CAPÍTULO 11

1.4K 71 6
                                    



22 de agosto.




Me quito mi chaqueta colocándola en una de las estructuras especiales para sostener este tipo de cosas y me amarró el cabello en un moño alto. Acomodo un poco mi blusa y tomando un trapo me acerco a la barra para ponerme a atender a algunos de los clientes de siempre. Los nuevos me van pidiendo sus tragos contando sus historias, otros no hablan, a los clientes que ya son habituales les sirvo lo que suelen pedirme y les doy una sonrisa de cordialidad.

Miro alrededor, hoy el bar está bastante lleno.

— Eh, mueve tu pequeño cuerpo, tenemos varios clientes que atender – ruedo los ojos al escuchar a mi compañero y sigo sirviendo tragos, algunos me mantienen en sus charlas y la mayoría ve mis pechos, me volteó con rapidez y me cambio de cliente.

Seguimos así por una hora más y cuando me piden que vaya por unas botellas lo hago, voy hasta el gran estante y las alcanzó con mucho cuidado de no tirarlas al suelo.

— Hay un cliente que pide por ti – me comenta una de mis otras compañeras, me da una sonrisa pícara –. Está bien rico.

— ¿Segura que no es uno de esos viejos asquerosos?

Niega con la cabeza y me dice que me apure, le paso las botellas y le indico donde las tiene que llevar para luego empezar a caminar al final de la barra, acomodo el moño en mi cabeza y el hombre se encuentra dado vuelta. Me detengo en seco.

Esa espalda...

Mierda, no.

Di dos pasos hacia atrás, pero chocó con mi compañero y este suelta un gruñido, me regaña y ya es demasiado tarde para escapar.

Él ya me ha visto.

Me sonríe de forma torcida y me hace una seña con la mano para que me acerque. Muerdo mi labio con fuerza conteniendo cualquier impulso de correr y me acerco a él. Le doy una sonrisa fingida y me apoyo en la barra mientras lo observo como si fuera un cliente más.

— ¿Qué vas a pedir?

— Dame...— sus ojos recorren mi rostro y bajan descaradamente a mis labios pintados de un rojo oscuro, vuelve su vista a mis ojos y le frunzo el ceño.

No debes golpear a los clientes Ashley, pueden despedirte.

— Dame lo más fuerte que tengas.

Asiento a su pedido y me volteo para buscar las botellas, me acerco dejando el vaso frente a él con más fuerza de la necesaria y empiezo a ponerle diferentes tipos de alcoholes. Se lo extiendo y él lo agarra, rozando sus dedos con mi piel.

Trago saliva y apartó mi mano como si me quemara, me doy la vuelta para seguir atendiendo, pero vuelvo a escuchar cómo me llama. Mis hombros se tensan y me acerco a él, no me queda de otra.

— ¿Qué quiere, señor?

— ¿No vas a tutearme? Si ya nos conocemos...

— No, no tuteo a los idiotas. Y no nos conocemos, así que deja de joder y déjame trabajar.

Me vuelvo a voltear, sin embargo me detengo al escucharlo reír. Es una risa tan ronca y sexy que hace que algo en mi vientre bajo me dé cosquillas, niego con la cabeza y vuelvo a atender a las personas que andan exigiendo tragos.

Puedo notar su mirada penetrante en cada movimiento que hago, así pasó más o menos una hora hasta que llegó mi descanso. Me desató el cabello mientras le indico a mi compañero que saldré afuera a tomar aire y me comenta que él me alcanzaría en unos minutos.

Mi destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora