Capítulo 6

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— ¿Por qué lo hiciste, Emilio? — susurró bajito. Sus ojos lucían realmente tristes. El mayor creía que incluso estos contenían lágrimas por lo brillosos que estaban.

Cualquiera diría que en realidad el pequeño estaba siendo dramático y ya, pero lo que en realidad sentía era vergüenza. Él solo quería que el rizado fuera honesto, y con esa mentira solo le confirmaba que en algún punto solo se estaba burlando de él.

Pero qué iluso fue.

— No, no. — negó rápidamente tomando ambas manitos del pequeño. Lo miró directamente a los ojos y decidió que lo más importante en ese momento sería decirle toda la verdad. — Lo que ocurre es que no puedo decir lo que en verdad soy porque nadie lo sabe, sólo tú. — lucía honesto, en verdad lo hacía.

— Pero, ¿por qué lucías molesto? Aquí nadie nos conoce. — y sí, el pequeño tenía bastante razón. Emilio tenía que encontrar alguna respuesta rápida.

— Absolutamente nadie puede enterarse, nadie. — profundizó sus miradas y Joaquín le creyó.

— Su pedido. — el cajero les entregó una gran caja llena de los diferentes sabores que había comprado.

— Gracias. — asintió el menor y soltó las grandes manos de Emilio para poder cargar con aquella caja.

— ¿No quieres que la lleve yo? — preguntó educado.

— No, está bien. — negó amable.

Ambos se dirigieron hasta una de las mesas que estaban en lo que parecía ser el patio trasero. El sol brillaba en su máximo esplendor y para mejorarlo todo, eran los únicos que se encontraban ahí. El calor era un tanto insoportable, pero con aquellos helados era más que suficiente para estar refrescados.

— Se ven exquisitos. — mencionó emocionado al abrir la gran caja. — ¿Empezamos? — sonrió y le extendió una cucharita rosa pastel. Emilio asintió y la tomó con cuidado para así comenzar a comer.

Al parecer estaban marchando bien después de todo.

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— ¿En serio pudiste con todo eso? — la rubia estaba sorprendida. Si alguien le pidiera hacer lo que ella le pidió a Emilio ni siquiera lo consideraría porque las ganas de vomitar incluso estaban desde antes que comenzara a actuar.

— Sí, lo hice. — asintió y acarició sus labios con los de la muchacha mientras la tomaba de la cintura como era de costumbre.

— Qué asco tener que salir con él. — susurró y depositó un suave beso en los labios del mayor. — Pero gracias por ayudarme en esto, mi amor. Te amo tanto.

— También te amo, princesa. Créeme que haría cualquier cosa por verte feliz. — musitó sobre los labios de esta sin dejar de sonreír.

Emilio estaba más que alegre de poder volver a tener el mismo contacto de siempre con su novia. Habían estado alejados por unos cuantos días hasta que Sabrina se enteró de los mensajes que le llegaban a su novio. Joaquín Bondoni era el niño que estaba detrás de él desde hacía años. Ella jamás permitiría que le quitara algo más, ya no. Si ese niñito quería jugar, pues eso harían.

— Solo quiero que lo ilusiones y luego lo destruyas, bebé. — acarició el pecho desnudo del rizado para después mirarlo directamente a los ojos. — Destrúyelo como él lo hizo conmigo. — insistió y sonrió al saber que Emilio estaba y estaría para siempre en la palma de su mano. — Dile lo mucho que te gusta, hazle creer que lo amas, regalale las rosas más preciosas que veas y sedúcelo hasta que caiga en tus manos. — las caricias en los rizos del mayor eran suaves haciendo que este se relajara y sólo escuchara la dulce voz de su novia. — Abrázalo, bésalo, enamoralo, fóllatelo si es necesario. — rió pensando en el asco que se eso podía causarle. — Al final de todo vas a dejarme disfrutar contigo de lo patético que lucirá frente a todos. — observó el rostro del mayor y este asintió rápidamente. — Seré tu recompensa si eso sucede. — le sonrió y este hizo que quedara encima de su pecho. Su lacio y rubio cabello caía por un de los lados, parecía una cascada maravillosa iluminada por la luna de lo brillante que era.

No, soy gay.Where stories live. Discover now