Capítulo 10

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Sudor era lo único que existía en la habitación. Los cuerpos de ambos jóvenes estaban tan pegados que parecían uno solo. Los labios del mayor ya eran parte del cuerpo del pequeño porque estos no se despegaban de la sedosa piel de su cuello. Besos húmedos eran depositados con ansias mientras que sus grandes manos masajeaban las suaves caderas de su acompañante. Los jadeos que el menor soltaba volvían completamente loco a Emilio. Apenas los escuchaba y ya se había vuelto adicto a ellos.

— ¿Estás seguro de esto? — preguntó en un susurro cerca de la mejilla de Joaquín. Sus jadeos no cesaban y sus manos no querían dejar de tocar algo que ya reclamaba como suyo.

Era así, Joaquín Bondoni era completamente suyo.

El pequeño sonrió envolviendo sus brazos alrededor del cuello del mayor y seguidamente soltó un gemido discreto cuando sintió unos dientes poseer el lóbulo de su oreja derecha. No podía evitar que su piel lo traicionara, era demasiado para él. Sus labios se entreabrían con cada toque por parte del rizado y sus labios hinchados de tanto morderlos eran la prueba perfecta de que no podía resisitirse más.

— Siempre. — relamió sus labios que se encontraban algo resecos y gimió agudamente dándole a entender al rizado que le encantaba demasiado como se adueñaba de su cintura.

Emilio lo tomó con delicadeza alejándolo de la puerta de su habitación y lo cargó en sus brazos tomándolo por debajo de sus muslos hasta dejarlo sobre la mesa de su escritorio. Se posicionó en medio de las piernas del pequeño y este simplemente se sonrojó por milésima vez gracias a la cercanía.

— Eres lo más hermoso que he visto. — declaró mirándolo a los ojos, brillantes y decididos a entregarse.

Joaquín mordió su labio inferior y colocó sus manitos sobre los cortos rizos que traía en la parte trasera de su cuello para atraerlo hacia sí con ternura en exceso.

— Emilio. — susurró una y otra vez.

El rizado se quejó mientras fruncía su ceño deseando poder liberarse de una buena vez de la sensación que oprimía su pecho en abundancia.

— Emilio. — escuchó aún más fuerte y fue cuando decidió abrir los ojos repentinamente.

Joaquín estaba tomándolo de la mano mientras lo sacudía suavemente esperando a que este despertara.

— ¿Qué estabas soñando? — preguntó inocente. En algún momento de la noche le ofreció hacerle de cenar y cuando volvió ya estaba dormido. Parecía que tenía el sueño tan pesado que incluso podía llegar a soñar en menos de quince minutos.

— ¿Yo? — cuestionó acomodándose mejor sobre la confortable cama quedando sentado. — No, nada. — negó sin querer dar más declaraciones.

— Uhm. No sé si todavía quieras. — señaló su escritorio en donde se encontraba una bandeja llena de bocaditos.

Emilio pestañeó exageradamente rápido intentando borrar las imágenes que venían a su mente después de aquel sueño. ¿Qué era lo que había ocurrido con su cabeza? Tenía mucho miedo. Jamás en su vida él se imaginó mantener una relación con alguien de su mismo sexo, mucho menos si se trataba de relaciones sexuales. Maldita sea, se había sentido tan real después de todo. Su corazón todavía latía acelerado y podía sentir la suavidad de la piel del menor en sus manos. O quizá solo era la idea de lo que parecían ser esas sensaciones. De todas maneras, tenía la certeza de que ese sueño fue lo más real que haya experimentado antes.

— No, gracias. — negó con una sonrisa intentando no sonar grosero. Para ser sincero, quería irse de ahí lo más pronto posible, pero no podía dejar al menor sólo. La casa era inmensa y Joaquín demasiado pequeño.

No, soy gay.Where stories live. Discover now