Capítulo 4: Pesadilla

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Imagen de portada: a casi finales de Abril de 1945, las tropas Sovieticas, el Ejército Rojo, irrumpió en Berlin, Alemanía. 

*

Ese día, todos tuvieron almuerzo y cena, situación que nunca se dio dentro de la cabaña. Solamente una comida al día era lo que alcanzaba para alimentarse. Sin embargo, hoy fue la excepción. Comieron como si fuesen de la realeza, o al menos así se creían al tener el estómago lleno.

La noche llegó y todos se fueron a dormir. Ash aún estaba un poco despierto para poder escuchar los ruidos dentro de la habitación y fuera de ella. A cada lado tenía a Shorter roncando a todo pulmón, con sus piernas y brazos desplayados y por el otro estaba Eiji ahí durmiendo plácidamente como piedra emitiendo suspiros leves de vez en cuando. Ambos estaban profundamente dormidos.

Sobresaltó un poco cuando escuchó unos pasos ligeros. Giró su cabeza hacia el sonido sin molestarse en levantarse y apreció al pequeño Sing con su futon en brazos.

—¿Sing? —habló Ash para que el joven chino notara que estaba despierto.

El aludido resopló suavemente y apretó más su agarre a las sabanas mientras desviaba la mirada.

—¿Puedo...dormir con ustedes?

Ash entendía lo que pasaba, no era la primera vez que él se colaba a la habitación. Lao y Sing precisamente no tenían la mejor hermandad de todas. Su relación era tensa y es porque su hermano mayor lo sobreprotegía demasiado, acaparaba tanto su atención que dichas actitudes desesperaban al adolescente. Nadie quería interponerse en esa interacción puesto que sabían que Lao lo hacía por su propio bien, aunque le llegará a irritar a Sing.

—Échate, hombre. —dijo Ash tratando de sonar desinteresado. Si podía darle un respiro lo haría. Él también tuvo un hermanastro sobreprotector, aunque no llegaba al nivel de toxicidad de Lao, pero comprendía a Sing en cierta forma.

El chico sonrió y tratando de hacer el menor ruido posible, se acostó a la par de Eiji. Evitó estar cerca de Shorter pensando que éste podía golpearlo en la madrugada.

Una vez acomodado, Sing suspiró aliviado.

—Gracias por dejarme pasar la noche aquí. Prometo irme antes del amanecer.

Ash murmuró.: —Sí, no quiero soportar oír otro pleito.

—No. —desvió la mirada. — Yo tampoco quiero soportarlo otra vez.

El rubio observó el techo con detenimiento. Para ser una cabaña que antes fue abandonada, sus cimientos aún estaban estables. Tal y como el ambiente que se vivía dentro de la cabaña, la relación que tenían entre todos era como esos soportes que se veían frágiles en vez de resistentes para aguantar el caos. Se preguntó si en algún momento el techo cedería y colapsara sin que nadie se salvara.

—Solamente no seas duro contigo mismo. Vivir con la misma rutina de que ustedes dos no se lleven bien, harta también. —dijo Ash.

Sing bufó y giró su cabeza de lado.: —No es que haya querido que fuera mi hermano...—Ash le dio la razón. Algo que tenían en común era que nadie podía escoger a su familia.

Ambos ya no hablaron más y Ash notó que Sing fue el primero en dormirse. Él intentó hacerlo pero sin éxito. Estaba cansado pero no podía conciliar el sueño.

Intentó suprimir sus recuerdos en su lugar de nacimiento: Cape Code. Durante todo el día lo estaban atormentando por recordar como Griffin le ensañaba a pescar en la costa, cerca de la playa pública, como su padre le compró su primer cebo y Jennifer cocinó el pescado que logro cazar y la llenura en su estómago por la comida de ese día, tal y como sucedió hoy.

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