XI

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Junto a ti
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13 de mayo, 2011

De nuevo no volví a verlo después de aquello, tuvo que quedarse en casa de su tía por el turno doble de su madre, pero nos manteníamos en contacto por mensajes así que no nos echábamos tanto de menos como otras veces. Por otro lado, ese tiempo me sirvió para comenzar a estudiar lenguaje de signos mediante internet pues mis padres insistían en que no necesitaba un profesor para ello, algo en que no erraban, era fácil pero montaba mis escenas dramáticas cuando no conseguía memorizar algo.

¿Por qué comencé a interesarme por ello? Pues primero por ser ya hora de hacerlo, no podía comunicarme escribiendo toda mi vida; y segundo, me enterneció cómo Innie se esforzó en aprender sobre temas en los que no se podía integrar muy bien, tan solo para poder entenderme. Si él hacía esas cosas, debía esforzarme en devolvérselo.

Caminaba con el ceño fruncido, concentrado en los movimientos que debía hacer en cuanto lo viese para evitar que se me olvidaran, había estado una hora ensayando aquello sin descanso para que no ocasionara malentendido alguno. Pero mi mente se despejó en cuanto mi visión chocó con dos figuras: una pareja de ancianos estaba sentada en nuestro banco.

JeongIn siempre se encontraba allí antes que yo, así que inmediatamente procedí a buscarlo con la visión, encontrándolo poco después en el camino paralelo al mío que llevaba a la zona donde estaba su casa.

—Hey.— susurré levantando mi brazo para saludar, acto seguido llevar una mano disimuladamente a la dirección donde se hallaba la pareja.

El chico encogió sus hombros con una gran sonrisa manteniendo sus rojizos belfos juntos, tras ello giró su cuerpo hacia un camino lleno de pavimento e hizo una señal para que lo siguiera. Comenzó a correr conmigo detrás, pasando el jardín comunitario, saliendo por el portón que hacía privado aquel espacio; mis padres me tenían prohibido salir sin permiso, pero poco me importaba eso cuando no lo había visto en tres días. Se podía decir que en ese momento estaba ilusionado por tener al chico a mi lado y la experiencia de hacer algo prohibido también me llamaba la atención, pocas veces había roto las normas.

Él aflojó el ritmo, estábamos en un lugar lleno de pasto al lado de la acerca que daba a la última casa de la hilera, nos encontrábamos en el final de la comunidad donde no había nada más construido, dejando un extenso campo que seguramente sería destrozado por edificios nuevos. Se giró para poder mirarme aún caminado, dando pasos hacia atrás para no irrumpir nuestro caminar.

No sé dónde saqué valor, pero alcé la mano esperando que él posara la suya. Parecía que entendió y lo hizo, pero en lugar de dejarla allí sin más buscó mis dedos para entrelazarlos con los suyos, provocando que nuestras palmas chocaran entre sí y que mi corazón no diera abasto.

Cuando llegamos a una zona medianamente lejana, él se dejó caer en el suelo quedándose sentado alrededor de aquella fina hierba, algo esbelta por la poca atención que recibía. Quería retratar la escena en mi mente pues JeongIn con una gran sonrisa que dejaba ver sus dientes libre de aparatos, el cabello castaño alborotado y nuestras manos aún entrelazadas; rodeados por nada más que un pequeño trozo de pasto en medio de una gran ciudad es un momento digno de recordar.

Lo seguí, me senté junto a él y puse el cuaderno sobre mis piernas cruzadas. Innie iba a tomarlo para empezar a escribir, pero lo paré con un leve toque en el hombro que captó toda su atención.

Llevé la diestra a mi hombro derecho, posteriormente toqué esa dirección pero en mi cabeza, concretamente la parte cerca de la ceja; y por último la giré la muñeca hacia la izquierda haciendo un movimiento que dejó la mano en el aire.

Era un "Buenas tardes".

JeongIn me observó atónito unos momentos para después hacer algunas señas con sus manos, algo que no entendí pues apenas sabía como decir lo anterior. Una sonrisa avergonzada surcó mi rostro al no poder contestarle, él pareció entender y decidió escribir en el cuaderno.

-"¿Estás aprendiendo?"

Con un leve sonrojo en mis pómulos asentí cabizbajo, escuchando una suave risa que salió de sus labios. Cuando dirigí mi mirada de nuevo a él, encontré otro texto en la hoja.

-"Puedo ayudarte."

Y con esa proposición, estuvimos toda la hora entre risas por mis equivocaciones, frustraciones por parte de Yang por no conseguir aprender algo tan fácil como "Tengo hambre" y más.

Todo era más divertido cuando Yang JeongIn estaba conmigo.

Todo era más divertido cuando Yang JeongIn estaba conmigo

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Abril [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora