~Yoongi~
África.
La hora de las brujas usurpó el continente mientras corría por la aduana y explotaba a través de las puertas de llegada. El aeropuerto Sir Seretse Khama me dio la bienvenida de nuevo antes de lanzarme fuera al frío de la noche de Gaborone. No había estado en Botswana por dos años, sin embargo, se sentía como si nunca me hubiera ido.
Evitaba venir aquí. No podía manejar las corrientes emocionales de nuestros trabajadores. Odiaba sentir su esfuerzo y problemas. Odiaba ver los secretos y reflejos de lo infeliz que eran.
La última vez que vine, había hablado con Tae acerca de hacer algo al respecto.
Se volvió nuestro mediador oficial. A espaldas de Cut, viajaba a menudo y construyó una buena relación con los hombres que trabajaban con nosotros desde hacía siglos. En su estilo prototípico de ayuda y generosidad, mejoró las condiciones de vida, les dio mayores salarios, trabajos más seguros, y bonificaciones secretas para su difícil situación.
Se aseguró que los esclavos de Cut se volvieran empleados dispuestos con beneficios en la salud y satisfacción.
Cut no lo sabía.
Existía tanto que no sabía.
Pero, de nuevo, lo que Cut no sabía no le dolía. Y eso significaba que nuestra empresa trabajaba mejor porque ninguna mala voluntad y miseria podrían debilitarla.
—Maldita sea, ¿dónde están los jodidos conductores? —Corrí hacia la parada de vehículos, en busca de alguno para detenerlo.
Los taxis eran pocos y raros oportunistas persistentes a esta hora de la noche.
No había dormido en días. Mi herida se abrió y mi fiebre se volvía cada vez peor. Pero no tenía tiempo para cuidarme. Mis sentidos estaban despedazados por el vuelo y apenas podía mantenerme en pie.
Pero _____ se hallaba con mi padre.
A _____ se le acababa el tiempo.
Ya voy.
Una sola sombra apareció adelante. Volviendo mi trote en una carrera, apreté la mandíbula y me acerqué al hombre africano desaliñado. Su largo cabello trenzado y sus pantalones vaqueros rasgados en algunos lugares.
Señalé su coche fangoso. —¿Ese es tu todoterreno?
El chico frunció el ceño, cruzando los brazos. Sus ojos negros me miraron de arriba a abajo, con los músculos preparados para una pelea.
En África, no te acercabas a los extraños a menos que tuvieras un arma y fueras preparado para la batalla. La humanidad no era tan civilizada aquí, principalmente porque tanta lucha mantenía al país salivando por guerra.
—¿Qué quieres, chico blanco? —Su acento africano proclamó recuerdos de jugar en la tierra en nuestra mina como un niño. De excavar junto a los trabajadores y extraer diamantes reticentes de la roca antigua.
—Te pagaré dos mil libras, si me llevas donde tengo que ir.
Su enojo territorial se desvaneció un poco, deslizándose en esperanza sospechosa. —¿Qué acerca de simplemente robar el dinero y dejarte muerto a un lado de la carretera?
Me erguí completamente, a pesar de que dolía mi costado. —No lo harás.
El hombre sin cruzar los brazos, apuñó las manos. —¿Ah no? ¿Por qué no?
—Porque si quieres que te pague tienes que llevarme. No tengo el dinero conmigo.
—¿Esto es una estafa?
—Ninguna estafa.
El chico se inclinó hacia delante, con los ojos entrecerrados para la batalla. —Dime quién eres.
Sonreí.
Mi nombre tenía peso en Inglaterra, al igual que tenía peso aquí.
Sin embargo, aquí era más que un heredero de una compañía de miles de millones de dólares. Era más que un señor, y el jugador principal de polo, y el vicepresidente de los Diamantes Negros.
Aquí, yo era vida.
Era muerte.
Era sangre, poder y realeza.
—Soy un Min.
Y eso fue todo lo que necesitó.
El hombre perdió su indignación, deslizándose al máximo respeto. Se dio la vuelta y abrió la puerta de su abollado todoterreno, inclinándose en señal de bienvenida. —Sería un honor llevarlo, jefe. Sé dónde tiene que ir.
Por supuesto, lo sabía.
Aquí todo el mundo sabía de nuestra mina. Sabían que era intocable. Sabían que no debían atacarla o saquearla. Ese tipo de respeto tenía un largo camino en este país.
Estreché su mano en señal de agradecimiento. —Vas a ser reembolsado. Pero espero que conduzcas rápido.
—No hay problema. —Sonrió ampliamente—. Sé cómo vuelan los Mins.
Curvé mis manos, incapaz de ignorar la bomba de tiempo en mi pecho.
_____.
Mirando a mi conductor, pedí—: Haz lo que sea necesario, pero quiero estar en Almasi Kipanga antes del amanecer.
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Endeudado: Deuda Final// MYG y TÚ//+18 [TERMINADA T6]
Fanfiction"Estoy enamorado de ella, pero podría no ser suficiente para evitar que sea la última víctima de la Herencia de la Deuda. Sé quién soy ahora. Sé lo que debo hacer. Estaremos juntos, sólo espero que sea en la Tierra en lugar de en el Cielo". Todo s...