Capítulo 22: Restauran de carne

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El constante goteo proveniente desde las profundidades del pasillo, resonaba como pasos asechando a su presa, era difícil saber de dónde provenía, en ocasiones parecía venir desde detrás de alguna de las puertas, pero al abrirlas no había nada y lo más extraño es que cada puerta solo se podía abrir una vez, ya que cuando se cerraban eran bloqueadas por cerrojos, por lo que había de ser cuidadosos al momento de escoger un camino, ya que quedarse atrapado era muy sencillo. Tampoco existían señales o un mapa que indicara cual era la dirección correcta, por lo que caminar por donde les indicaba el instinto era la única opción que tenían ¿pero por cuanto tiempo deberían seguir haciendo hasta llegar a alguna parte? Aquellos pasillos no parecían tener otro propósito más que perder a quien  se aventurara en ellos.

Las cámaras de vigilancia seguían cada uno de sus pasos, mostrando aquella pequeña luz roja que les advertía que todos los estaban viendo, pero aquello, parecía ser lo menos relevante del mundo. Lo único que ocupaba sus mentes era encontrar la salida de aquel piso, que irónicamente se les hacia el más raro de todos, no solo porque parecía desencajar con todos los otros escenarios, sino que también la atmosfera que provocaba era incierta, como si aquel pulcro lugar escondiera alguna trampa, tal vez, demasiado peligrosa.

– ¿A dónde se supone que vamos?

– No tengo ni idea – responde la rubia observando a su alrededor – no veo más puertas, por lo que supongo que habrá que seguir recto hasta encontrar algo.

– Pero que buen plan.

– Lamento no ser más útil.

– Repites siempre lo mismo, pareces disco rayado – gruñe mirando a su alrededor – pero este lugar se me hace familiar.

– ¿Has estado aquí antes? Dijiste que no conocías los otros pisos.

– Y eso es verdad, pero este pasillo es como deja vu – se rasca la nuca – es molesto no lograr recordarlo, sé que he estado en un sitio parecido, aunque más que nada solo es la sensación.

– Ya veo – hace una pausa mirando las paredes que estaban recubiertas por tubos fluorescentes protegidos por un cristal – me recuerda a las áreas de descontaminación de los hospitales.

– Dudo mucho que estemos en uno de esos.

– Eso lo sé mira nuevamente las paredes y el piso – aquí también hay ranuras, creo que también pueden aparecer barreras en este lugar.

– ¿Por qué hay tantas de esas cosas?

La joven de ojos azules se queda unos segundos pensando en las probabilidades de aquello. Hasta el momento todo era un completo rompe cabezas que no daba ningún indicio de que se trataba el lugar, solo era un restaurante ¿Qué podía decir eso? Hasta ahora se habían enfrentado a pisos llenos de asesinos, trampas, acertijos y pruebas cada vez más sacadas de quicio, y ahora aparecer en un lugar donde no existía nada de eso los incomodaba. Creer que ya no tendrían que enfrentarse con maestros homicidas no cabía dentro de las explicaciones de la joven, quien cada vez se esforzaba más por entender lo que pasaba pero sin llegar a nada concreto. Mordió la punta de su pulgar para controlar un poco sus ansias. Cada paso, cada piso era un reto diferente, uno que debía superar para obtener su libertad, por lo que pensar que este sería distinto era una locura, debía encontrar la trampa de todo esto, no podía tratarse de algo tan simple como encontrar el ascensor y marcharse, al fin y al cabo, todo se trataba de un espectáculo. Tanto iba sumida en sus pensamientos, que solo logro volver a la realidad cuando su dedo comenzó a sangrar.

– Auch – se queja por lo bajo.

– ¿Y ahora que tienes?

– No es nada – murmura presionando su herida  –  ya estamos llegando – añade señalando la puerta frente a ellos.

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