Peeta

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Mis manos temblaban tanto que dejé caer la estúpida y pequeña llave de plástico en la habitación del hotel dos veces antes de tocar el sensor y abrir la puerta.

Probablemente fue un poco excesivo dejar todo en medio de un día de trabajo y arrastrarla al hotel más cercano, pero tan pronto como esas sexy apalabras dejaron sus bonitos labios rosados, fue todo lo que pude hacer para mantener a mi Neanderthal interior enjaulado y arrastrarla a mi oficina y aprovecharme de ella.

Había estado esperando las palabras desde el momento en que me dejó poner mis manos y mi boca sobre su dulce piel. Podría haber parecido una tontería considerando que prácticamente me estaba suplicando que la tuviera con su cuerpo y sus manos, pero necesitaba escuchar que estaba preparada. Necesitaba que ella diera ese paso. Necesitaba su permiso para tocarla desde el principio y sabía que, si íbamos a dar el paso siguiente e inevitable, necesitaría permiso para follarla.

Necesitaba que ella estuviera absolutamente segura, y ahora que lo estaba, quería asegurarme de que nunca tuviera un solo motivo para dudar de que yo era el tipo adecuado, independientemente de la época o el lugar. Quería que ella tuviera una experiencia que siempre sería un recuerdo que la hiciera sonreír, que la hiciera feliz sin importar lo que sucediera entre nosotros dos en el futuro. Quería que supiera que valía la pena dejarlo todo y que era absolutamente la clase de chica que merecía algo especial, como una lujosa habitación de hotel a mitad del día y para nuestra primera vez juntos. Ella merecía una cama que no tuviera recuerdos de nadie ni de nada. Sus pesadillas no podrían encontrarla aquí y definitivamente no habría recordatorios de lo que pensaba que quería entre las elegantes decoraciones y la lujosa cama y cabecera. 

Estos éramos ella y yo, no había espacio para nadie más. 

El polvo se había limpiado y Kantiss y yo nos quedamos parados uno frente al otro, los sueños que solíamos tener tirados a nuestros pies. Era él momento de recoger las piezas y coser nuevos sueños, unos que tenían pedazos de ella y pedazos de mí tejidos en la tela tan profundamente que nada podía destrozarlos. Dejé caer la llave de la habitación otra vez y esta vez Kantiss fue quién la recuperó del piso. Me dio una sonrisa torcida cuando la arrojó sobre la cómoda al lado del control remoto de la televisión. Me di cuenta de que actuaba como un chico nervioso en la noche de graduación. Parecía perfectamente tranquila cuando dejó caer su bolso del hombro para poder dejarlo. Se giró para mirarme con una ceja color caramelo perfectamente arqueada y una sonrisa juguetona bailando alrededor de esa boca seductora y desnuda. Apartó un poco de su largo cabello color miel de su rostro mientras miraba a la cama y luego a mí.

—Estoy todo sucio —pronuncié las palabras tan rápido que la hicieron saltar. Su mirada ambarina se deslizó sobre mí desde la gorra manchada de grasa que aún estaba en mi cabeza hasta las puntas desgastadas de mis botas de trabajo. Dio los pocos pasos necesarios para cerrar el espacio entre nosotros y alzó una mano para poder pasar sus dedos por mi nariz.

Cuando los arrastró hacia atrás y me los mostró, me encogí cuando me di cuenta de que la había sacado del taller sin molestarme en limpiar. Parecía que había estado arrastrándome debajo de un automóvil, lo que había hecho.

—Estaba cubriendo tus pecas. —Frotó sus dedos y miró por encima de mi hombro a la puerta abierta al baño—. Creo que deberíamos limpiarlo. Tragué saliva y seguí su mirada.

—Si vas conmigo, esto terminará antes de que empecemos. —Era la primera mujer con la que había esperado, y aunque sabía sin dudas que valía la pena el tiempo que pasé matando a algunos de sus furiosos y ardientes dragones, mi cuerpo estaba preparado y más allá de estar listo para ser recompensado por esa paciencia inquebrantable. Si ella se desnudaba y se mojaba en cualquier lugar cerca de mí y mi polla dolorida, se acabaría el juego.

Rescatame  (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora