Cinco

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Tenia cinco cuando los vampiros lo tomaron de esa cabaña y lo llevaron a su cuartel.

Sus memorias de esa época están...borrosas. Recuerda el terror, la oscuridad, y el dolor mas que nada. Los vampiros se erguían sobre el, sujetaban sus muñecas y tobillos, lo arrastraban por las punzantes agujas de los pinos, riéndose cuando sacaban sangre y se acumulaba en su piel. Recuerda, en vivido detalle, al cielo estrellado y distante, y los atisbos que atrapaba de aquella libertad entre las altas copas de los arboles. Recuerda el cielo mas que nada, quizás, porque sería el ultimo día en que volvería a verlo en toda una década.

Tenia quince cuando los otros vampiros, los que se presentaron no como Galra, sino como la Espada de Marmora, lo salvaron a él y los otros esclavos, bueno; no a todos. Piensa en el chico con el cabello dorado y la piel pálida a quien llamaban siete, desangrándose en el piso a los pies de un vampiro. Piensa en el otro vampiro que lo tomo por sus delgadas muñecas, arrastrándolo lejos del inmóvil cadáver. Ella roso sus labios a su oreja cuando dijo, corre. Fue una orden, y no tuvo otra opción mas que obedecer.

Ella fue quien se lo dijo aquel día, y el jamás estará seguro de porque. Ella se había alimentado de él muchas veces antes, aunque siempre gentilmente, y ella escabullía cosas prohibidas – sabanas blandas, dulces deliciosos, flores bonitas, y sus favoritos, libros. Él cree que le gustaba leer cuando era un niño, antes de que los vampiros lo apartaran de su vida normal que ahora solo era un borrón desvaneciendo. En cualquier caso, le gustaba leer con ella, a pesar de tener miedo porque eso no estaba permitido.

Ella se llamaba Acxa, y él sabia que había sido una aliada del Príncipe Lotor, quien lo aterraba enormemente. Pero Acxa jamás era aterradora; ahora sabe que era por el control que la hacia ver tan dulce y tranquilizante, pero quizás no era todo por su control.

Ella no estaba entre los Galra muertos el día que logro ver el cielo de nuevo. Se pregunta, a veces, si ella vendrá de vuelta por el.

Pero no cree que sus padres alguna vez permitan que ella le ponga un dedo encima, y por eso, esta mas agradecido de lo que puede articular.

Sus padres son vampiros, pero son de la Espada, y son gentiles, y justo como el humano llamado Lance le prometió, Thace y Ulaz jamás lo han herido, ni sometido, ni mordido o amenazado. Lo tratan como su hijo, y como a tal se refieren. Incluso lo han ayudado a encontrar un nombre – era importante, Ulaz manifestó que debia ser él quien eligiera su nuevo nombre.

Su señora lo llamaba Cinco, al ser la edad en que lo había atrapado.

Encontró el proceso de nombramiento bastante abrumador y estresante, pero al final, con ayuda de sus padres, escogieron Oliver. Le gustaba el sonido que tenía, casi musical, melodioso, Ah-liv-her, una bella composición de sonido.

Llevaba con Thace y Ulaz ya un año y le gustaba mucho su nueva vida, pero fue difícil, al principio. Le dieron una habitación propia, con frías paredes azules y una enorme cama mullida y un closet para toda su ropa nueva, un escritorio con una computadora para que usara como deseara.

Durante la primera noche ahí, se arrastro hacia el closet y permaneció en una esquina, hecho ovillo con sus temblorosas rodillas pegadas al pecho, aguardando adormecido a que su señora llegara y se saciara.

Pareció una eternidad antes de que la puerta crujiera al abrirse, derramando luz pálida por el suelo, seguida de pisadas calculadas, apenas audibles, inhumanas en su quietud. La puerta del closet se abrió después, y él escondió su rostro hacia su pecho, su corazón desbocado, sabia que su nerviosismo solo la incitaría mas.

"Oh, pequeño," susurró una voz, y no era la de ella, sino una masculina vagamente familiar, era tan suave y triste. Lentamente miro a la cuidadosa mano en su hombro, se alejo cuando ojos relucientes y el leve destello de colmillos blancos lo recibieron. No reconocía a este, un hombre apuesto con despeinado cabello oscuro, con barba recortada y ojos brumosos como eclipses solares, encerrados por un revelador dorado. "No voy a herirte," prometió el vampiro, y él tembló, anticipando la mordida, el dolor invasivo, la sangre chorreando por su cuello.

El Huracán En Sus VenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora