No, soy gay.

Capítulo 5

Joaquín a pesar de ser un niño bastante confiado de sí mismo en ese preciso momento antes de abrir la puerta de su casa comenzó a sentir un nudo increíblemente grande en su pequeño estómago. Quería salir corriendo por alguna extraña razón. Sabía perfectamente que Emilio lo reconocería así que su angustia estaba basada en la futura reacción que este tendría. Además, esperaba que no fuera tan sorpresiva la idea de verlo vestido como estaba. Solo quería salir y lanzarse a esos fuertes brazos para que lo sostuvieran. Necesitaba tanto que su príncipe lo notara de la forma que siempre esperó.

Tomó con cuidado la manija y avanzó lento con los ojos enfocados perfectamente en el suelo. Su corazón probablemente estaba a punto de salirse de su pecho de tan fuerte que este latía. Sin embargo, avanzó intentanto lucir relajado. Cerró la puerta detrás de él y fue en ese momento en el que las miradas de ambos volvieron a tener contacto.

— ¿Tú? — fue lo primero que lo escuchó decir. Lucía sorprendido y algo confundido. Joaquín solo quería abrazarlo para quedarse en sus brazos para siempre.

— Hola. — susurró con las mejillas rojas. Dios mío, si existiera un premio al silencio más incómodo seguramente este sería el ganador por mucho.

Emilio negó en lo que parecía intentar quitar algunos pensamientos de su cabeza porque vaya que estaba sorprendido. Se encontraba bastante admirado por lo bien que ese niño vestía esas prendas. ¿Podía ser una cintura tan bonita como la de él? Ahora que la estaba viendo sí lo creía.

— ¿No te vistes como hombre? — claramente le duró muy poco el no lanzar comentarios fuera de lugar. Emilio en realidad no lo hacía con intenciones de ofender pero vaya que no tenía control sobre sus palabras.

Joaquín abrió los ojos sorprendido por aquella pregunta. Lo bueno de todo era que el pequeño no lo tomó con la agresividad con la que la pregunta fue cuestionada, así que solo sonrió.

— Me gusta vestirme así. Creo que me veo bonito, ¿no lo crees? — sus caderas se movieron de lado a lado cuidadosamente de forma adorable y el rizado no pudo dejar de observar lo suaves que estas se veían. Sin darse cuenta su boca se había secado y sus pensamientos dispararon hasta donde él ni siquiera tenía pensado que llegarían.

— Sí, lo luces bien. — intentó ser un poco mas cuidadoso con lo que decía ya que en verdad se sentiría muy mal si hacía que esos ojitos lucieran tristes como con el primer comentario.

Negó antes de volver a decir otra cosa y se separó de la puerta del copiloto para así darle paso al menor. Joaquín sonrió ante tal acción y el rizado le devolvió el gesto con una sonrisa de lado. Corrió rapidamente hasta su asiento y tomó el volante con algo de torpeza.

— ¿A dónde iremos? — preguntó aclarandose un poco el tono de voz. No sabía por qué esta se volvió ronca de la nada.

— Donde tú quieras ir. — respondió mientras jugaba con el borde de su faldita. Emilio no podía dejar de verlo. ¿Por qué un niño se vestía de mujer?, ¿por qué le quedaba tan bien?, ¿por qué él pensaba que el niño lucía bien? Estaba entrando en pánico.

— Uhm. Estaba pensando en si quisieras ir por un helado. — dijo retirando su mirada de las piernas del menor. Encendió el auto y dió marcha hasta el lugar de destino.

— ¡Me encanta el helado! — comentó efusivo. Estaba tan feliz de poder estar compartiendo el día con su príncipe. A decir verdad, se esperaba lo peor, pero por el momento todo parecía marchar bien así que su corazón estaba intentando relajarse.

Emilio sonrió al escucharlo tan emocionado. Creía que de verdad estaba saliendo con un niño de seis años.

— Así que tú eres mi admirador secreto. — soltó el rizado sin más. Joaquín casi se ahoga con su propia saliva así que empezó a toser sacando de su atención al rizado. — Oh. No pasa nada, relájate. — rió bajito y volvió su vista a la carretera.