Una tenue sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de aquel hombre, quien mantenía un arma en una mano y un cigarrillo a medio fumar en la otra. La capucha de su sudadera creaba una ligera sombra sobre sus ojos, pero aún se veía el deseo de matar en ello. El cabello castaño que se escapaba por la capucha, le daba un aspecto algo desaliñado. Se veía distinto a la última vez. Era lógico, ya no se trataba de un niño, habían pasado varios años desde la última vez de que Elías lo había tenido en frente, pero el desprecio seguía intacto. El chico de cabello oscuro se mantuvo en silencio, atento a cualquiera de sus movimientos, mientras que en sus brazos continuaba sosteniendo a la joven inerte.
Max había logrado reincorporarse apoyando una rodilla contra el suelo. De su estómago un manantial de sangre brotaba. El líquido rojo caía al suelo, formando un charco rojo bajo sus piernas. Su respiración también se había vuelto agitada, por tratar de contener el dolor que punzaba brutalmente su abdomen. Pero incluso así, su atención se mantenía enfocada en el autor de aquel disparo. Uno demasiado certero, por desgracia. La última batalla parecía haber terminado sin siquiera comenzar. Aquel maestro de piso, había sido mucho más rápido y listo que ellos.
—Es bueno saber que aún me recuerdas, Berserker – pronuncio de manera arrogante y con desprecio – pero me jode el no haberte podido disparar – desvía la mirada hacia Max – y miren esto ¿otro de los miembros de Heathens? A Hannsel le hará feliz saber que pude deshacerme de la competencia, y será un claro mensaje para el maldito de cero.
Max frunció ligeramente el ceño. Se encontraban en un problema bastante serio frente a ellos. Cerberos era otro de los muchos perros de ataque que Hannsel coleccionaba, pero que a diferencia de Elías, no se marchó a ningún lado, permaneció fiel a su dueño, como un buen cachorro entrenado que a la ausencia del alfa, comenzó a subir de nivel para llegar a convertirse en uno de sus asesinos de confianza. Un mero remplazo de su verdadero prodigio. Una sombra demasiado grande para poder vivir. No fue casualidad que lo estuviese esperando. Bajaron la guardia y este fue el resultado. Max tenía una herida en el medio de su estómago que lo hacía desangrarse. Mientras que Charlotte sufrió un disparo directamente en su espalda, lo que había provocado que un hilo de sangre comenzara a caer por su boca.
—Vaya porquería – murmura Max mirando de reojo el reloj de su muñeca – en tres minutos detonan las cargas más grandes – Elías no responde y solo mantiene la cabeza agachada, mientras sostiene a la joven entre sus brazos – no seas idiota, ella aún no está muerta – se queja presionando su hemorragia.
—Pero…
—Los muertos no cierran los ojos, además ella aun respira – hace una pausa conteniendo el dolor de la herida – al menos por ahora.
Elías mira el pálido rostro de la joven rubia. Realmente parecía simplemente estar durmiendo, pero el calor de la sangre que bañada el brazo con la que la sostenía, le regresaba a la realidad. Max tenía razón, ella aún estaba viva pero con una herida como esa, no se podía saber por cuanto, necesitaba ser llevada a un hospital lo antes posible, de otra forma sería demasiado tarde. Su pequeño cuerpo luchaba por mantenerse vivo a pesar de todas las cosas. Era una chica fuerte, más de lo que él hubiese imaginado. Para alguien como Elías, no era extraño ver que las personas terminaran en estas situaciones. Lastimados por cometer errores, pero el error no había sido d ella. El error había sido de Elías hace ya mucho tiempo, por no haber matado a ese sujeto cuando tenía que hacerlo. Por eso los asesinos no debían de dejar los asuntos pendientes, ya que tarde o temprano el pasado siempre los alcanzaba. Incluso si en esta ocasión la bala no le había dado, se sentía doloroso, de alguna manera habían logrado herirlo.
—Ese cabrón – maldijo por lo bajo – Hey, inútil, hazte cargo — le ordena a Max haciéndole entrega de Charlotte – si algo le sucede, te arrancaré la puta cabeza.
Max observó furtivamente a Elías y luego a la chica que había dejado a su lado. Nada aquí parecía tener buena pinta. Estaban en el último nivel, frente a la única barrera que se interponía en su libertad. Parecía algo sencillo al ser tres contra uno, pero el problema era que ninguno se encontraba en buenas condiciones. Estaban en completa desventaja frente a alguien armado y en pleno estado físico. A aquel maestro solo le bastaría con presionar nuevamente el gatillo para que todo terminara. En estas circunstancias, ni siquiera Elías parecía tener oportunidad de ganar, pero de los tres, era el único que lograba mantenerse de pie y continuar ¿Cómo era que podía seguir soportando tanto castigo? Era un completo enigma para quien estuviese mirando. Era inútil el intentar detenerlo cuando algo se le metía a la cabeza. Por lo que Max simplemente guardó silencio y lo dejó actuar a su manera. Después de todo no había otra opción, el tiempo se acababa, tanto para el resto de detonaciones como para que Hannsel y todo su sequito apareciera, y si eso sucedía. Sería un fin del juego para todo. Pero más que nada sería el final para la joven que luchaba por respirar. Cada minuto podía ser el último para ella.
—Vaya tontería – murmura Max por lo bajo – si te mueres le llevaré la chica a cero como regalo.
Al abandonar el elevador, Elías observó furtivamente el lugar en el cual se encontraba. Un pasillo amplio y tonos marrones. Ese sitio se le hizo molestamente familiar. Los barrotes metálicos y la terrible iluminación en aquellas celdas. Era como estar de nuevo en prisión, una cesación a la que jamás se puede acostumbrar, pero a pesar del desagrado, se mantuvo impasible, avanzando con paso firme hacia el hombre con la capucha que se mantenía inmutable al otro extremo del corredor. El arma continuaba en su mano, pero no apuntaba a nada, solo esperaba a que aquella distancia se acortara. Se notaba un ligero atisbo de impaciencia en su rostro. A pesar de aquellos hombres aparentaban la misma edad, existían diferencias en cuanto al estado en el cual se encontraban. El maestro de piso se mostraba fuerte y listo para atacar; Elías tenía todas las secuelas producto de todo ese infierno. Estaba cansado, herido y su vista se había vuelto más borrosa que antes, pero demostrar su mal estar no era una opción para él, tenía que continuar y asegurarse de derribar al último obstáculo que tenían en su camino. Tenía que ignorar todo lo demás, el piso manchado de sangre, el olor a putrefacción que flotaba en el aire y los contantes lamentos de quienes se encontraban encerrados tras las rejas, pudriéndose lentamente. Lo único importante ahora era eliminar. Pero para Elías todo continuaba siendo un asco, aquel sujeto continuaba teniendo los mismos desagradables gustos desde la última vez que lo había visto.
—Hannsel me ordenó que no te matara si llegaba a encontrarme contigo – chasquea de manera altanera guardando el arma en su bolsillo – A pesar de todo el desastre que causaste, mataste a tantos, le arrancaste un ojo a Hannsel y aun así continuas siendo su favorito – añade con repudio – Por lo que no desaprovecharé el hacerte pagar por lo que hiciste.
Elías se detiene a unos cuantos metros de distancia.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Torturarme de aburrimiento? Porque lo estás consiguiendo – su expresión permanece seria – Solo eres un llorón frustrado porque no le prestan atención.
—Tan desagradable como siempre.
—Lo sé, es un don.
La atmosfera se torna tensa y silenciosa, siendo los desgarradores lamentos de los prisioneros, lo único que puede oírse.
El hombre de la capucha sonríe.
—Olvídalo Berserker, Hannsel está prácticamente en este lugar, ya no podrás seguir huyendo, es el final del camino – hace una pausa en donde saca un cuchillo táctico de su cinturón – y me encargaré de que no puedas seguir corriendo, porque como te habrás dado cuenta soy el maestro de este piso – adopta una posición de ataque – bienvenido al último corredor.
Antes de que siquiera Elías pudiese prepararse, cerberos se abalanzó hacia él con el cuchillo en mano. Fue un movimiento rápido y preciso, ejecutado de una manera perfecta, pero que aun así Elías logró evadir por escasos centímetros de que la hoja lo cortara. Retrocedió unos pasos, creando un pequeño espacio entre ellos que cerberos no tardó en retornar lanzando más ataques, golpes exactos lanzados para herir de forma grave, él no se estaba conteniendo, cerberos estaba dispuesto a demostrar que era el mejor. Todo su entrenamiento de combate era aplicado a ese momento, hasta que finalmente uno de sus puños logra dar en el blanco. Impactando brutalmente en el costado derecho de Elías. El cual por poco le hace perder el equilibrio. Lo resiste y aprovecha de ese instante para devolver el ataque, pero a diferencia de Cerberos, su puño solo golpea el aire. El físico de Elías estaba demasiado maltratado para ser capaz de seguirle el ritmo. Cada movimiento brusco hacía mella en su ya devastado cuerpo, debilitándolo cada vez más. Era una batalla que no podía ganar. Ese ya era más de su propio límite.
El aire abandona sus pulmones cuando la rodilla de cerberos se hunde con furia en su estómago. Todos sus sentidos se nublaron en aquel momento mientras que su espalda se arqueaba por el impacto. La herida que recién había sido tratada, repuntó hasta en lo más profundo de su ser. El sabor de la sangre se amontonó en su boca que involuntariamente terminó escupiendo. Otro repentino golpe lo lanza hacia los barrotes metálicos, en donde su espalda recibe todo el daño. Pero no hay ni un segundo de descanso para él. Cerberos vuelve a atacar con golpes rápidos, los cuales Elías logra evadir y bloquear, pero no es capaz de contraatacar, solo puede mantenerse a la defensiva.
—Acéptalo Berserker, soy mejor que tú, soy el mejor asesino de Hannsel – gruñe soltando otro golpe el cual Elías evade, logrando tener una brecha para devolvérselo.
El golpe directo al rostro hace sangrar la nariz de cerberos, quien por el impacto retrocede. Incluso en esas condiciones, Elías continuaba teniendo la fuerza suficiente para desestabilizar a alguien, más aun cuando se trataba de un necio obsesionado con el poder, obligándose constantemente a demostrar que es superior a los otros, exigiendo que los demás reconozcan su fuerza. Alguien que simplemente vivía de su estatus. Pero las personas que escalaban tan alto eran las que sufrían las peores caídas.
Era algo sencillo, se trataba de dos asesinos enfrentándose, ambos con el mismo entrenamiento y con el mismo demonio que los convirtió en eso. Aunque con la diferencia en que uno asesinaba por simple gusto mientras que el otro lo había convertido en su obligación, pero cuando se convierte la pasión en una obligación, todo se termina derrumbando, porque a la larga ya todo comienza a perder su valor. De ahí provenía la razón de porque uno de ellos continuaba estando por encima del otro.
—¿Es que nunca te callas? No tengo interés en saber tus ridículas frustraciones.
Cerberos frunce el ceño. Cosa que le causa cierta gracia a Elías. Mostrar emociones frente a tu enemigo era solo una muestra de debilidad. Cerberos hizo girar el cuchillo en su mano y lo sostuvo en la posición de guadaña. Estaba demostrando que iba en serio, pero a la vez cometiendo un grave error, le estaba otorgando una pelea en donde su oponente tenía mucha más experiencia. Elías sostuvo su propia arma y detuvo el ataque del chico de la capucha. Pequeñas chispas saltaron al momento que ambas hojas colisionaron. Era una grata sensación el tener una pelea de estilo había pasado tanto tiempo desde la última vez de un encuentro así. Cerberos retrocede, lo que le da a Elías tiempo de recuperarse, pero con cada movimiento la herida en su abdomen se reciente, lo vuelve lento, demasiado para esta pelea y el tipo de la capucha lo sabía.
La mano de Elías tenía problemas para aferrarse a la empuñadura del cuchillo. Sus dedos estaban adormecidos. Una clara señal de que no podría mantener aquella batalla por mucho tiempo. Cerbero podría ser un gran egocéntrico, pero también era alguien que había soportado el mismo infierno de Elías, fue uno de los pocos que logró sobrepasar los entrenamientos de Hannsel y sobrevivir, no era alguien que solo alardeara por alardear. Tenía sus bases, tenía las cualidades suficientes para estar en el lugar que esta. Era un completo dolor de cabeza tener que enfrentarse con alguien de ese nivel, estando en una desventaja física como esa, puesto que en condiciones normales, Elías ganaría en 8 de 10 encuentros contra Cerberos, pero ahora esos números no estaban a su favor. Un solo error por parte de Elías y todo acabaría en un instante, no solo sería derrotado, también sería llevado de regreso con Hannsel.
El chico de ojos dorados se mueve antes de recibir un nuevo golpe, pero el dolor es el que se transforma en su verdadero enemigo, frenándolo y volviéndolo un blanco fácil para el cuchillo de Cerberos que le rasga la piel de la espalda, donde la hoja se deslizó suavemente dejando un rastro rojo a su paso. Soporta la herida y patea el estómago de Cerberos, lanzándolo contra los barrotes, lo que solo vuelve a encender el deseo de muerte en sus ojos. Realmente enfrentarse a Elías hacia brotar todo el rencor de su interior. Esa era una clara muestra de lo que sucedía si se dejaba cabos sueltos. Elías debió de acabarlo hace varios años atrás.
—No tienes manera de ganar, Berserker ya date por vencido – chasquea con la mano en su estómago – estas hecho mierda, es tu fin, soy ese muro que no podrás cruzar.
—¿Y fuiste tú el que decidió eso? Vaya tontería – apuña con fuerza en cuchillo en su mano – yo soy el único que decidirá cunado rendirse y créeme, pedazo de mierda, no será frente ti.
No hay piedad alguna al momento de reanudar la pelea, ambos bloqueaban y lanzaban golpes entre ellos, movimientos que fuesen obligados a dominar desde jóvenes, luchadores entrenados para el arte de matar, que ahora fluía casi en una perfecta coreografía de movimientos rápidos y certeros. Esquivando los golpes del otro, atacando para poder someterlo.
Pero un certero movimiento de Cerberos fue suficiente para desequilibrar por completo a Elías, quien por instinto se lleva la mano hacia su ojo izquierdo tras haber recibido un corte limpio. La sangre se filtraba a través de sus dedos, manchando el resto de su rostro. Un segundo golpe lo derriba de espalda contra el suelo, haciéndole soltar su arma. Todo se volvió borroso y distante cuando su cabeza azotó contra el cemento.
—Se acabó, Berserker — señaló victorioso pisándole el pecho – te vencí y ahora que Hannsel entre por esas puertas, será el final para tu faceta de niño rebelde. No trates de seguir luchando, te romperé ambas piernas si es necesario – hace una pausa y mira de reojo el tatuaje que decora el brazo de Elías — Vaya basura que resultaste ser, odiabas que te dieran ordenes pero no costó trabajo en seguir a Undertaker, otro cobarde desertor y esa mierda de heathens no ha resultado ser más que una molestia para nosotros.
Elías se mantuvo en silencio por un momento, más que nada para recuperarse del golpe. Sabía que Cerberos ya se encontraba fuera de su alcance, pero estaba bien, había terminado en un buen lugar. Elías era consciente de que había perdido la pelea, pero la guerra continuaba en pie.
—Que idiota sigues siendo – deja escapar una risa – parece que Hannsel está rodeado de idiotas más grandes que él ¿Qué nunca te dijeron que no hay que ir solo a una batalla de equipos? Jodido novato.
—¿De qué tanta mierda hablas?
—Solo muérete de una vez, pedazo de mierda.
Cerberos frunció el ceño ligeramente sin entender aquellas palabras ¿acaso solo eran tonterías de alguien derrotado? Elías ya no tenía forma alguna de volver a pelear. Pero fue cuando entonces una puntada en su cabeza, le hizo mirar hacia el frente, directamente hacia el elevador donde los otros dos chicos se encontraban, y en donde Max sostenía una pistola. El ruido de disparos rompieron con la falsa atmosfera de victoria de Cerberos, cuando dos de las tres balas le impactaron; una en el abdomen y otra casi en el pecho, las cuales lo desestabilizaron. La sangre no se hizo esperar para brotar de las heridas. Sus piernas retrocedieron al sentir como su fuerza disminuía. No se podía decir que aquellos disparos fueron letales, pero le dieron el suficiente tiempo a Elías para reincorporarse. Aun mareado por la conmoción en su cabeza, logró tomar su cuchillo militar del piso y deslizar la hoja horizontalmente por el cuello de Cerberos, quien lo miró conmocionado por algunos segundos mientras se ahogaba con su propia sangre. Ese sí había sido una herida letal. Elías apoyó el hombro contra los barrotes pera mantenerse en pie, mientras que su rival caía muerto a sus pies, formando un charco de sangre bajo el cuerpo. El joven limpió el exceso de sangre que había provocado el corte en su ojo. Era una molestia, dolía como el demonio, pero al menos el globo ocular había logrado salir ileso.
Su respiración era tan errática que llegaba a ser dolorosa, sus hombros subían y bajaban de manera pesada, y ni siquiera estaba seguro de ser capaz de dar otro paso, pero no había llegado tan lejos para rendirse estando tan cerca. Escupió el exceso de sangre de su boca y poyándose contra los barrotes, caminó de regreso al elevador.
—De acuerdo, supongo que es un problema menos – murmura Max con la pistola vacía en su mano – No estuvo tan mal para ser un plan hecho en el último momento.
—Deja de quejarte, maldita sea, tu no fuiste el que tuvo que recibir una paliza.
—Pero gracias a eso, lograste que cerberos se quedase quieto en un buen ángulo de disparo — Elías baja la mirada hacia la chica que descansa en las piernas de Max – no está muerta – le aclara.
Era difícil creer que siguiese con vida al ver toda la sangre que cubría su cuerpo, pero el tenue movimiento que hacía su pecho al respirar lo demostraba. Elías se agachó para poder cargarla en brazos.
—Si haces es tus heridas se volverán a abrir – advirtió Max.
Pero no recibe respuesta, Elías simplemente tomó a Charlotte entre sus brazos y comenzó a caminar lejos del elevador. Max dio un suspiro y presionando su sangrante herida se obligó a ponerse de pie. Incluso el más mínimo esfuerzo o movimiento, provocaba un dolor como el demonio que parecía nublar la razón, por lo cual no dejo de sorprenderse por el hecho de que Elías pudiese hacerlo, como si no sintiera nada. Nadie debería ser capaz de soportar tanta tortura sin inmutarse. En cierta forma era escalofriante, pero no era el momento para pensar en esas cosas. Ahora que Cerberos el último maestro estaba muerto, encontrar la salida debería de ser relativamente sencillo, teniendo en cuenta de que los supuestos jugadores, se encontraban encerrados en las celdas. El primer piso era una zona de torturas personalizadas, de igual manera que lo era el de Max, aquí se pagaba por un prisionero el cual era sometido a cualquier deseo que su comprador tuviese, y por la temática del lugar, era lógico pensar que se trataba de personas que jugaban a ser verdugos de inocentes, lo que a su vez explica porque habían restos de humanos mutilados de formas tan bizarras, como si los hubiesen golpeado hasta la muerte o algo peor. Pero pensar en eso, no ayudaba de nada.
Sus pasos resonaban por la infinidad de los corredores y se perdían en la oscuridad del lugar. No era un sitio nada grato para pasear, pero en algún momento tendrían que toparse con algo diferente. Y mientras no fuera otro loco al cual derrotar, todo estaría bien.
—¿Elías…?
Un tenue murmullo detuvo en seco el caminar de Elías, y volteo a mirar el demacrado rostro de la joven, quien apenas podía mantener sus azulados ojos abiertos.
—Char…
—Hay sangre en tu cara… ¿estas… bien? – Murmura débilmente levantando su mano, rozando levemente el rostro del joven con sus dedos, para que nuevamente su brazo cayera debilitado – te… metiste en problemas… otra vez…
—Yo estoy bien – regaña – y ya no hables, ya nos vamos – añade retomando su camino.
La joven exhausta apoya su cabeza en el hombro de Elías.
—Ya veo… — hace una pausa intentando ver lo que su limitada vista le permitía, pero todo era demasiado oscuro y borroso como para identificar alguna cosa — ¿se… acabó?
—Sí, ya se acabó.
—Eso… es bueno – sus ojos vuelven a cerrarse – lamento… que tengas que cargar con migo… lamento… darte tantos problemas…
La voz de la joven se debilitaba a cada segundo.
—De verdad que para ser tan enana traes problemas enormes – se queja por lo bajo – tal parece que no puedo dejarte sola.
—Por mi… eso está bien…
Elías abre la boca pare decir algo, pero un estruendo proveniente desde más adelante, le interrumpe. Se le forma un nudo en el pecho mientras pareciera sostener a la chica con más fuerza. Miró de reojo a Max, quien incluso sin decirle una palabra, ya entendía lo que pasaba, ya sabían lo que había sido aquel estruendo de la otra sala. El tiempo se había acabado. Elías volvió a centrar su atención a la joven que permanecía casi dormida en sus brazos. Era una imagen muy distinta a la de la primera vez. La de una chica asustada que corría por su vida, a una que fue capaz de dispararle. No estaba mal. Él simplemente observó su pálido rostro, recorriendo cada detalle y tratando de grabarlo en su mente.
Realmente, sí se sentía muy diferente a la primera vez.
—Hazte cargo – le vuelve a ordenar Max haciéndole entrega de Charlotte.
Fue una puntada increíblemente dolorosa la que sintió en su estómago, al momento de tener que cargar con la joven. Incluso cuando no era alguien de mucho peso, la herida de la bala repercutía demasiado profundo.
—¿Así planeas terminarlo todo? – Murmura el chico de las ojeras – no parece ser algo propio de ti.
—No fastidies, inútil – regaña caminando en soledad – más te vale llevarla a un hospital, si la llevas con cero o a cualquier otro lado, te perseguiré hasta el infierno para matarte.
—Con un por favor, bastaba.
Charlotte abrió tenuemente los ojos, solo para ver como aquella silueta se alejaba. No comprendía la razón de aquello y levantó su brazo en un intento de alcanzarlo, pero no puedo hacerlo. Él no dejó de avanzar, pero ahora sin ella, perdiéndose cada vez más en aquel corredor. Sintió un nuevo dolor dentro de ella, uno que le hizo derramas lagrimas que parecían quemar sus mejillas. Quiso hablar, pero no tenía voz para hacerlo ¿Por qué aquella sensación de abandono le dolía tanto? Todo se volvía demasiado pesado como para que lo pudiese soportar. Cuando aquel chico llegó al punto en el que se encontraba frente a una puerta metálica, por algún impulso o simple costumbre, miró hacia atrás por sobre su hombro. Charlotte miró borrosamente aquella silueta, pero no era capaz de hacer o decir alguna cosa, incluso cuando sentía que las palabras que tenía atrapadas en su pecho le lastimaban. Fue por ello, que simplemente que se obligó a decirlas, incluso cuando no tenía voz, ella las dijo, justo antes de que Elías desapareciera al otro lado de aquella puerta.
Era una sala mucho más iluminada que cualquier otra, probablemente debido a las enormes puertas que conducían hacia el exterior, en donde se podía divisar un cielo que se preparaba para el amanecer. Pero nada de eso parecía importante en comparación al grupo de hombres armados que apuntaban al joven, quien se mostraba indiferente ante la situación, ni siquiera le importó el hecho de estar siendo amenazado de muerte por las 20 personas con traje tácticos, con pasa montañas que ocultaban sus identidades. Y en medio de ellos, un hombre alto de traje se acercaba lentamente. Su cabello algo canoso estaba peinado perfectamente hacia atrás, una sutil sonrisa se dibujaba en sus labios y un parche negro cubría el hecho de le faltaba uno de sus ojos.
—Elías, mi muchacho – con cierto júbilo – ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi, cortaste tu cabello y luces más robusto, tal parece que no estuviste perdiendo el tiempo.
—Deja tus mierdas para alguien más, anciano.
—Pero sigues con ese pésimo vocabulario, tantos maestros privados y aun así no aprovechaste nada de eso – da un pequeño suspiro y mira furtivamente a su alrededor – Parece que Vincent no se encuentra aquí, era de esperarse que lo matarías. Si sigues así me dejaras sin guardianes.
—Muérete.
—Adoro ese espíritu tuyo, mi querido hijo.
—Tks. Yo no soy nada tuyo, viejo asqueroso, deja de fastidiar y muérete de una vez.
Hannsel sonríe ante aquel comentario.
—Te di mi apellido, legalmente eres mi hijo.
—Que te metas tu apellido por el culo, no me interesa.
Aquel hombre hace un gesto con la mano y cinco de los uniformados dejan sus posiciones, y avanzan hacia Elías, quien se mantiene en su lugar mientras que el resto del grupo continua apuntándole.
—Me has hecho gastar una enorme cantidad de dinero buscándote, eres alguien difícil de encontrar, como se nota que te entrené bien, no esperaba menos de mi gran orgullo. Pero aun así vas a pagar todo el lio que armaste – se cruza de brazos – así que tú decides ¿lo hacemos de la manera buena o de la manera tradicional? Piénsalo bien mi pequeño, esta vez no podrás escapar.
Elías maldijo por lo bajo y observó las cosas a su alrededor. No era tan idiota como para no entender las circunstancias. Esto era todo, ya no había más que se pudiera hacer, al menos no con Hannsel y sus hombres allí. El tiempo se le había terminado, era el fin del juego para él, pero también era la única opción que tenía, la única opción que podía darle a ella. Una vez que Hannsel obtuviese lo que quería, dejaría ese sitio ya no existiría ningún impedimento para poder escapar. Sería la última vez que podría salvarla.
El joven miró con resentimiento a Hannsel, para luego levantar sus manos y ponerlas detrás de su cabeza. Ya conocía aquel procedimiento de memoria. Se arrodillo y espero a que los guardias llegaran a su lado para esposarlo con las manos tras su espalda. Asegurándose de que no pudiese liberarse. Lo tomaron de los brazos y lo volvieron a poner de pie cuando se sintieron más seguros. Lo escoltaron bajo el ojo vigilante de Hannsel y rodeado de todas las armas que no lo quitaban de la mira ni por un segundo. El hombre de traje sonreía complacido ante su éxito. Y esta vez ya no lo volvería a perder, no perdería a su instrumento de asesinato más valioso. Su herramienta.
Elías mantuvo la mirada en el piso mientras era llevado a su destino, uno que era inevitable. Pero estaba bien, él no conocía otra cosa que no fuese ese mundo lleno de muerte y sangre, eso es lo que era, un asesino y no se podía cambiar eso. Tampoco dijo alguna otra palabra o puso resistencia. Después de todo, su cuerpo solo caminaba por inercia, un movimiento demasiado brusco y terminaría en el suelo y eso era algo que no daría a conocer.
Así que cuando finalmente se encontró en el exterior, sintió la fría briza que revolvió su cabello. Observó todos los autos negros amontonados, estacionados de manera apresurada. Los ignoró y levantó la mirada hacia el firmamento, recordando las únicas palabras sinceras y realmente valiosas que alguien le había dicho, incluso si hubiesen sido una tontería, seguiría siendo valioso por el simple hecho de haberlas dicho ella. Así que por primera vez no se arrepintió de haber mirado hacia atrás, porque de no haberlo hecho jamás hubiese visto a esa chica problemática decir:
Yo te amo.
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13 Pisos
Mystery / ThrillerUn lugar cuya ubicación es desconocida, un grupo de personas sin escrúpulos se reúne para realizar cosas atroces, solo se necesita tener dinero y nada de moral para participar en estas actividades ¿Qué es lo que se hace? Algo muy sencillo, se comete...