola en el pasillo, mirando como la joven continua apoyada contra la pared.
—Lo siento.
—¿En serio puedes hacerlo?
Sí.
Hay un instante de silencio.
—Continúas sin avanzar.
—Lo sé.
—¡Joder! ¡Si no puedes hacerlo, solo dilo!
—Pero… — hace una pausa en donde baja la mirada – tengo que intentarlo…
Perdiendo la poca paciencia que le quedaba a Elías, se devuelve hacia la chica y la toma de la cintura para cargarla debajo de su brazo como si fuese un costal. Charlotte ahoga un pequeño sollozo por la repentina acción, pero no sabía si era por la sorpresa o por el hecho de que sus costillas tronaron levemente al ser presionadas.
Probablemente fue una combinación de ambas cosas.
—Ustedes tardan una eternidad, si no fuera tan cobarde para enfrentarme a Cerberos yo solo, ya los habría dejado atrás – murmura Max de pie a un lado del elevador.
—Cállate, ese no es mi problema.
—¿Ese tipo es el maestro del siguiente piso? – pregunta Charlotte aun estando siendo cargada por Elías.
—Por desgracia lo es, es amigo del retrasado ese.
—Tks. Bastardo – maldice entre dientes.
—¿Amigo? – pregunta la joven curiosa.
—NO le hagas caso, ese desgraciado no es mi amigo, solo es un idiota lame culos de Hannsel que no soporta que le ganen. No te preocupes por ese perdedor, lo mataré en un instante.
—No es él quien me preocupa, idiota – murmura para sí misma.
Max ignoró la fastidiosa discusión de los otros dos y se limitó a marcar los números grabados en aquella tarjeta de plástico blanco. Era un completo alivio que Georgette aun lo conservara, no era algo demasiado valioso una vez que se aprendían los dígitos de memoria, y la mayoría de los maestros las incineraba como una forma de prevenir de que alguien la obtuviera. Puede que incluso alguien tan lista como aquella mujer, haya cometido ciertos errores, la confianza en exceso solo podía terminar de esa manera. Aunque seguía pareciendo un mal chiste en comparación a todo el infierno por el cual habían pasado hasta ahora. Más dejó escapar un suspiro. Por lo menos se trataba de un problema menos. Presionó los cuatro botones correspondientes y las puertas blindadas se abrieron. Aquello era parecido a ver la luz del sol tras una tormenta. Ya estaban un paso más cerca de que todo terminara. Los tres chicos ingresaron al elevador.
Elías dejó a Charlotte en el suelo, mientras que él se apoyó contra la pared del elevador. Max se mantuvo a un lado y la joven se quedó de pie frente al chico de ojos dorados.
—¿En verdad puedes ganarle? – pregunto la joven en voz baja — ¿Acaso sabes cómo es ese piso?
—No tengo idea de cómo es ese lugar porque nunca he ido – dice bastante confiado – pero está bien, conozco a ese idiota, ya le gané como un millón de veces antes, será sencillo.
—¿En serio?
—Por supuesto.
—Pero está herido.
—No importa, si las cosas se ponen muy malas los usaré a ustedes dos de carnada mientras yo huyo.
—¡Elías!
—Jajaja. Y hasta te lo crees.
La chica da un suspiro de molestia.
—No fue divertido.
—Para mí sí.
—Eres cruel – Charlotte desvía la mirada hacia otro lado. No estaba muy segura de que Elías estuviese tan tranquilo con respecto a lo que se venía ¿en verdad todo estaría bien? No es como si ella dudase de lo bueno que era haciendo su trabajo, después de todo gracias a él habían llegado hasta este punto, pero aquello les había traído graves consecuencias. Ni siquiera alguien como Elías podía ignorar las graves lesiones de su cuerpo. Sentía dolor, pero por alguna razón nunca lo demostraba y sin duda se encontraba exhausto. La joven se sentía culpable de tener que depender tanto de él, de tener que hacer que solucione este tipo de problemas. Saber que podía volver a lastimarse gravemente hacia que su pecho le doliera – por cierto – murmuro para distraerse de su agobiante molestia mental — si nos dirigimos al primer piso ¿no sería lógico que todas las personas que vienen aquí tengan que pasar por este lugar?
Max inclinó la cabeza hacia un lado.
—No. Prácticamente nos encontramos en una zona de juegos. En cada piso hay zonas que no se pueden traspasar de ninguna forma – hace una pausa – en este edificio hay dos entradas, la zona de evento, que es donde estamos y la zona privada que solo se ingresa rodeando el edificio y entrando por otros elevadores. Son zonas separadas por muros de concreto. Míralo de esta manera, en el edificio existe la zona A y la zona B que funcionan de manera independiente.
Charlotte se toma un momento para procesar aquella información. Básicamente ellos se encontraban en la parte diseñada para trabajar con este tipo de cosas, todo aquel estaba diseñado para sus macabros juegos, con razón era tan complicado hacer que los elevadores funcionaran correctamente y solo pudiesen bajar un piso a la vez. Mientras que en la otra zona todo funcionaba como un edificio normal por así decirlo.
—Entonces ¿también necesitaremos de un código, para abrir las puertas que llevan hacia la salida? –preguntó por lo bajo.
—Como también es una zona de juego, es lo más probable.
—Joder ¿es que esta porquería nunca se acaba? – se queja Elías inclinando la cabeza hacia atrás.
Charlotte lo mira por un momento y sonríe. Elías parecía más alguien aburrido que alguien cansado, pero era entendible que quisiera terminar con todo esto él regresaría a donde fuese que tuviese pensado irse y ella. Charlotte hiso una pausa en sus propios pensamientos al caer nuevamente en la realidad que se encontraba. Las cosas ya eran demasiado diferentes a como había llegado al principio, no había forma de poder pasar por alto algo como eso. Incluso si aún se veía como algo vago en su mente, Charlotte era consciente de todas las cosas que había hecho, no solo el asesinato de su hermano mayor, también de todas esas personas que vinieron antes que él, a las cuales mató por el simple hecho de poder hacerlo, no habían escusas para ella… solo fueron celos. Charlotte apretó la correa del bolso entre sus manos. Nunca se había dado cuenta de su obsesión hacia Víctor hasta que ya era tarde. Querer tanto a una persona hasta el punto de matarla para que nada pueda volver a lastimarla. En el fondo, sabía que eso era una completa locura ¿a cuántos más habría matado por los mismos motivos? Alguien como ella era un peligro para las otras personas, alguien que había causado tanto daño como ella, ya no tenía un hogar al cual regresar. Ya no sería capaz de ver los rostros del matrimonio Evergarden sin sentir todo el peso de la culpa, no podría sonreír sabiendo que fue ella quien destruyó una de las cosas más valiosas que ellos tenían. Sin importar el motivo por el cual lo haya hecho, no cambiaba que fuese una asesina a sangre fría. Volver con los Evergarden ya no era una opción.
Una vez fuera de aquel edificio, ella estaría completamente sola.
La joven levantó la mirada hacia Elías y lo contemplo por algunos segundos. Pero tal vez no regresar con ellos no era tan malo.
—Elías – murmuró por lo bajo captando la atención del chico.
—¿Qué pasa?
—Bueno… es que… quería pedirte un favor… si es que no te molesta… — bajó la mirada ocultando el rubor de sus mejillas.
—Si no me lo dices no voy a saber si me va a molestar o no.
—Es que… quería decirte que tú me… — se detuvo a media frase y guardó silencio por algunos segundos – no… no es nada, olvídalo – murmura con un cierto tono de derrota.
—¿Ah? ¿Qué fue eso? Ya dilo de una vez.
—No, no es nada importante.
—Entonces no digas cosas a medias, hora me has dejado con la duda – se queja cruzándose de brazos – no es justo, yo siempre te digo todo.
Max observaba en silencio pensando: que lento es este tipo”
—Si quieres saberlo – murmura sonrojada – te lo diré cuando estemos fuera de este edificio.
Elías hizo una mueca, pero simplemente lo dejó pasar. Ya sabía que la chica frente a él era un tanto extraña, pero ahora parecía actuar mucho más extraño de lo normal. Pero así era ella y eso de cierta manera le parecía bien, porque no la convertía en alguien aburrida.
El elevador hizo un pequeño movimiento al momento de llegar a su destino. Finalmente ya se encontraban en el piso final. Las pesadas puertas se abrieron y el sonido de dos disparos se escuchó mucho antes de que alguno pudiese hacer algún movimiento. La sangre se hizo presente casi de forma inmediata. Max presionó su abdomen y cayó de rodillas al suelo mientras que el líquido rojo se escaba por entre sus dedos. Elías instintivamente observó los ojos de Charlotte, unos que parecían consternados y que llenaban de lágrimas a medida que se cerraban lentamente. El cuerpo de la joven perdió rápidamente su fuerza y simplemente se desplomó hacia adelante, chocando su cara contra el pecho del hombre que tenía enfrente, quien la sostuvo evitando que cayera al suelo. Rodeó la menuda espalda de la chica con su brazo, sintiendo como su mano era completamente empapada y al revisar, pudo ver aquel brillante líquido rojo que se deslizaba por su piel.
—… Hey, Char, despierta… ¡¿Char?!...
Pero no hubo ninguna respuesta a sus palabras, el cuerpo de la joven perdió toda firmeza y permanecía como una triste marioneta a le que le habían cortado sus hilos.
—Vaya mierda – pronuncio una voz con cierto desagrado en su voz – te estaba apuntando a ti, no me esperaba que esa perra estuviese en el medio. Que desperdicio de bala.
Elías y Max levantan la mirada hacia el joven hombre que sostiene el revolver en su mano. La expresión del chico de ojos dorados pasó de consternación, a una furia proveniente de todos los infiernos.
—Cerberos – pronuncio entre dientes y con profundo odio.
Ya se viene el ultimo capítulo y el epílogo, ustedes sufran un rato >:3
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13 Pisos
Mystery / ThrillerUn lugar cuya ubicación es desconocida, un grupo de personas sin escrúpulos se reúne para realizar cosas atroces, solo se necesita tener dinero y nada de moral para participar en estas actividades ¿Qué es lo que se hace? Algo muy sencillo, se comete...