Capítulo cinco

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— ¿Listo? —Pregunto, asentí—. 1, 2, 3...

— Wuola —dijimos al mismo tiempo.

— Yo soy Mailo —el rizado acerco la cámara a su cara.

— Y yo soy Joaco —Emilio ahora acerco la cámara a mi cara.

Me aleje y caminé hacia nuestra cama.

— Y bienvenidos a un nuevo vídeo —grito el rizado—. Hoy es un vídeo muy diferente.

— Y si —me acerque a el y guiñe el ojo.

— Hoy nos vamos a... ¿A dónde vamos moco? —Giro la cámara y me captó.

— No se —fingí—. ¿A Brasil? —Mi novio movió la cámara de derecha a izquierda—. ¿A Tailandia?

— ¡No! —Grito, giró la cámara—. Iremos a...

— ¡Miami! —Gritamos al mismo tiempo.

— Oh sí, pequeño —hizo un baile y giró la cámara hacia mi—. Oh, si —baile arriba de la cama—. Sientelo bebé, sientelo.

Emilio y yo seguimos bailando y apagó la grabación.

— Estoy muerto —dijo y se tiró encima de la cama, reí y le pegue con una almohada.

— Apúrate —dije—. Ren llegará en diez minutos para llevarnos al aeropuerto.

Emilio bufó y dijo—: no se porque tú hermana tiene que llevarnos, cuando Romi puede hacerlo.

— Ren también —contrataque.

El no dijo nada y se limitó a terminar de hacer su maleta.

« ♦ ♥ ♦ »

Nos sentamos en la cafetería del aeropuerto esperando a que sea hora de irnos. Mamá y mi hermana ya se habían ido hace más de quince minutos, porque Renata tenía clases de baile.

— Estoy demasiado cansado —pronuncio con cansancio el rizado frente a mí—. Estoy comenzando a creer que no es buena idea hacer cama antes de un vuelo.

— Te lo dije —regañe.

— Es tu culpa —bufo—. Si no desvelaras al barrio con tú cintura, no pasaría esto.

Emilio prendió la cámara y comenzó a grabar, sabiendo que así sería la única forma de que no le contestaría.

— Amigos, estoy demasiado cansado —se tallo sus ojos y suspiro—. Son las —mostró la hora en su celular—, nueve con treinta y dos de la mañana.

Emilio grabó su café y contó lo cansado que estaba y que nuestro vuelo se había atrasado.

— No les puedo enseñar a Joaco porque está comiendo y tenemos que respetar su espacio —explico, lo miré con el ceño fruncido—. No te preocupes bebé, tú sigue comiendo.

Me guiño el ojo y apagó la cámara.

— ¿Respetar mi espacio? —Le pregunté.

Asintió.

Lo miré confundido.

— En realidad te veías muy lindo y no quería que alguien se enamorará de ti —hizo un puchero—, perdón bebé.

Me reí.

Estuvimos más de cuarenta minutos en el aeropuerto hasta que nos tocó subirnos al avión.

Emilio grababa algunas tomas de nosotros camino y dentro del avión.

Cuando estuvimos en nuestros lugares, le mandé algunos mensajes a Ren antes de ya no poder hacerlo.

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