Capítulo 2

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— Al final, ¿qué hiciste con tu admirador secreto? — el ojimiel preguntó un tanto divertido recordando el momento de pánico que había tenido Emilio cuando se enteró que la chica que pensaba ligarse en realidad era un chico.

— Eres muy divertido, no tienes idea. — respondió el rizado notando rápidamente el tono sarcástico y jocoso que usó su amigo. — Nada, no volví a hablarle. De hecho, voy a bloquearlo ahora mismo. Gracias por recordármelo. — su aula se econtraba a unos cuantos metros de ellos así que antes de ingresar sacó su teléfono del bolsillo y tecleó hasta encontrar el contacto de aquel niño.

— ¡Espera! — Emilio se asustó un poco gracias al tono de voz del contrario. — ¿No te da algo de curiosidad saber quién es? — el más alto negó seguro. — ¿No quisieras saber cómo es que consiguió tu número? Vamos, Emilio. Podríamos divertirnos un rato con él. — al parecer la idea de no investigar de quién se trataba aquel sujeto sucumbió en los pensamientos del rizado tan pronto como Diego le propuso tal cosa.

— ¿No crees que deberíamos dejarlo ahí? — solo quería estar seguro de que su amigo no lo dejaría solo en esto. — Quién sabe y solo se confundió de número. — se encongió de hombros restándole importancia.

— Pues hay que averiguarlo, ¿no? — el ojimiel sonrió convencido y se adentró al aula cuando el timbre de ingreso sonó casi espantando a toda la comunidad estudiantil.

El mayor solo guardó su teléfono en la mochila.


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— Sabrina, bebé. — llamó el rizado intentando captar la atención de su novia. — Hey, siquiera voltéame a ver. — Emilio se sentía algo triste porque sabía que no lo perdonaría así de fácil, así que solo restaba implorarle unas mil veces más y comprarle muchos regalos. 

La rubia continuaba hablando con sus amigas normalmente mientras que estas solo podían observar al pobre muchacho suplicando porque la ojiverde le prestara algo de atención.  Se notaba en las miradas de todas ahí que sentían algo de lástima por el más alto.

— Bien, de acuerdo. Siento mucho interrumpirlas, discúlpenme. — relamió sus labios y peinó su cabello hacia atrás para seguidamente retirarse de ese lugar. Un suspiro salió de sus labios y recordó la rosa que traía en sus manos. — ¿Qué hago ahora con esto? — se preguntó en un pequeño susurro.

No pensó que alguien lo estaría escuchando.

— ¡Hola! no te ves muy alegre, ¿puedo preguntar qué sucedió? Estoy muy seguro que cualquier cosa que te haya pasado no merece que estés así, anímate. ¡Mira! tienes una hermosa rosa, me gusta. — aquel pequeño se veía realmente feliz, ¿de dónde sacaba tanta energía? 

— Uhm, hola. No, no puedes saber qué me pasa. Sí, tengo una rosa. Adiós. — Emilio se sentía perturbado, solo quería desaparecer de ahí. Ese niño solo lograba que se intranquilizara.

— Oye, no seas grosero. — respondió el menor. — Solo me preocupo por ti, nada más. — se encogió de hombros y tomó en sus pequeños puños las mangas de su suéter.

— Bien, no me interesa. — intentó continuar con su camino pero nuevamente ese niño lo detuvo, se estaba comenzando a molestar.

— No creí que eras así, pensé que eras diferente. — comentó con la cabeza ladeada. No imaginó  que en realidad el amor de su vida era un completo cretino.

— Disculpa, ¿cuál es tu nombre? — preguntó el mayor. Estaba a punto de mandar al demonio a aquel niñato, ¿quién se creía que era para hablar de él como si lo conociera? ¡Y para el colomo se lo decía de frente!

No, soy gay.Where stories live. Discover now