Capítulo 32: Adiós, Charlotte Evergarden

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Todo era frío y oscuro. Una vaga voz se podía percibir casi a la distancia, como un eco que no se podía distinguir. Y a pesar de que sus ojos se habían mantenido entrecerrados todo el tiempo. fue perfectamente consciente de todo lo que le sucedía; fue consiente de como su cuerpo fue tirado sobre la camilla como si se tratara de un simple objeto, siendo incapaz de poder defenderse cuando fue despojada de su ropa  y cubierta por una prenda, que apenas sentía que ocultaba su delgado cuerpo desnudo. La impotencia que resultaba de que aquellas extrañas manos rozaran su piel, le provocaba nauseas. Los gritos atrapados en su garganta le lastimaban, como si  fuesen a estallar en cualquier momento. Era una sensación absolutamente terrible. No entendía como era que había llegado a eso, no entendía que era lo que sucedía. Pero cuando sintió las correas apretarse en sus muñecas y tobillos, fue entonces que todos sus miedos se dispararon. Su errático corazón dio un golpe cuando la adrenalina llego a él, disipando el efecto de letargo de aquella droga.

Sus ojos azules se abrieron de par en par, solo para encontrarse mirando hacia el techo, donde una muy brillante luz la cegaba y por lo que se vio obligada a girarse hacia otro lado. Fue entonces que observo la habitación en la que se encontraba, una con paredes blancas y que le provocaba un escalofrío, como un extraño vestigios de alguna vieja pesadilla, que de alguna forma permanecía en alguna parte de su cabeza, solo para atormentarla. Su respiración se volvió un acto agitado mientras intentaba levantar sus brazos, pero las correas la mantenían firmemente atada, restringiendo por completo cualquier movimiento. Mordió su labio, callando un grito de angustia al darse cuenta de que no podía liberarse. Aquel nudo en su estómago se sentía como un deja vú, y por primera vez las lágrimas picaban detrás de sus ojos, más no por tristeza, aquello era simplemente terror.

Tengo miedo. No quiero esto. Eran los lamentos de una lejana voz que resonaba en su cabeza. La joven volvió a tirar de sus correas, hasta que el roce termino por herir su piel, haciendo que pequeñas gotas rojas mancharan la camilla. Ahogó su dolor en lo más profundo de sí misma, ya que salir de allí era mucho más importante.

– No hagas eso. No quiero que te lastimes más de lo ya estas – la repentina voz de Daniel, provoco que todo el cuerpo de Charlotte se paralizara. La joven apretó sus puños y contuvo la respiración por un instante – te recuperaste antes de lo que esperaba. No dejas de sorprenderme – añadió con una sonrisa de alguien orgulloso de sus logros.

Charlotte frunció el ceño y se mantuvo seria, de la misma forma que lo haría si observara a un animal venenoso. Que aquel hombre estuviese allí solo provocaba que una avalancha de preguntas, nublara su mente y no la dejaran pensar con normalidad. La joven solo era un manojo de nervios y dudas con respecto a todo ¿Qué estaba sucediendo en ese lugar? ¿Quién era ese hombre de mirada orgullosa? Charlotte recordó la primera vez que lo había visto en el piso 12, en el cual lucia tan diferente, no se veía amenazante ni peligroso, al contrario, aquel chico se veía como una muy buena persona. Como alguien que solo buscaba la salida de ese infierno. Quien hubiese podido adivinar que él sería el mismo demonio.  La joven de cabello rubio, simplemente se sintió como una estúpida en aquel momento. Y ahora ya era muy tarde para hacer algo al respecto. Había sido completamente engañada por aquel sujeto.

Daniel apartó la mirada de ella, cuando la pesada puerta se abrió. Charlotte volteo la cabeza para mirar al otro extraño que ingresaba. Era un hombre de mediana edad, de cabello negro y peinada hacia atrás, quien vestía un impecable traje oscuro a rayas. Sus ojos se posaron furtivamente sobre la joven atada, pero pareció ignorarla. Su semblante impasible llamaba tanto la atención como la cicatriz que cruzaba de un extremo de su mejilla hacia la otra, pasando por sobre su nariz. Dándole un aspecto aún más amenazante.

Daniel sonrió al ver aquel hombre y rápidamente camino hacia él.

– En verdad que te tomaste tu tiempo para venir – comentó Daniel como si hablara con un viejo amigo.

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