Capítulo 60

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Elena observaba los árboles del bosque que rodeaba la casa, cómo sus hojas cambiaban de color virando a los amarillos, ocres y marrones tenues que ante los rayos ya débiles del sol, parecían dorados. Suspiró con sus brazos cruzados sobre su pecho, habían pasado tantos días que su corazón permanecía apretado y revuelto como un nudo. Aiden se quejaba constantemente en su semiconciencia y ella masajeaba su pierna con sus ungüentos, ya que parecían aliviarle.

Estaba delgado y débil, había perdido el dorado de su piel, que el sol y el campo le habían dado, y le era inevitable pensar en su propia desventura, de lo que había sufrido en carne propia hacía tiempo con salvin. Parecía que todo hubiera sido siglos atrás, pero cuando se volvía hacia la cama de su esposo que aún no terminaba de reponerse, es que volvía a caer en cuenta que todo en su vida había sido y seguía siendo duro.

—Elena... —su gemido y su voz la trajeron a la realidad, haciendo que de inmediato se vuelva hacia él y acuda a su lado lo más rápido que su pierna le permitía.

—Aiden, mi amor... —susurró esperanzada mientras tomaba su mano y la llevaba a sus labios dejando en ella un beso tierno.

—Elena... —sollozó en lágrimas que parecían haber estado atrapadas en su corazón y sus ojos durante todo aquel tiempo. Ella vio llorar a su esposo que siempre había sido tan fuerte, por primera vez. Su corazón se deshizo y sólo atinó a acunarlo en su pecho y llorar juntos mientras oía su voz lamentar sus pérdidas, sus miedos y sus desdichas. —Diana... la mató William... William acabó con su vida... es el padre de Oliver... Dios mío... —alcanzó a pronunciar mientras aquel llanto invadía su existencia haciendo que su pecho se elevara y descendiera agitado, y aunque ella estaba asombrada por sus declaraciones, lo abrazó fuerte y secó sus lágrimas con sus manos tiernas.

—Mi amor... llora por ella... llora por tu hermana, quita tantas angustias y dolor para que puedas curar tus heridas... yo estoy contigo... —sus lágrimas se unieron a las propias, pero de alegría por tenerlo y porque Dios les daba aquella oportunidad. —William ha pagado con su vida por todos los males que ha causado...

Aiden repitió hasta el hartazgo todas sus desazones y todo el dolor acumulado durante aquellos años, lloró hasta quedar exhausto y finalmente volvió a dormirse, pero su rostro había cambiado. Desde que ella lo había conocido había estado surcado por aquellas líneas amargas que sólo reflejaban sus dolores y secretos más profundos, pero parecían suavizarse con cada una de sus caricias.

Se recostó junto a él y besó su mejilla con dulzura mientras volcaba en palabras todo aquel amor que la invadía por completo.

—Cuando te conocí, no sabía de amor, ni de cosas bonitas, sólo de dolor, maltrato y golpes de la vida... creí que iba a conseguir mi libertad y fue la equivocación más grande de mi vida, puesto que me volviste prisionera de tu sonrisa, de tus brazos, de tu voz y de tus palabras... Eres un regalo de Dios para mí, y aunque sé que hemos vivido en las penumbras tanto tiempo, ahora miro adelante y veo el brillo de la vida, la que nos merecemos... Oliver y nuestro bebé, creciendo a nuestro lado, juntos para siempre y lejos de tanta maldad... Sólo concibo esta vida, aquí a tu lado en los momentos bonitos y en los tristes, en la salud y en la enfermedad, teniendo todo o nada...

Apretó sus ojos y posó su mejilla húmeda sobre su pecho, mientras una sonrisa se dibujó en su rostro.

Apretó sus ojos y posó su mejilla húmeda sobre su pecho, mientras una sonrisa se dibujó en su rostro

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