Capítulo 52

11.6K 1.3K 156
                                    

¡Sorpresa!😊

Wilson resbaló en la hierba mojada cayendo hacia atrás pero sin quitar sus ojos del cañón del arma que apuntaba a su pecho agitado, su frente comenzó a sudar y mientras rebuscaba entre sus ropas la suya es que en el silencio de la noche oscura se ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Wilson resbaló en la hierba mojada cayendo hacia atrás pero sin quitar sus ojos del cañón del arma que apuntaba a su pecho agitado, su frente comenzó a sudar y mientras rebuscaba entre sus ropas la suya es que en el silencio de la noche oscura se escucho el sonido de cuatro armas más.

—No se mueva señor. —dijo Aiden con voz grave mientras sostenía aún a Elena entre sus brazos, quien sobrepasada por la situación gemía desconsolada.

—No le haga nada, por favor... —musitó en defensa de aquel hombre y Aiden volvió su mirada hacia ella. —No ha hecho nada... solo seguir las órdenes de William. Te ruego que no lo lastimes ni a Ana tampoco. —Sopesó sus palabras durante algunos segundos y luego asintió, mientras envió a los muchachos con un movimiento de su cabeza, quienes tomaron a Wilson por los brazos y lo llevaron hasta la casa.

Los sujetaron con sogas en la despensa de la casa y allí los dejaron, sabiendo con certeza que William iría allí al día siguiente y los encontraría.

Montaron en los caballos y Aiden tomó por la cintura a Elena, quien se había mantenido en silencio luchando con sentimientos y miedos, con preguntas sin respuestas y con la incertidumbre de no saber como seguir a partir de ese instante. Su presencia la reconfortaba y al mismo tiempo la sentía como una espina clavada profundo, que duele y lastima, que quieres arrancar y no puedes. Apretó sus ojos conteniendo las lágrimas cuando sintió su cuerpo detrás del suyo. Quería mantenerlo alejado, pues su presencia, su porte poderoso y su manera desenvuelta de ser en la vida arrasaban con sus defensas que apenas se sostenían en una sola idea: era un mentiroso, ninguna de sus expresiones de amor eran ciertas ni verdaderas, sólo una treta más para aprovecharse de ella y de su corazón enamorado.

Avanzaron por el camino a paso lento, el silencio los acompañaba y la luna apenas permitía que los caballos no se salieran de la huella. Aiden acercaba su rostro a su cuello e inspiraba su olor, ese aroma a vainilla que era capaz de transportarlo y arrasar su rabia y su dolor. Elena sentía su respiración cercana y su pecho subir y bajar mientras sostenía su cuerpo, deseaba llegar a un lugar y salir de semejante apuro, puesto que había aceptado montar con él sin discutir, pensando en su bebé, ya que temía caerse de un caballo o golpearse en semejante oscuridad. No quería ponerlo en peligro y eso significaba tragar su orgullo y sus palabras.

Llegaron a la ruta principal hacia Lancaster y Daniel sonrió al ver la parte trasera del carruaje donde aún aguardaban Freya y John.

Los caballos se detuvieron y apenas ayudó a bajar a Elena, Freya corría a su encuentro extendiendo sus brazos, repletas de lágrimas y angustias, risas y alivio.

—Amiga mía... —Susurró Elena en su oído y Freya respondió a sus palabras apretando su abrazo.

—Lo sabía... lo sabía... Mi señora, no vuelva a irse sin mi nunca más... no imagina lo que sufrido por usted.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora