Capítulo 29: Elías

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Un hombre con varios tatuajes en el cuerpo y un cigarrillo en la mano, azotó la puerta con fuerza cuando salió del pequeño departamento. Los dos niños que se encontraban sobre la alfombra a un lado del sofá, habían visto entrar y salir a tantos hombres diferentes, que eso ya no era algo que los sorprendiera. Todos los días se habían convertido en la misma rutina, de ver rostros desconocidos que se quedan por algunas horas y luego se marchan sin decir palabra. Lo único en común que podían tener todos esos hombres, eran sus claras adicciones y el hecho de que solo venían a este barrio de mala muerte, a buscar otro tipo de salida a sus vicios. Los niños no le dieron mayor importancia y continuaron sentados jugando con unos muy  gastados autos de juguetes, uno de color verde y otro rojo, con los cuales se podían pasar horas jugando. Una mujer emergió del único dormitorio que tenía el lugar. A pesar de su juventud su aspecto se mostraba demacrado, tenía marcadas ojeras bajo unos opacos ojos verdes, su piel era de un pálido enfermizo y su melena negra estaba enmarañada. La mujer que no superaba los 30 años de edad, se dejó caer sobre el sofá, donde los pequeños jugaban, haciendo que ella fuese el nuevo centro de atención de ambos, quienes la miraban con cierto recelo y dudosos de si acercarse o no.

Finalmente uno de los pequeños se levantó del suelo y toco suavemente el brazo de la mujer, la cual permanecía con la mirada perdida.

–Ahora no, pequeños bichos, ahora no – murmuro sin ánimos cerrando los ojos y cayendo en un profundo sueño.

Uno de los niños corrió hacia la habitación para traer una frazada, y tapar a la mujer que se encontraba en ropa interior y una delgada bata transparente. Aquella imagen de su madre tampoco era extraño para ellos, desde que tenían memoria no tenían otra percepción de ella. Siempre era lo mismo, siempre que terminaba su jornada con diferentes hombres, se quedaba profundamente dormida, no solo por el cansancio que le provocaba, también las drogas la dejaban sin energías y la destruían cada día más. Una adicción que comenzó en su adolescencia y nunca la dejo, llegando a convertirse en la perra de un proxeneta solo para solventar sus vicios.

Tras cubrir el delgado cuerpo de su madre, los niños de nueve años recogieron sus cosas y las ocultaron debajo del sofá, el único lugar donde sabían que estarían a salvo, sus más grandes tesoros se guardan en ese lugar. Uno de ellos caminó hacia el viejo refrigerador, lo abrió, encontrándose con comida ya descompuesta y suciedad acumulada. El muchacho de brillantes ojos verdes hizo una mueca y tomo una da las caja de leche que allí se encontraban. Miro las letras y los números que allí aparecían, pero nada consiguió, puesto que ambos pequeños eran analfabetas, nunca habían pisado alguna escuela o un hospital, ni siquiera eran reconocidos legalmente, solo poseían sus nombres y nada más, uno de los pocos regalos que le ha hecho su madre cuando tiene sus escasos momentos de lucidez, pero como ellos no conocían otra cosa, no podían sentirse tristes por esa situación. Para ellos esa era su vida y dentro de su inocencia, eso era lo normal. El chico de los ojos verdes se acercó hacia su hermano, el cual era exactamente igual a él. El mismo tono de piel, las mismas facciones, el mismo cabello; la única diferencia que se podía ver entre los gemelos, era el color de sus ojos, mientras que uno los poseía de un brillante verde manzana, herencia de su madre, el otro tenía un muy peculiar dorado profundo, color del cual nunca sabría su origen, ya que aquellos niños solo eran el resultado de un descuido que tuvo su madre entre tantos hombres.

– ¿Crees que se pueda tomar? Creo que aun huele bien – murmura el chico examinando el cartón de leche.

–No lo sabrás hasta que la pruebes.

–Supongo que tienes razón – el chico le da un sorbo el cual termina escupiendo de inmediato – Iugh. Sabe horrible – se queja limpiándose la boca.

–Jajaja.

–No es gracioso.

–Para mí lo es – le dice divertido mientras se pone de pie – Quédate aquí, iré a buscar algo de comida.

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