Capítulo 19

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Emilio esperó impaciente en las gradas que se encontraban detrás de los baños de la escuela. Era un lugar bastante oculto de todo porque sólo lo usaba el personal de limpieza para recoger productos necesarios, y como ya estaban a nada de salir, decidió que sería el lugar indicado para esperar a Joaquín. Incluso compró bombones de chocolate blanco porque sabía que eran los favoritos del pequeño.

Se colocó mejor para quedar apoyado cómodamente en la baranda y suspiró mientras jugaba con los bombones entre sus dedos. Pensó en cómo no pudo resistir el querer ver al menor tan pronto como pudiera, porque hasta se faltó a su última clase. No podía esperar a que esta terminara para salir de ese aula asfixiante y tener al pequeño entre sus brazos, algo desesperado, pero muy cierto.

Sacó su teléfono de su bolsillo trasero y fue directamente hasta el sector de los mensajes en donde se encontró con la bandeja de Joaquín y la que siguiente era la de Diego. A este último le había enviado más de tres mil mensajes durante todo el tiempo que pasó después de la discusión que tuvieron en su casa. Intentó hablarle en la escuela e incluso pensó que este se sentaría a su lado como siempre lo había hecho en cada clase, pero simplemente no ocurrió. Diego nisiquiera le dirigía la mirada, mucho menos la palabra. Era como si él no existiera, y lo entendía, porque sabía que era exactamente lo que se merecía por haber hecho lo que hizo. Aún así no dejaba de hacerle saber lo miserable que su vida se estaba volviendo sin él, y por eso decidió contarle lo que pasaba en cada segundo de su diario vivir como si nunca hubiesen dejado de hablarse. Le habló acerca de lo arrepentido que estaba y también de cómo al parecer el destino se estaba encargando de que pagara de la peor manera que, en ese momento, era haberse enamorado de la persona por la que jamás creyó que lo haría.

Emilio suspiró y abrió la bandeja de mensajes que tenía con el pequeño después de un momento. Rió levemente cuando vió el corazón verde a lado del nombre del menor. En una de esas noches de insomnio decidió editar su nombre y añadirle ese emoji. Era un completo cursi, definitivamente.

Tecleó rápidamente un mensaje para él y mordió su labio inferior para intentar ocultar la gran sonrisa que amenazaba con escaparse.

"Te espero en las escaleras detrás del baño, bebé."

"Compré algunos bombones."

"Sé que son tus favoritos."

"Y me falté a la última clase porque no podía aguantar el no verte."

"Te amo."

Terminó de escribir los mensajes y guardó su teléfono en donde anteriormente estaba.

Esperó por almenos una hora y media hasta que el pequeño llegó hasta él con una sonrisa gigantesca en su bonito rostro.

Estaba realmente perdido por él.

— ¡Mi amor! — chilló y extendió sus bracitos para enredarlos en el cuello del contrario.

Emilio lo recibió con los brazos abiertos y enredó estos mismos en la cintura de su novio para atraerlo hasta él lo más que pudiera. Necesitaba tenerlo cerca porque se había vuelto casi igual de importante como respirar.

— Te extrañé tanto, bebé. — susurró sobre la sien del menor antes de depositar un suave beso en el mismo lugar.

— Nos vimos en el receso. — rió el pequeño y se separó para tomar asiento a lado de este.

Emilio se acomodó mejor sintiéndose vulnerable de repente, pero lo dejó pasar cuando se dio cuenta cuán lejos estaba Joaquín de él.

— Ven aquí, estás muy lejos. — pidió con ojos suplicantes mientras estiraba sus manos para tomarlo.

No, soy gay.Where stories live. Discover now