Capítulo cuatro

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Emilio intentaba acomodar su cabello, gruñó al ver que estaba fracasando en su misión.

— Déjame intentarlo —dije, mi novio me abrazó por la cintura.

— Tu cintura es tan pequeña —dijo antes de meter su mano por debajo de mi camisa y acariciar mi piel desnuda.

— Y tu mano es tan mano-larga —dije con gracia, me moví incómodo por las cosquillas que provocaba que él me tocará.

El río y asintió confirmando.

— Hueles bonito —dijo.

— No puedo decir lo mismo de ti —tape mi nariz y con mi otra mano fingí esparcir el mal olor.

— Cállate —dijo.

— Cállame —dije.

De un movimiento me sentó en sus piernas.

— A besos —enterro su cara en mi cuello y me beso—. ¿Cama? —Murmuro

Negué—: que cama ni que nada, tenemos que grabar el vídeo.

Se separó de mi cuello y me hizo un puchero.

— Podemos grabar mañana —sugirió.

— Imposible —negué—, mañana nos vamos a Miami y editaras el vídeo en el avión y el martes ya debe de estar arriba.

— Son casi las nueve —se quejo.

— Es tu culpa —dije—. Si no te hubieras quedado acostado en el sillón después de llegar del centro, ahora ya estaríamos haciendo cama, pero no.

Bufó.

— Vídeo y luego cama —dije.

Sonrió.

— Entonces hagamos esto rápido para irnos a la cama —me tomo de las caderas y me puso alado de él.

Negué divertido. Emilio prendió la cámara en lo que yo me ponía bien la camisa.

— Uno —contó el rizado—, dos.

— ¡Wuola! —Gritamos al mismo tiempo.

Emilio me abrazó por los hombros.

— Yo soy Mailo —hizo su señal de cholo.

— Y yo soy Joaco —dije e hice mi señal.

— Y bienvenidos a un nuevo vídeo —dijimos los dos.

— El vídeo de hoy es muy diferente a los demás —aseguro Emilio.

Negué con diversión.

— Hoy estamos solitos — con mi dedo fingí que una lágrima caía por mi cara.

— Por fin la hermana de Joaco se fue del departamento —explico el rizado feliz, hizo un baile de alegría.

— Cállate —le dije—, extraño a mi hermana. Vuelve Renata.

— ¡No! —Grito cuando escuchó lo que pedía.

Amor —regañe—, es mi hermana.

¿Y? Cuando está ella no podemos hacer sillón, cama, baño —hizo un puchero—. Renata está vetada del apartamento.

Entonces Romina también —desafíe.

Okay —se encogió de hombros y sacó su teléfono—, deja le aviso de una vez para que ya no venga.

¡No! impedí. ¿Es enserio? ¿Vas a vetar a tu hermana también?

Asintió.

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