19: Recaída

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-Aunque no lo creas ahora, solía ser un niño gordo -me dice Saúl encogiendo sus hombros-. Era la burla de mis tías ya que les parecía gracioso lo gordo y torpe que era, recuerdo que solían ofrecerme dulces si me ponía a bailar y ellas me grababan riéndose. En ese momento, creí que estaba bien todo eso, que era inocente. Entonces entré a la primaria.

Saúl toma un trago de café y mira hacia la ventana, como perdido en sus recuerdos. Trato de pensar en las pocas veces que he visto en mis tías en mi vida, se limitaban a decirle a mi madre lo malcriada que era porque no quería darles besos o que ellas me lo dieran, creo que la última vez que las ví, se quejaron con mi madre por lo poco que me entusiasma convivir con ellas. Mi padre no tenía contacto con su familia desde hace años, me pregunto si ellos piensan en él como yo lo hago.

-No era muy bueno haciendo amigos -continua Saúl mientras lo veo jugar nervioso con sus manos-. No podía ser como Sebastián que era el niño perfecto, el amigo de todos, el capitán, el líder. Yo era Saúl, el niño gordo que lloraba cuando le arrojabas comida. Incluso me ponían apodos crueles e inventaron que siempre olía a popó para que nadie se me acercara.

-Los niños son imbéciles -comento de mal humor y él me sonríe de lado.

-Cuando tenía 10 años se puso de moda la canción Bad Romance -me cuenta Saúl con una ligera sonrisa-. Estaba asombrado por el vídeo musical y pensaba "wow, sería cool bailar como ella", así que empecé a practicar las coreografías en mi habitación todos los días, contento de tener un pasatiempo que no involucrara estar con otros niños.

-Yo solía practicar karate -le digo con una pequeña sonrisa-. Me gustaba poder golpear a otros niños y que me dieran premios por eso.

Saúl se ríe divertido por mi pequeña historia mientras niega con la cabeza, mis comentarios sutiles parecen evitar que su ánimo empeore mientras me cuenta los tristes años de su vida temprana a raíz de los otros niños.

-Entonces, un año después, comenzó a gustarme una niña -me cuenta Saúl y ruedo los ojos, clásico de él-. Se llama Marlene.

-¿Marlene? ¿Esa Marlene?

-Sí -responde-. Tengo más historia de la que debería con ella. Resulta que ella de niña dijo que le gustaba bailar, por lo que quise bailarle para cortejarla como si fuera un ave.

"Tiene el cerebro del tamaño de un ave" pienso con amargura.

-Ella se rio de mí y le contó a todos que bailaba como Lady Gaga por lo que todos empezaron a decirme afeminado -me dice Saúl mientras noto como sus hombros se tensan y trata de no perder la calma-. Queriendo conquistar una chica, empeore aún más mi estatus social.

-¿Cómo ustedes terminaron juntos?

-No te adelantes -me responde con una sonrisa y luego se cruza de piernas para ponerse más cómodo-. Así que entré a la secundaria como el gordito afeminado del que hay que burlarse. Entonces conocí el álbum "Born This Way" y creí que aprendería a amarme como era debido. Gracias al ejercicio de las coreografías y que empecé a correr todos los días, viviendo más sano, empecé a bajar de peso y todos comenzaban a amarme. Me empape de ese amor falso que los niños me ofrecían y creía que como era más delgado, todos me amaban. Entonces me di cuenta que los niños no eran el objetivo a vencer, sino mis padres.

Saúl hace una ligera pausa mientras veo como aprieta su muñeca con fuerza, sin darse cuenta, yo pongo mi mano sobre la suya, lo que parece hacerlo darse cuenta de lo que hace y me dedica una sonrisa triste.

-Un niño saca conclusiones tontas -me dice Saúl-. Mis padres nunca me prestaban atención y siempre me hacían sentir inferior a Sebastián, yo no era tan listo como él, ni tan atractivo, ni tan amistoso, solo era un niño gordo. Así que creí que mis papás también me odiaban por ser gordo y me amarían cuando bajara de peso, pero no fue así. Mientras más delgado me volvía, más invisible era para mis papás y cuando lograba que me vieran era porque querían reclamarme por no ser como mi hermano mayor. Así que, en mi cabeza, creía que seguía siendo gordo, incluso creía firmemente que engordaba todos los días. Entonces mis dietas se hicieron más estrictas, haciendo que tirara comidas a escondidas, haciendo mucho más ejercicio pese a que mi cuerpo no lo resistía. Eventualmente comencé a inducirme el vómito y, como es natural en cualquier persona que no come y vomita, colapse.

Diario de una asexual (Versión 2.0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora