Capítulo 15

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— Eres lo más cursi que jamás he visto. — declaró el castaño mientras regaba las rosas del patio en la casa de su mejor amigo.

Emilio estaba del otro lado de los pequeños arbustos acomodando una mesita de madera fina y extremadamente barnizada casi en el centro del amplio jardín. Rosas de muchos colores lo rodeaban y una bonita fuente se acomodaba en el medio. Luces diminutas pero abundantes caían en cascadas de un extremo a otro siendo sostenidas por los árboles más grandes. Todo estaba quedando perfectamente hermoso, desde la iluminación hasta el completo decorado con el que quedó satisfecho.

— Ya sabes lo que hace el amor. — dijo con una sonrisa burlesca en su rostro. Diego no podía verlo, así que se dió el lujo de ser sarcástico sin que el contrario se enterara de ello.

Diego rió y le tiró un poco de agua con la manguera. Lamentablemente para el ojimiel sólo le cayeron gotitas pequeñas en sus esponjosos rizos.

— Me alegra saber que te estás dando una nueva oportunidad en el amor. — confesó mientras terminaba de regar las últimas rosas. — Joaquín es alguien increíble, merece ser amado como el ser maravilloso que es. — dijo con una sonrisa ladina.

Era imposible para él no expresarse de Joaquín y que el amor que siente por él se saliera hasta por los poros. Sus ojos brillaban en exceso de tan solo mencionar su nombre. Estaba muy enamorado de aquella cosita preciosa, lo tenía comiendo de su mano y se quedaría así por siempre si tan solo él hubiese tenido la misma suerte que su mejor amigo. Jamás había deseado tanto ser alguien diferente. Era todo un tonto por él.

— Sí, sí. — el rizado estaba harto de escuchar la forma melosa en la que el ojimiel se expresaba de su cita. Entendía que estaba enamorado del chico, se lo había dicho mil veces y con cada comentario que lanzaba lo reafirmaba cada vez más, pero Joaquín lo eligió a él, sólo a él, ¿por qué simplemente no lo entendía y dejaba de insistir con el pequeño? Él era de quien el menor estaba enamorado.

Diego rió y nego divertido. Terminó con su trabajo y guardo todas las herramientas que ocupó para tener el jardín perfecto para la cita del rizado con el niño de sus sueños. Sonaba triste y en verdad lo era. Lo único bueno de todo aquello era que los protagonistas eran felices, y al ser personas importantes para él, era todo lo que necesitaba para estar tranquilo.

Emilio culminó con el arreglo de la mesa y decidió que era hora de encender las luces. El sol estaba en pleno ocazo y seguramente la vista sería maravillosa. Caminó hasta el interrumptor y encendió las lucesitas. Se veía increíblemente iluminado y el contraste con las hojas verdes de los árboles le fascinaba. El reflejo en la manta blanca que cubría la mesa en el centro del jardín lo dejó sin palabras. Cada pequeño detalle le estaba encantando demasiado, su esfuerzo había valido la pena. Ahora solo faltaba la prescencia de aquel que inspiró todo aquello, era lo único para que todo estuviera perfecto.

Diego observó todo a su alrededor y sonrió orgulloso. El rizado se veía muy entusiamado. Él solo estaba feliz de por fin ver a Emilio realmente enamorado.

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El rizado estaba intranquilo cuando en el reloj de pared dieron las seis de la tarde en punto. Faltaba sólo una hora para que el pequeño llegara. Habló con él por mensajes y le pidió que por favor lo dejar ir sólo porque no aceptó que fuera a recojerlo. Para el mayor no era ninguna molestia como suponía que el menor creía, pero ahí estaba, ya preparado para la cita y ansioso hasta la mierda.

Luego de un tiempo la hora acordada indicó en el reloj y comenzó a sentir incomodidades en su estómago, sin embargo, no le dió la más mínima importancia porque seguramente se trataba de los típicos nervios antes de verte con un amigo. Sí, eso le sucedía con Diego cuando comenzaron su amistad así que era lo más probable.

No, soy gay.Where stories live. Discover now