Capítulo 2: Cabaña

3.6K 521 309
                                    

NOTAS: Recuerden que la letra cursiva significa que están hablando japones o mandarín. 

Foto de la portada: Un avión Kamikaze se incendia tras impactar contra un portaaviones estadounidense, el 25 de octubre de 1944. 

Cuando Ash despertó en la noche, lo primero que se percató fue un techo desconocido para él. Aunque su cuerpo estaba adormecido, Ash podía oler los ungüentos que le fueron aplicados, vendas firmemente atadas en sus heridas y estaba vestido con una yukata que le quedaba ajustada. Todo aquello lo sorprendió bastante debido a que él odiaba ser tocado, no importa si la intensión era lasciva o no, no podía soportar que otra persona colocara sus manos sobre él. Incluso dentro de la milicia tuvo algunos problemas por ello.

—¡Oh! Parece que ya abriste los ojos. —escuchó Ash una voz infantil. ¿Había un niño presente? —Wow...que ojos tan verdes... ¿son reales?

Con una voz ronca Ash habló: — ¿Quién...?—pudo visualizar un niño asiático que le calculaba unos diez años de edad. Él no estaba seguro si era japonés o chino ya que al parecer dentro de la cabaña habitaban ambas nacionalidades.

Había escuchado dentro de Europa que muchas familias resguardaban judíos en sus hogares debido a su persecución por el movimiento nazi. Aunque no le constaba, no podía creerlo del todo. Al parecer, en esta parte recóndita de Japón, hacían lo mismo.

—Soy Sing Soo Ling...—contestó animadamente mientras observaba la cabellera rapada de Ash.

Ash no deseaba admitir que tenía un lado suave para los niños. Le causaba cierta ternura al estar cerca de uno, y este niño chino, quien concluyó que lo era por su nombre, no era la excepción. Por la forma curiosa en como Sing lo miraba, dio la impresión que él nunca había visto a un extranjero en su vida. Hasta notó que alargó su brazo para poder tocarle el corto cabello rubio pero se retractó velozmente.

—Hablas inglés.

Sing desvió la mirada avergonzado. —Siempre lo supe... mis padres eran comerciantes y tuve que aprender. Además, Eiji dijo que sería más cómodo si todos habláramos inglés. Así no te sentirías tan desubicado.

Ash frunció un poco el ceño. —¿Eiji? ¿Todos...?

Asentó con la cabeza. —Sí, Eiji, fue quien te trajo aquí junto con Shorter. ¿Lo recuerdas?

—Sí.

Hubo un silencio corto hasta que Sing lo rompió con una pregunta importante.

—Por cierto... ¿Cuál es tu nombre?

Ash no contestó inmediatamente. Su estadía no quería que se prolongara dentro de ese lugar. Quería pasar por desapercibido y no congeniar con nadie en la cabaña mientras sus heridas sanarán. Estaba agradecido y no podía negar que poseía cierta curiosidad sobre los habitantes de la misma. No obstante, si conseguía cortar las interacciones con ellos antes de crear lazos, lo haría. Él es un soldado y mataba gente por órdenes superiores, la gente de esas personas. No pretendía ceñirse de su buena fe.

Antes que Sing pudiese preguntarle nuevamente, entró un hombre que a los ojos de Ash era familiar. Llevaba en sus manos un plato pequeño.

—¡Oh! ¡Has despertado! —rápidamente se arrodilló al lado del rubio. —¿Cómo te sientes?

Ash no contestó. No le sorprendió al ver el rostro decepcionado de aquel japonés.

—Soy Eiji...Eiji Okumura. —habló nuevamente. No esperaba ninguna respuesta del soldado así que continuó expresando. —Te he traído algo de comer. No es mucho pero calmará tu hambre. ¿Tienes hambre?

ExtranjerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora