Capítulo 17: Zalamería

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Imagen de portada: Durante 1942 a 1948, en Estados Unidos se abrieron campos de concentración para las personas con etnia japonesa. La gran mayoría eran ciudadanos estadounidenses que no nacieron en Japón y ni siquiera habían ido hacia allá en su vida. Asimismo, permanecieron japoneses latinoamericanos, en especial de Perú y Brasil, que fueron deportados por el gobierno estadounidense por presión. 

También hubo campos de concentración para personas con linaje alemán o italiano, pero estos eran mínimos en comparación con los japoneses. 

*

Entre la confusión, el delirio y las penurias de la noche, Ash corrió sin rumbo. Su respiración era agitada y sus ojos reflejaban la pura angustia de su alma agonizante.

Todo su mundo se le vino abajo.

Estaba demasiado afligido como para escuchar las voces de Shorter y Sing detrás de él. Aceleró el paso cuando se percató que sus instintos lo estaban llevando lejos del pueblo. Vislumbró aquella montaña de dónde una vez emergieron su éxodo luego del incendio de la cabaña.

Aquella montaña que guardan recuerdos ácidos y agradables a la vez.

Ash jadeó fuertemente por la falta de aire. Corrió y corrió por inercia. Los únicos sonidos apreciables era sus zancadas y los grillos grillar.

Una vez más, se encontraba en la cueva donde se refugiaron por buen tiempo.

El rubio con una gran necesidad de canalizar sus pensamientos y sus emociones, entró a la cueva sin vacilón para luego sentarse en una esquina.

La cueva era húmeda y desolada. Ash restregó sus antebrazos debido al silbido de un fuerte viento frío.

El clima anunciada el cambio de estaciones de verano a otoño. Una estación ligeramente parecida del lugar del génesis de su existencia.

Ash sintió sus ojos quemarse y escondió su rostro entre sus rodillas. Su alma se sentía pesada y rota. El propio rubio no podía contenerse ya de los gratos recuerdos de Japón porque cuando lo estaba disfrutando, Griffin estaba sufriendo del otro lado del mundo.

A pesar de su dotada inteligencia, Ash por primera vez no sabía qué hacer. Esa personalidad que emana confianza y liderazgo se esfumaron, realmente ahora estaba muy asustado, triste... desamparado.

Tenía sentimientos encontrados, lo único que quería hacer era llorar.

— ¡¡Ash!!

Levantó la cabeza, esperanzado que fuera Eiji. Sin embargo, ese pequeño pensamiento fue descartado rápidamente debido a que el pobre japonés ya no puede correr.

En su lugar, vio a Shorter y Sing aproximándose. Portaban un rostro confundido.

Shorter tosió ante la oleada de viento frío. Su garganta sintió quemarse un poco pero lo pudo controlar. — ¿Ash? — aun así no pudo ocultar el temblor en su voz.

El aludido no dijo nada, solamente los observó.

— ¿Podemos... estar contigo? — preguntó el pequeño Sing.

Ash dejó caer su cabeza en sus rodillas y asintió.

El viento helado sopló por lo que apresuró el paso de ambos asiáticos. Se sentaron en cada lado de Ash en silencio. El rubio no les daba la cara por lo que los angustió.

Shorter tragó saliva. — ¿Estás bien? — preguntó, inseguro. Aún sabiendo la respuesta, continuó. — No debemos explicar nada... ya lo sabemos...

Sing por poco se da una palmada en su rostro. Al menos Shorter debió fingir un poco de ignorancia y no sacar a la luz que estaban husmeando a Ash.

Aún así, el chino estaba afligido por el estadounidense. Ash seguía manteniendo silencio.

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