Capítulo 14: Pesadumbre

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Imagen de Portada:  Una vista en Nagasaki, Japón, después de la detonación de la bomba atómica en 1945. Lo único que pudo quedarse en pie alrededor de los escombros fue una puerta Shinto tradicional. 

 *

Por el lugar en donde se ubicaron podía decirse que el día amaneció nublado. Eso sería una manera inocente para desviar la realidad. Hacía unos momentos atrás, hubo una fogata hecha de cadáveres.

Ash, Shorter e Ibe estaban enfrente, juntos con otros japoneses, ante una pila de cadáveres calcinados. Han muerto un número considerable de personas y el hospital improvisado no podía darse el lujo de retenerlos hasta que reclamen los cuerpos o sus familiares rendirles sepultura santa; querían evitar que el miasma se propagara.

Eiko ya se había perdido entre los otros cuerpos e Ibe no fue capaz de encontrarla antes del fuego consumiera su ser.

Ahora solo quedaban cenizas y llantos de los testigos presentes.

Hagan una fila. — gritó uno de los encargados de quemar los cuerpos.

Obedientes se formó una línea vertical de personas. Ibe fue uno de los primeros en hacerla. Ash y Shorter se quedaron de pie, observando todo. El chino estaba tenso y nervioso; no pudo dormir esa noche y tampoco Ash. Convivir en ese ambiente deprimía. Asimismo, desde que Eiko murió, Ibe no tocó su cámara para nada.

— Hoy nos iremos, Shorter. — susurró Ash mientras desviaba su mirada al aludido. El pobre se denotaba que estaba mal psicológicamente. — Ya no hay nada más que hacer aquí.

El chino asintió. — Ya perdí la cuenta de cuántos días han pasado.

"Veintiún" contestó Ash en sus pensamientos. Aunque él tampoco estaba del todo seguro en virtud de estar rodeado de la miseria, era plausible perder la noción del tiempo.

La corta conversación murió tras aparecer Ibe, emanando un gran azoramiento en su caminar; en su manos llevaba una pequeña urna.

Ash se preocupó en un santiamén tras ver el rostro atribulado del japonés. — ¿Ibe, se encuentra bien?

Él asintió, mecánicamente. — Me dieron las cenizas de Eiko... pero... con toda esa gente que quemaron junta... no sé restos de quién tengo en mis manos...

Shorter suspiró, no evadiendo su angustia. Ash lo observó compungido y al mismo tiempo posicionó una mano en el hombro del japonés, tratando de ignorar sus palabras para no volverse loco.

— Debemos irnos, Ibe. Ya hemos estado muy lejos de los demás.

Nuevamente, Ibe asintió, no mostrando sentimiento alguno.

Casi que arrastrado debieron sacar a Ibe de ahí, estaba tan anonadado que sus piernas prácticamente dejaron de funcionar pero nunca soltó la urna de sus manos.

Ash, consciente del estado de ánimo de ambos asiáticos, procuró en no hablar más de lo necesario cuando salieron del lugar. Recordando su vida difícil en su niñez y en la milicia, Ash aplacó sus sentimientos y mantuvo su corazón como roca. No quería que todos se desmoronaran emocionalmente por lo que vivieron en Hiroshima.

La meta era otra: regresar a Izumo.

La gran desventaja que tuvieron es que no hubo nadie que les diera el aventón. Caminaron y caminaron hasta el cansancio, teniendo pausas en solo dormir en la noche y en comer lo poco que tenían.

Ash miraba de reojo de vez en cuando a Shorter y a Ibe y el panorama no era muy alentadora. Shorter pudo recuperarse poco a poco pero su rostro aún estaba apagada, pero Ibe estaba destrozado, pero intentaba no exteriorizarlo.

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