Capítulo 7

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Las clases de teatro extracurriculares eran las favoritas de Diego, no solo porque el niño más hermoso del mundo las compartía con él, si no también porque podía ser él mismo y así a la vez compartir con sus demás compañeros algo que le encantaba. La actuación le apasionaba demasiado, estaba muy feliz de haber podido tomar las clases ya que los cupos eran en su mayoría los que se agotaban primero.

— ¿Ya almorzaste? — preguntó a su amigo quien caminaba junto a él después de haberlo esperado. Al ojimiel le gustaba mucho estar acompañado, por eso prefería esperar a Emilio y así entrar juntos.

— Sí, comí un sándwich. — nadie podía enterarse que estaba muy nervioso. Las manos le sudaban frío y su corazón se escuchaba como un martillo. En realidad, estaba a punto de comenzar con lo que su novia le había pedido. Era hora de fingir sin tener necesariamente que hacerlo.

— ¿Por?, ¿pasa algo?, ¿estás bien? — la preocupación en el tono de voz de Diego era palpable. — Normalmente te comes una pizza familiar con borde extra de queso. — era cierto. A pesar de todo eso tenía el cuerpo que tenía. Era algo de admirar.

— Terminé con Sabrina. — soltó de repente. Mordió sus labios y cerró los ojos con fuerza, debía lucir realmente herido.

— ¿En serio? — no lo podía creer. Bueno, en realidad sí, ya que era de esperarse hasta que la rubia lo botara de una vez. Toda la escuela sabía que salía con Emilio sólo por la reputación de ser la novia del muchacho más popular de toda la institución. El único no enterado era su amigo. Más bien, no se quería dar cuenta.

— Sí. — asintió. Decidió ingresar primero al auditorio y tiró su mochila en uno de los asientos. Se sentó en el que le seguía y suspiró luciendo derrotado. — Creo que no comeré como en toda mi vida. — lucía muy triste, y Diego le creía ya que sabía perfectamente todo lo que había sufrido para llegar a tener una relación con esa niña.

— Amigo, sabes que yo siempre soy honesto contigo. Y sí, me alegra saber que esa garrapata ya no estará junto a ti. — Diego no tenía filtro si se trataba de decirle las cosas como eran. — Pero lo que también sé es que esta es una nueva oportunidad para que te des en el amor. Vamos, está bien, puedes con ello. Descansa, respira, tómate tu tiempo. Verás que es lo mejor que te pudo haber pasado. — finalizó y tomó con cariño uno de los hombros de su mejor amigo a modo de apoyo.

— ¡Buenas tardes, mis niños! — saludó efusivamente Elizabeth, la maestra de teatro. Llegó cargando un sin fin de bolsas llenas de trajes. Al parecer, los haría interpretar personajes o algo parecido.

— Buenas tardes. — saludaron en coro haciendo reír enternecida a la morocha.

Joaquín arrivó junto a su hermana y su mejor amiga. Ese niño de verdad no tenía la más mínima idea de cuántos suspiros robaba cuando entraba a cualquier habitación. Diego, claramente, se consideraba uno de los muchos que babeaban por él. Para sorpresa del último, Emilio se había quedado viendo las bonitas piernas del pequeño. Sabía que su amigo era curioso, lo supo exactamente cuando le habló acerca de su bisexualidad. Al parecer, no tenía ningún tipo de oportunidad ya que la cosita bonita sí parecía atraerle. Pero aún podía divertirse y molestarlo con ello, claro que sí.

— ¿Si está bonito, no? — preguntó mientras se levantaban de los asientos para ir detrás del grupo que se dirigían hasta el escenario.

— Cállate. — refunfuñó y sus mejillas se hicieron rojas de la vergüenza. Necesitaba felicitarse a sí mismo por el gran trabajo actoral.

Diego soltó una carcajada y golpeó a su amigo en el trasero, una palmada leve. Emilio sólo rió por tal acto y le tomó su cabeza entre sus brazos para intentar darle un coscorrón.

No, soy gay.Where stories live. Discover now