Joaquín gimió una vez más en los labios de su príncipe. Con cada toque podía sentir el inmenso amor que por supuesto el contrario intentaba hacerle notar. Las grandes manos de Emilio fueron a parar a la estrecha cintura del pequeño y decidieron que ese sería su lugar favorito para siempre. Masajeó con dulzura la zona queriendo escuchar más de aquellos exquisitos sonidos que la boquita de cereza del menor encima suyo lanzaba de vez en cuando. Maldita sea, estaba totalmente dispuesto a hacer lo que sea con tal de no desaprovechar la gran oportunidad de reclamarlo como suyo de una vez por todas.
— Tú... — jadeó el mayor en un intento de cuestionamiento. No pudo, realmente no. Sus labios estaban tan deseosos del otro que de ninguna manera podía alejarse.
Joaquín sabía tan jodidamente dulce.
— ¿Sí? — susurró el pequeño cuando se separó de los labios de contrario soltando pequeños jadeos gracias a la falta de aire. Juntó sus frentes y se dedicó a acariciar con cuidado los rizos de la parte del cuello del mayor.
Emilio sonrió como un tonto. Nunca creyó que pensaría de Joaquín las cosas que en ese momento se le venían a la cabeza. Era tan confuso, aunque la realidad era como un balde lleno agua congelada.
— Te deseo. — soltó sin más. Sus manos no dejaban de acariciar el cuerpo encima suyo, tampoco quería porque era demasiado suave y de alguna manera se sentía en casa.
Los ojitos del pequeño se ampliaron en sorpresa y sus mejillas se tornaron más rojas de lo que ya estaban. Sus manos se alejaron del cuello de su príncipe y fueron a parar a su regazo. Se había dejado llevar por el momento, estaba muy seguro que después se sentiría avergonzado de todo lo sucedido. Aunque, en algún momento llegó a pensar en la posibilidad de entregarse, la idea aún le aterraba un poco. No podía creer que todo eso le estuviese pasando a él.
Era un completo sueño que estaba a nada de hacerse realidad.
Emilio dudó cuando observó la reacción del menor. Estaba un tanto molesto por su actitud. ¿Cuántas personas ya habían pasado por ese cuerpo que tenía miedo de que una mas lo haga? Sabía perfectamente que Joaquín no era un niño inexperimentado, se notaba desde lejos y por esa razón se le hacía extraño que rechazara su propuesta.
— Yo también. — respondió sorprendiendo al rizado.
Bueno, por lo menos admitió que sí estaba dispuesto a que lo follara. No podía esperar más para de una vez acabar con eso. Estaba mil porciento seguro que después de lo que ocurriría en ese momento el pequeño estaría más que ilusionado con él. Quería que el tormento se fuera para ya no tener que pasar por una situación así una vez más.
— Me alegra tanto oír eso, bebé. — musitó sobre los labios del contrario mientras acariciaba una de sus mejillas. No podía controlar las palabras que salían de su boca, suponía que se debían al momento.
Joaquín soltó una adorable risita y depositó un pequeño beso en la punta de la nariz de Emilio.
Era demasiado.
Debían acabar con eso de una vez por todas.
— Me gustas mucho. — declaró el menor soprendiéndolo una vez más.
El rizado quiso reírse en ese momento, qué patético podía llegar a ser alguien por una simple follada. No quería negar que el cuerpo del menor era una completa maravilla, pero claramente no lo incluía en la lista de personas que quisiera tener debajo suyo.
— ¿Puedo? — ignoró la confesión del pequeño y tomó con cuidado las orillas de la gran camiseta que traía puesta.
Joaquín solo asintió y levantó sus delgados bracitos para darle el paso a lo que su príncipe deseaba.
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No, soy gay.
Fanfiction- Emilio, eres un idiota. - declaró el castaño soltando una corta carcajada al darse cuenta de la gran metida de pata que había tenido su amigo. - ¿Qué? - preguntó confundido con el ceño fruncido. Tomó su teléfono de las manos de su compañero y sub...