Epílogo

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—¿Crees que estás listo para volver? — preguntó su madre con ojos tristes mientras acariciaba el dorso de su hijo con calma.

La mujer estaba totalmente preparada para dejar a su pequeño regresar a su antiguo hogar, aunque eso significara que no lo volvería a ver en un muy buen tiempo gracias a su trabajo.

— Yo creo que sí, la verdad es que extraño mucho a mi hermana y tambien a mi mejor amiga. — sonrió de lado observando con ternura las acciones de su madre.

Joaquín había estado viviendo con sus padres durante ya tres años y un poco más en Estados Unidos. Los años que le faltaban para finalizar la escuela los concluyó en ese mismo país y estuvo un año disfrutando del lugar. Para ser honestos, disfrutó muchísimo de todos esos maravillosos paisajes. Pero lo más importante, su corazón sanó como esperaba. Estaba listo para volver y enfrentarse con lo que sea que fuera.

Lo único que quería era poder disfrutar el momento con sus seres queridos.

Por otro lado, su aspecto no era para nada el mismo de antes. Ahora portaba pantalones jeans oscuros y rasgados todo el tiempo, camisetas anchas en su mayoría negras, zapatos cerrados preferiblemente tenis, y ni qué decir de su barba de días que se había acostumbrado a llevar. Su cabello lleno de rizos que colgaban delicadamente por su frente le daban un toque adorable, a pesar de que su propósito era desaparecer esa palabra de su vocabulario.

Joaquín ya no era el niño que vestía femenino, que le daba el poder a todos de burlarse de él, y sobre todo de engañarlo hasta hacerle creer que podía ser aceptado.

Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Pero él aprendió de eso, lo hizo de verdad.

Y ahora podía decir que estaba lidiando con la baja autoestima de una manera increíble.

Lo estaba logrando.

A pesar de ya no ser el mismo por fuera, tal vez él seguía siendo el mismo niño amable y risueño que dejó su ciudad hace tres años atrás.

Joaquín continuó siendo la persona increíble que era mientras se encargaba de sanar sus propias heridas.

Porque a pesar de trabajar tanto en ello, todavía quedaba una pequeña lesión que quizá sanaría cuando terminara de perdonar.

— Entonces no tengo nada más que decir. — sonrió la mujer. — Bueno, aunque ya haz comprado tu boleto. — se quejó divertida.

El menor rió y se levantó de la silla en la que estaba sentado para seguidamente dirigirse hasta su habitación. Debía terminar de preparar sus maletas ya que le quedaban alrededor de cuatro horas para regresar a su antiguo hogar.

Tomó su teléfono y marcó el número de su hermana.

— ¡Joaquín! — chilló Azul.

— ¿Azul? — contestó el pequeño con el ceño fruncido.

¿Dónde estaba Renata? Necesitaba hablar con ella.

— Sí. — respondió. — ¿No estás contento de hablar conmigo? — dijo notándose claramente que estaba haciendo su típico puchero.

Joaquín rió.

— No, no es eso. — sonrió mientras intentaba estabilizar su maleta gigante. — Es solo que necesitaba decirles que me arrepentí de volver y que ahora me quedaré porque aprobé un examen para una de las universidades. — mencionó con un tono serio.

Silencio.

— Escúchame bien Joaquín Bondoni Gress. O te vienes ahora mismo o te olvidas de mí para siempre, ¿entiendes eso? — se escuchaba muy molesta.

No, soy gay.Where stories live. Discover now