Capítulo 23: Sed de sangre

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La sangre recorría como un arroyo por la orilla del pasillo, justo por la canal diseñada para evitar que aquel liquido rojo se acumulara en el piso.

Los jóvenes continuaban con su camino, teniendo cuidado de no llamar demasiado la atención de los hombres que se encontraban en pequeños cuartos procesando la carne. A través de las cortinas plásticas se veía claramente como los cuerpos colgaban en ganchos cual ganado. Mientras que los carniceros cortaban con gracia trozos de carne de las partes más blandas. Las afiladas hojas de los cuchillos se deslizaban como el metal caliente sobre mantequilla, todo con la precisión de alguien que llevaba su buen tiempo practicándolo. Cuando la carne era cortada, era difícil saber que se trataban de un  humano, ya que se veían como cualquier otro filete crudo sobre una bandeja que chorreaba sangre por sus costados. De vez en cuando entraban otras personas de traje blanco a llevarse las raciones, las colocaban sobre un carro de metal y se marchaban, raramente intercambiaban palabras con los robustos hombres que hacían el trabajo sucio. Aquellos tipos de blanco no solo se llevaban la carne, también traían más cuerpos sobre una carretilla, donde los profesionales procedían a desvestir, lavar y luego procesarlo de la misma forma que se hace con un cerdo, extrayéndole todo el contenido del torso, tirándolo en cubetas que dejaban a un lado, y finalmente con la ayuda de poleas y cadenas lo colgaban en el techo para que la sangre terminara de salir.

Tener que evitar todo eso resultaba realmente difícil, no solo porque aquellos sujetos estaban armados con cuchillos y sierras eléctricas, también debían preocuparse de que no llamaran a los guardias y complicaran más las cosas. Los jóvenes tenían un objetivo y era llegar hacia la cocina, la única pista que tenían de cómo salir de aquel infierno, que cada vez les resultaba más y más complicados. Ya no tenían la pequeña ayuda de los otros pisos, no había nada que les dijera por donde ir o cual era la clave para descender por el elevador, prácticamente estaban a ciegas, como si la persona que los había estado ayudando de la nada se hubiese esfumado, o lo que era peor, se hubiese cansado de verles ganar y ahora intentaba derechamente asesinarlos como fuera posible.

Desde un principio Charlotte había entendido que eso de poder escapar era una estupidez, nadie se arriesgaría a dejar ir a alguien que pudiese delatarlos a las autoridades. Aquel edificio no era nada más que un enorme centro de entretención para gente enferma, que solo quería cumplir sus retorcidos fetiches. Pero, por un momento la joven tuvo la esperanza de que podían lograrlo, aunque ahora, aquella esperanza se sumía cada vez más y más en la oscuridad, su determinación comenzaba a flaquear nuevamente ¿habría una forma de volver a ver a su familia? O simplemente se convertiría en otro pedazo de carne para las personas d este piso, aquel pensamiento la deprimía y la hacía perder su concentración de lo que estaba pasando a su alrededor.

– ¿Y ahora por dónde? – la interrumpió el chico a su lado, sacándola de golpe de sus pensamientos.

Se encontraban en una bifurcación, donde un pasillo los guiaba hacia la derecha y otro hacia la izquierda, y sin ningún letrero que les dijera dónde estaban parados.

La muchacha se tomó un tiempo para examinar la situación, si bien no se encontraba con sus cinco sentidos atentos, debía de hacer lo posible para ser de utilidad para Elías, si bien había tenido un cierto grado de paciencia eso no duraría para siempre, si terminaba por concluir que aquella chica ya no podía ayudarle, no dudaría ni un segundo en dejarla atrás o simplemente matarla. Por donde lo mirara, Charlotte se encontraba entre la espada y la pared.

Se veían pequeñas marcas en el suelo, una delgada línea rojiza se desviaba hacia uno de los lados y teniendo en cuenta de que el lugar donde estaban no era el más limpio, eso quería decir que las marcas rojas eran de los carros que salían de aquel lugar, y si los restos que se llevaban eran para el consumo, significaba que la cocina estaba en esa misma dirección.

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