Katniss

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EPILOGO 1

Me gusta el nombre Royce —susurré las palabras hacia el cabello de Mellark cuando descansó la cabeza en mi hombro y cerró los ojos. Eran las tres de la mañana, la fuente de Glimmer se había roto hacía un poco más de una hora, y ellos tres —Glimmer, Mellark y el bebé— acababan de sobrevivir a una cesárea de emergencia que trajo a un perfectamente saludable bebé al mundo de tres kilos con trescientos veinte gramos llorando furiosamente.

Royce Mellark había terminado de nalgas y, sin importar qué tipo de yoga, quiroprácticos y holísticos métodos sanadores, o los cuentos de ancianas intentara Glimmer, el bebé estaba tercamente quedándose así. Rehusó voltearse justo como se rehusaba a revelar su sexo, de modo que sus padres pudieran planear en consecuencia. De hecho, fue Zak quien sugirió el nombre Royce. Uno de los primeros clásicos que reconstruyó y vendió fue un Rolls-Royce Silver Phantom de 1944. Mellark le mencionó el nombre a Glimmer después de una de las visitas de su abuelo, afirmando que Royce podría funcionar tanto para un chico o una chica, y sorpresivamente ella estuvo de acuerdo. Estuve feliz de hacer de mensajera para ambos mientras trabajaban para traer a su hijo al mundo.

La mamá y el papá de Glimmer se habían presentado poco después de que lo hiciéramos y ahora estaban en la sala de partos conociendo a su nieto. Dixie y Church estarían en el primer vuelo desde Tupelo mañana y Zak y su esposa, Shannon, estaban viniendo desde California en algún momentode la tarde.

Zak se había atragantado cuando llamé. Era un hombre realmente agradable, uno con un corazón casi tan grande y tan puro como el de su nieto. Fue superado por el alivio de que su esposa todavía estuviera—lo suficientemente bien para viajar y que ella iba a estar por allí el tiempo suficiente para conocer al bisnieto de Zak. Eran buenas personas y detestaba que el egoísmo de la madre de Mellark y las acciones irracionales lo hubieran mantenido alejado de la familia que estuvo buscando tan desesperadamente toda su vida. Me recordaba mucho a la manera en que mi padre me había aislado del tipo de vida que sabía que estaba allí afuera para todos nosotros, y me forzó a vivir bajo su tiranía.

Llamé a Roni y le dejé saber que Glimmer estaba en trabajo de parto apesar de que ambas se habían separado recientemente. Habían hecho su mejor esfuerzo para hacer funcionar una relación real, pero resultó que, si bien Roni quería a Glimmer, no quería todo con lo que Glimmer venía. No estaba lista para ser mamá, no estaba lista para tener no solo a Mellark, sino a mí también en su vida. Afirmaba que todo era muy complicado, muy complicado. Quedaron como amigas y Roni me aseguró que pasaría para ver al bebé cuando tuviera un minuto.

A Glimmer se le partió el corazón cuando Roni cambió de idea y había reaccionado de una manera que asustó a todo el mundo. Se desconectó, dejó de comer bien, dejó de ir a sus clases prenatales, y comenzó a saltarse las citas con el doctor. Mellark trató de hablar con ella, pero estaba abatida. No quería escuchar nada. Todo lo que quería hacer era revolcarse en el dolor y sentir pena por sí misma. Le dijo a Mellark que finalmente entendía lo que se sentía tener al amor de tu vida pisoteando todo tu corazón.

Al observar la manera en que su comportamiento estaba estresando a Mellark, finalmente decidí intervenir. Glimmer no escucharía a cualquiera que fuera cercano a ella, pero tuve la sensación de que escucharía que sabía de primera mano lo que podría pasar si no hacía lo que debía. Nos encontramos en una cafetería una mañana y le dije lo que se siente perder un niño. Le dije cómo sentía como que tenía un agujero en mi corazón que nunca estaría lleno, que cada vez que veía su protuberante vientre, los celos me carcomían, afilados y puntiagudos. Le dije cómo me sentía afligida cada día y que todavía me despertaba en medio de la noche llorando por esa vida perdida. Le expliqué que era una herida que nunca sanaba, que eventualmente solo se convertía en un dolor con el que aprendías a vivir, y a veces, como cuando un bebé comenzaba a llorar en un restaurante, o cuando ibas a un baby shower, el dolor se convertía en una quemadura que se sentía como si convertiría tu corazón en cenizas.

Rescatame  (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora