Peeta

544 36 3
                                    

Estaba tendido de espaldas debajo de una camioneta Ford con serias fugas. El tipo que la trajo me dijo que el aceite había empezado a gotear del eje trasero. Lo que no mencionó fue que obviamente había tratado de arrastrar algo por el camino equivocado y se había inclinado y apretó la maldita cosa en algo que parecía una escultura de arte moderno. Nunca entendería por qué un cliente pensó que minimizar su parte de lo que jodieron también minimizaría el costo de lo que tomaría arreglar. 

Esto iba a requerir una parte completamente nueva y no iba a ser barato. Maldiciendo en voz baja, salí de debajo de la camioneta. Iba a tener que subir en un elevador para poder evaluar el daño total y ya era febrero, por lo que el piso de cemento del taller nunca se calentaba y tenía que hacer sobre él, incluso por unos pocos minutos, lo que hacía que todos los huesos en mi espalda dolieran.

Estaba dando instrucciones a un par de mis chicos para mover la camioneta cuando vi una cabeza familiar cabello entrecano. No había tenido noticias de Zak desde que confirmé con él que tenía el Hudson comigo y estaba preparando para comenzar a trabajar en él. Supuse que había regresado a California y nuestros caminos no volverían a cruzarse, así que no hace falta decir que estaba un poco sorprendido de verlo de pie en mi taller mirando el ahora pintado Hudson como si fuera una pieza rara e invaluable de arte. Me limpié las manos con el trapo que colgaba de mi bolsillo trasero y me dirigí hacia donde estaba el hombre mayor. Tenía sus manos metidas profundamente en los bolsillos de su abrigo de lona y su expresión estaba en líneas serias. Las dos veces anteriores que había estado en el taller había utilizado gafas de sol reflectantes; ahora no lo hacía.

Cuando se volvió para mirarme mientras me acercaba, titubeé un paso y me detuve por completo. 

 Mirándome fijamente había ojos idénticos, azul pálido inusual como los míos. De repente, no solo se veía familiar... parecía familia. Sentí que mis manos se curvaban en puños a los lados mientras nos mirábamos el uno al otro hasta que rompió el silencio.

 —Quería regresar antes de las vacaciones para poder hablar, pero mi esposa no cuenta con la mejor salud, así que no podía dejarla sola. 

—Sacó la mano de uno de sus bolsillos y se frotó la nuca—. Hiciste un trabajo espectacular con este auto, chico. Se ve mejor que algunos en los que he trabajado. 

—Que se joda el auto. ¿Quién demonios eres y por qué estás en mi taller? —Crucé los brazos sobre mi pecho y entrecerré mis ojos—. Ten encuenta que, si no me gustan tus respuestas, esto no va a ir bien para ti. 

—Sentí como si hubiera una colmena de abejas enojadas zumbando bajo mi piel. Podía escuchar cada latido de mi corazón entre mis oídos y cada respiración que tomaba y exhalaba sonaba súper fuerte y desigual en elespacio entre nosotros. El viejo suspiró y bajó la cabeza para mirar las puntas de sus botas. 

—Tuve un niño con una mujer cuando era muy joven, recién salido de la preparatoria y estaba desgarrado entre unirme al ejército y tratar de descubrir mi propio camino en el mundo. Se suponía que era una aventura de una sola noche, una forma de tirar una cana al aire antes de comprometerme con un camino u otro. Ella era pelirroja, siempre tuve debilidad por las piernas largas y el cabello rojo. Las cosas no funcionaron como pensé que lo harían. Ella resultó embarazada, me pidió dinero para un aborto, y desapareció tan pronto como entregué el dinero en efectivo. No la conocía, realmente no quería, pero eso fue un error. Levantó la vista para ver si todavía lo estaba siguiendo. Lo estaba... y no me gustaba hacia dónde iba todo esto. 

—¿Intentas decirme que soy ese bebé? —Sabía que mi mamá era sombría como el infierno y eso sonaba exactamente como algo que ella haría. Soltó una risa amarga y levantó una ceja hacia mí. 

Rescatame  (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora