Capítulo 15: Vicisitud

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Portada de la imagen: Después de la Segunda Guerra Mundial, a los soldados estadounidenses se les había prohibido a relacionarse con los japoneses, en especial con las mujeres. No obstante, tras la ocupación, más de diez mil mujeres japonesas se casaron con soldados americanos y se mudaron a Estados Unidos. Fotógrafo: DESCONOCIDO. La fotografía es parte de NATIONAL ARCHIVES AND RECORDS ADMINISTRATION de STARS AND STRIPES. 

*

Pasaron varias semanas para que Ibe sacara la cámara de su estuche. Solo, en el cuarto oscuro, Ibe la siguió contemplando en penumbras. Aún con el alma pesada de amargura, Ibe no se atrevía a revelar las fotografías tomadas en Hiroshima.

Entonces recordó en sus tiempos de paseo por Estados Unidos que leyó un libro viejo sobre la mitología griega que se aplicaba en su situación; tenía miedo que una vez que salieran a la luz las imágenes, tuviera las mismas consecuencias que abrir la caja de Pandora: la propagación de los males del mundo. No muchas personas de fuera podrán creer lo que pudo plasmar a través de su cámara. Ni siquiera él mismo ha asimilado de todo lo ocurrido, a pesar de que fue una víctima más de la desolación de la bomba.

Rápidamente salió de sus pensamientos cuando tocaron la puerta. — ¿Ibe-san, está ahí?

El susodicho parpadeó para luego incorporarse con sutileza. La voz gentil de Eiji llegó amortiguada en los oídos del japonés en virtud que la puerta era un ruido de la comunicación, una barrera que no le permitió escuchar con claridad sus palabras. Aún así, Ibe siguió con la retroalimentación de la conversación.

A-Ah, Ei-chan... sí. Aquí estoy.

Nos llamaste tío Shunichi. — Ibe escuchó un leve empujón de la puerta, como si Akira se hubiera recostado sobre ella. — ¿Podemos entrar?

Ibe asintió por inercia. Segundos después se percató que ellos no podían verlo.

Sí, entren. No hay problema. No estoy trabajando con las fotografías ahora.

De inmediato, rayos de sol irradiaron el cuarto tras abrirse la puerta con lentitud. Ibe tuvo que entrecerrar sus ojos debido a que los mismos ya se habían acostumbrado a la oscuridad.

— ¿Ibe-san, qué sucede? — preguntó Eiji ya estando dentro e Ibe los observó con detenimiento. El aura que emanaba el otro japonés todavía era de pura tristeza.

Ibe suspiró profundo y encaminó a sentarse en una silla vieja de madera. Eiji y Akira lo seguían con sus ojos.

— ¿Tío...?

Pasó su dedo pulgar e índice sobre sus sienes mientras cerró sus ojos. La tensión permanecía latente. — Creo que es hora para darles una explicación sobre Hiroshima...

Eiji jadeó. — Ibe-san, no debe...

— Ei-chan, no me detengas. — alzó la mirada. — No ahora que hallé las fuerzas para hacerlo.

Él cerró sus labios velozmente. Akira contempló la escena con desasosiego. — ¿Por qué solo a nosotros?

Ibe partió sus labios sin poder hablar por unos segundos. — Solo ustedes entenderán mejor... — nuevamente estuvo cabizbajo. — Lo que pasó en Hiroshima no es nada comparado a los bombardeos de Tokio o en Yokohama... fue algo... — exhaló al mismo tiempo que revolvió sus lacios cabellos entre sus dedos. — ... fue algo difícil en describir con palabras... — Ibe giró sus ojos hacia la pared, apartando su vista de ellos. — Simplemente no quedó nada de áreas construidas pero... los sobrevivientes, los que se quedaron...

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