En Alemania ha caído una gran nevada y hace muchísimo frío. Natalia saluda al chófer y, tras presentarmelo y saber que se llama Norbert, nos montamos en el vehículo.
Observo las calles nevadas y vacías mientras Natalia habla por el teléfono con su madre y promete ir mañana a su casa.
Tras media hora de trayecto, veo una enorme casa rodeada de verjas y un gran jardín, pestañeo alucinada cuando el coche se detiene, y una verja se abre en el camino.
Cuando éste se frena, Natalia sale la primera para abrime mi puerta y al darme la mano para salir, dice:
-Bienvenida a casa.
Me agarra la mano y tira levente de mi. La sigo, cuando una mujer de unos cincuenta años nos abre la puerta, Natalia la saluda y me la presenta:
-Alba, ella es Simona. Se ocupa de la casa junto con su marido.
La mujer sonríe y yo hago lo mismo.
-Norbert es su marido.
Ni corta ni perezosa les planto dos besos a cada uno que los dejan alucinados, ahí la mayoría son unos sosos y digo en mi perfecto alemán:
-Encantada de conoceros.
-Lo mismo decimos, señorita.
Natalia sonríe y añade:
-Simona, Norbert, márchense a descansar. Es tarde.
-Antes subiremos el equipaje a su habitación, señorita.
Una vez se marchan con nuestro equipaje, Natalia me dedica una mirada y murmura:
-En Alemania no son muy besucones y les ha sorprendido.
-Vaya... Lo siento.
-No pasa nada, seguro que tu manera de ser les va a gustar tanto como a mi.
Asiento y doy dos pasos para atrás, contemplando la casa.
-Impresionante...
-¿Te gusta?
-Dios... Natalia... ¿Cómo no me va a gustar? Pero si es preciosa, enorme...
-Ven, te enseñaré la casa al completo.
-Tardaremos horas en verla toda.
Entramos en un gran salón, casi tan grande como mi casa, hay una chimenea encendida que da calor al hogar.
Cogida de su mano, me enseña todas las estancias de la primera planta: dos baños, una increíble y grande cocina, una sala de lavandería. Abre una puerta y salimos a un enorme garaje.
Hay aparcados un Mitsubishi todo terreno azul oscuro, un Maybach gris claro, un audi A6 negro y una moto BMW 1.000 gris. Lo miro asombrada y cuando creo que ya nada puede sorprenderme, abre una puerta que da a una rectangular piscina interior. Llegamos a su despacho, hay una gran mesa, a la derecha una chimenea y a la izquierda, una vitrina que contiene varias pistolas.
-Son tuyas, ¿verdad?
-Sí.
-Nunca me han gustado las armas.
-Tranquila, pequeña. Práctico tiro olímpico.
Sin dejarme decir nada más, me vuelve a coger de la mano para llevarme a una habitación, hay muchos juguetes y estanterías con libros junto un escritorio, me comunica que es la sala de juegos y estudio de Flyn.
Me vuelve a coger de la mano y llegamos a otra habitación, como siempre enorme.
-Esta habitación es para ti. Para tus cosas.
-¿Para mí?
-Como ya has visto Flyn y yo tenemos nuestro propio espacio personal, es justo que tu tengas el tuyo también. Ven, continuaré enseñandote la casa.
La habitación de Natalia es impresionante, es como el doble de mi casa, una gran cama, baño con jacuzzi y ducha de hidromasaje. Al fijarme en los detalles, sonrío al ver la lamparita que compramos en el mercadillo con mis labios marcados. Salimos de la habitación de Natalia y entramos en la de Flyn, todo ordenado a la perfección.
Vamos a la cocina y me ofrece una Coca-Cola.
-Espero que te guste la casa.
-Es preciosa y enorme, Natalia, tienes que darme un mapa.
-Oye Alba... ¿Me has levantado el castigo ya? - dice con mirada picantona.
No digo nada, ella se acerca a mi boca.
-Bésame. Bésame, pequeña.
-No... No estás perdonada, dime donde está mi habitación.
Las dos nos reímos.
-De acuerdo, continuemos con tu juego, sígueme, ¿en qué habitación quieres dormir?
-En una que esté libre.
Natalia coge mi equipaje y me la deja en la habitación más cercana a la suya. Tras un buenas noches se va. Ya se me hace costumbre hacerme la dormida y que venga a besarme la frente para repetirme "te quiero".
