La habitación era verde, Alexa la examinó por todos lados. Vio la ventana detrás del sillón donde se sentaba su nueva psicóloga llamada Alma, tenía una libreta en sus piernas y miraba a la adolescente con paciencia.
—¿Cómo estás? —le preguntó Alma en un intento ignorado por iniciar la conversación, Alexa seguía examinando la habitación.
Había varios juguetes en el suelo, una mesa sobre la que estaban papel y colores, pañuelos, incluso habían unas revistas. Alexa estaba asombrada por lo extraño que le resultaba el nuevo ambiente al que su madre la había metido.
Empezó a ver las paredes, en una de ellas había una pintura de una cascada en el bosque. Casi contra su voluntad, un recuerdo feliz que se había vuelto doloroso se reprodujo en su cabeza.
—Tierra de Osos —dijo finalmente Alexa bajando la mirada para ver sus rodillas.
Traía un vestido negro, era lo último limpio que le quedaba de ese color, Alexa pensó en su madre, que probablemente está lavando su ropa para que ella se sienta más cómoda. Desde lo sucedido, tenía la absoluta creencia que su madre hacía todo para que ella fuese feliz, o al menos un poco. Tanto como podía serlo.
—¿Tierra de osos? —repitió Alma alzando la pluma en su mano.
—Es una película de Disney —respondió Alexa de mal humor cruzando los brazos—. Mi padre y yo la solíamos ver todo el tiempo.
—¿La has visto sin él?
—No y no me apetece —respondió Alexa.
—¿Tiene que ver con la muerte de tu padre? —Las palabras helaron a Alexa.
Apretó el puño mientras sentía que hervía de ira, sus mejillas estaban rojas. Esas palabras eran una especie de tabú, incluso Gerardo, el mejor amigo de Alexa, no tenía derecho a mencionar esas palabras. Se levantó de inmediato del sillón en el que estaba sentada.
—Esta conversación se terminó —dijo después de una pausa donde solo miró con ira a su psicóloga.
—¿Y de qué prefieres hablar? —preguntó Alma con calma.
—No quiero hablar —respondió la adolescente.
—No siempre necesitas lo que quieres —le dijo Alma en replica.
—Solo déjame sola hasta que acabé esta maldita hora y mi madre venga por mí —le dijo Alexa apretando los dientes por la ira.
Alma no dijo una palabra, asintió y se cruzó de piernas en su silla. Alexa se dejó caer sobre el sillón mirando el techo, se sentía atrapada en ese pequeño cuarto verde, estaba enojada pero ni siquiera sabía porqué, en el techo podía observar una superficie blanca que la hipnotizaba. Era lo único que no tenía un color llamativo en la habitación, sentía las lágrima caer por sus mejillas y nudo en su garganta que le ardía como el fuego, pero no lloró. Se regaño a sí misma, no debía llorar ahora, no cuando su madre empieza a calmarse por todo lo que ha sucedido, no enfrente de esa mujer que no sabía nada, que hace un par de horas era una extraña cuya existencia desconocía.
Casi como si fuese una eternidad, la hora acabó con un par de intentos fallidos de conversación por parte de su psicóloga. El reprimir el llanto la tenía demasiado agotada, incluso para estar molesta.
Cuando salió de la habitación verde, la vio. Era una mujer de más de cuarenta años, usaba unos zapatos con tacón bajo color café, una falda del mismo color que le llegaba a la rodilla y una blusa beige. Su cabello castaño, largo y ondulado estaba peinado en una trenza y en su rostro, ligeramente maquillado, se denotaba una gran preocupación en esos ojos grandes y castaños que poseía. Alexa veía las arrugas en el rostro de su madre, veía las bolsas bajo los ojos producto de las últimas semanas y aún así estaba admirada de como se podía mantener de pie, erguida, con una pequeña sonrisa y los brazos abiertos para Alexa.
Alexa caminó hacia los brazos abiertos de su madre y le permitió abrazarla. Tenía un perfume de olor dulce, como siempre, un olor que Alexa nunca había podido identificar con certeza que era, solo sabía que le gustaba y la hacía sentir segura.
—Vamos a casa, mi princesa —le dijo su madre sonriendole a su hija.
•°•°•°•
El camino en auto era silencioso. Ninguna de las dos se había animado a poner música durante el viaje y no habían intercambiado muchas frases entre ellas.
—Te compré un regalo —dijo su madre rompiendo el silencio, atrayendo la atención de la adolescente.
—Mi cumpleaños fue hace casi un mes —dijo Alexa con amargura.
—Lo sé —respondió la madre—. Yo fui la que te parió.
—Aceptaré el regalo si me prometes no hablar sobre mi parto —propuso Alexa horrorizada por el rumbo que estaba teniendo la conversación con su madre, cosa que la hizo reír.
—Los embarazos son muy bonitos —replicó su madre—. Me parece un proceso tan hermoso, no siempre es color de rosa, pero así es la vida. Y en un embarazo creas una.
—Prefiero evitar esos procesos hermosos —comentó Alexa dándole a su madre una sonrisa forzada para dar un largo suspiro—. ¿Cuál es el regalo?
—Está en la guantera —le dijo su madre sin dejar de ver el camino, Alexa abrió la guantera para encontrar un paquete rectangular envuelto en periódico.
Arqueo una ceja mientras quitaba el listón rojo que tenía. Una vez quitando el periódico se revelaba un pequeño cuaderno estilo francés color rosado con dos A hechas con purpurina.
—¿El diario de Barbie? —preguntó Alexa arqueando una ceja.
—Es para ti, para que escribas lo que sea que pase por tu cabeza —le explicó su madre sonriendo emocionada, Alexa reconoció el brillo en los ojos de su madre, auténticamente creía que era una brillante idea.
Alexa miró con inseguridad el cuaderno mientras lo examinaba por fuera, muy en el fondo, estaba feliz de que fuese rosa. Le gustaba el color, una especie de gusto culposo que ella poseía. Su madre la conocía tan bien que sabía que con el cuaderno, aunque Alexa no quisiera admitirlo, había dado en el clavo.
—¿Quieres que escriba un diario? —preguntó extrañada la adolescente.
—Quiero que estés bien —respondió la señora al volante para añadir con tristeza—. Sinceramente no sé cómo puedo ayudarte, me quedo sin ideas y quiero creer que ese cuaderno te ayudará como yo quiero ayudarte.
Alexa miró por unos segundos a su madre y, por primera vez en lo que sentía una eternidad, sonrió. Sonrió de verdad.
—De acuerdo.
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Diario de una asexual (Versión 2.0)
Novela JuvenilDespués de la muerte de su padre, Alexa Aguilar tendrá que aprender a seguir adelante con ayuda de la gente de su alrededor y un amigo inesperado pero funcional, todo mientras un bromista anónimo que parece conocerla perfectamente la hace enfrentars...