Emilio enganchó con sumo cuidado sus pulgares en las esquinas de la prenda interior del pequeño para así intentar quitársela de una vez por todas. No quería pedir permiso porque estaba muy seguro de que nadie antes lo había hecho y aún así tuvieron la oportunidad de que el menor no se negara. Estaba segurísimo de que Joaquín no era nada virgen, así que... ¿por qué tenerle el mínimo cuidado?
— Perdón. — susurró tímido al notar lo que el rizado estaba a punto de hacer. Sentía mucha vergüenza a pesar de que era un poco seguro de su cuerpo. No podía simplemente vivir con la idea de que no era lo suficientemente bonito para el chico de sus sueños.
Emilio frunció el ceño y lo observó atento antes de continuar con lo suyo. ¿Por qué el niño le pedía perdón?, ¿acaso había hecho algo en su contra sin que él se diera cuenta? Todo era tan confuso.
— ¿Por qué lo dices? — cuestionó alejándose un poco para prestar mejor atención a lo que tenía para decirle.
— Porque quizá no soy bonito para ti. — dijo jugando con sus dedos. Sus ojos estaban enfocados en ellos y no levantó la mirada en ningún momento.
El rizado se sorprendió por aquella confesión. ¿Qué le ocurría en la cabeza? Quizo reírse pero lo más probable era que no estaba en el momento indicado.
— ¿Estás bromeando, no? — declaró con una sonrisa ladina. Se inclinó nuevamente hasta los labios del pequeño y los acarició con los suyos.
Emilio no podía creer que Joaquín estuviera diciendo todas esas cosas. Claro, a él no le gustaba en lo más mínimo pero aún así podía notar la belleza del menor. Siendo heterosexual podía afirmar lo perfecto y precioso que su cuerpo era.
— No. — susurró con los ojitos semi abiertos. Tener los labios de su príncipe tan cerca y sin poder probarlos era un total tortura.
— Eres hermoso. — respondió honesto. — Eres precioso. — depositó un suave beso en los labios delgados sorprendiendo al pequeño. — Eres perfecto. — continuó besando una de sus mejillas. — Eres maravilloso. — musitó antes de dejar un beso en su frente.
El menor estaba sorprendido. Una vez más confirmaba que estaba enamorado de la persona correcta.
— Me gustas tanto. — declaró nuevamente.
Emilio rió bajito y volvió a su anterior tarea sin ánimos de respoder a aquella confesión. Tomó la pequeña prenda en sus pulgares y la quitó con cuidado. Las piernas delgadas y torneadas del menor resvalaron con tanta suavidad en la tela que el rizado se quedaría viendo lo mismo por días enteros. Estaba convencido de que jamás había presenciado algo igual de precioso.
¿Qué le estaba sucediendo?
— Mierda, bebé. — gruñó sin dejar de ver lo jodidamente caliente que el niño podía llegar a ser.
Su miembro estaba totalmente duro dentro de sus bóxers y aún más si es que se podía con aquella exquisita imagen.
Emilio separó las piernas del pequeño con suavidad y logró un gemido agudo por parte del menor. Mierda, estaba seguro que después de probarlo se iría directamente al infierno.
— Voy a probarte. — mencionó el rizado acomodándose mejor entre las piernas del pequeño. — ¿Estás de acuerdo con eso? — tenía que sonar convincente y cuidadoso, así que así lo hizo.
Joaquín asintió temeroso que no hacer las cosas bien a pesar de que sabía que a Emilio sí le gustaba. Cerró los ojos y se acostó mejor para darle todo el espacio necesario a su príncipe. El mayor tomó la parte trasera de sus muslos y lo guió lo más cercano a su boca. El pequeño tenía las piernas tan abiertas que incluso podía sentir el aire soplar en su agujero. Gimió por la sensación y Emilio no esperó más para poder saborearlo. Besó delicadamente el borde de piel arrugada y con sus dedos separaba de a poco esa abertura perfecta.
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No, soy gay.
Fanfiction- Emilio, eres un idiota. - declaró el castaño soltando una corta carcajada al darse cuenta de la gran metida de pata que había tenido su amigo. - ¿Qué? - preguntó confundido con el ceño fruncido. Tomó su teléfono de las manos de su compañero y sub...