Capítulo 2: Un cambio en las reglas

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El repugnante sonido se la cadena motorizada rozando contra la piedra, hacen que algo dentro de Charlotte vuelva a reacciona... el miedo.

La joven se levanta con la adrenalina corriendo por todo su cuerpo, su corazón amenazaba con romper su pecho con cada latido. Así que como pudo logró darse la vuelta solo para encontrarse de frente con un hombre que vestía un delantal plástico blanco, pero que en este momento goteaba sangre por montón. Un amargo pensamiento atravesó su cabeza al recordar los cuerpos cercenados que había visto en los pasillos. Su delgado cuerpo temblaba y se negaba a obedecer sus órdenes de escapar, y aunque lo hiciera, no se creía capaz de llegar muy lejos. No era lo suficientemente rápida y tampoco conocía el lugar, acabar en un callejón sin salida era relativamente fácil, si es que no se encontraba antes con otro asesino. Pero de nada le servía eso ahora, estaba atrapada, estaba en el suelo y su espalda chocaba con la pared, era la peor posición posible.

Aquella cadena dentada, ya tenía escrito su nombre. Quería llorar, pero ni las lágrimas se atrevían a mostrarse ante semejante monstruo que sonreía lascivamente.

-De verdad soy muy afortunado ¿Tienes idea de cuánto hay que pagar por una cría como tú? Es un dineral, tienes 15 años ¿no? Fácilmente alcanzarías el millón - se ríe con fuerza - Y ahora la casa te regala como un premio. Sabía que pagar por este piso de casería libre valdría la pena - los oscuros ojos de aquel hombre, se clavan en la asustada muchacha - olvida eso de ser rápido, cortaré tus bonitas extremidades una por una.

La joven se escogía todo lo posible contra la pared, sus rodillas casi topaban su pecho y sus manos rasguñaban nerviosas el suelo. Ella solo era un manojo de terror, sus azulados ojos parecían perder su color y brillo a medida que la motosierra con su ensordecedor rugido se acercaba a su cuerpo. La mirada de aquel sujeto carecía de cualquier humanidad, no había nada más que aquello que llamaban deseo de sangre. La expresión de alguien que siente placer por matar, tanto, que hasta pagaba por ello.

La muchacha estaba aterrada, pero aun así no lograba despegar su atención de aquel asesino.

-Pero que tío más idiota es ese mocoso - ríe como un desquiciado moviendo la motosierra de un lado a otro - dejarte de esa forma, para ser el maestro de piso a ese hijo de puta le faltan huevos para matar a alguien, me divertiré mucho contigo niña.

La hoja de cadena oxidada se abalanza hacia la joven, quien solo cierra los ojos sintiendo como la sangre salpicaba en su cara, era tibia, asquerosa y demasiada, pero no sentía dolor alguno, era extrañamente tranquilo si no fuera por el ruido de la moto que seguía funcionado tirada en el piso, justo a un lado de las piernas de la joven.

-¿A quién mierda crees que insultas? Bastardo.

Ante la sorpresiva voz, Charlotte abre los ojos llenándose de sorpresa al ver que su asesino tenía un cuchillo que le atravesaba el cuello como una brocheta. Fue clavado de tal forma que cruzo su tráquea sin matarlo al instante. El imponente hombre caía de rodillas al piso luchando por respira, la sangre se agolpaba en su boca y emanaba como ríos. Intentar retirar el arma era una pelea perdida, se podía ver como lentamente la vida abandonaba su cuerpo, sus últimos respiros no era más que tos que gorgoreaba por su propia sangre.

Cayo como un costal de piedras y en su expresión se podía reflejar el horror de su muerte. Charlotte se queda mirando como el brillo de los ojos de aquel hombre desaparecía al tiempo que sus pupilas se dilataban. Pero una desquiciada risa irrumpe hasta en lo más profundo de sus miedos.

-¡¿Quién es el idiota ahora?! - Ríe pateando el cadáver - pedazo de mierda ¡no tenías ni idea de las ganas que tenia de matarte! Y realmente fue muy sencillo, estaba esperando mas pelea - se agacha para retirar el ensangrentado cuchillo dentado - malditos aficionados - añade en un tono más frío.

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