26. El Bosque de las raíces rojas.

27 6 7
                                    

1

Rodrigo y Connie caminaban aún por esa gran cueva. No sabían cuánto tiempo había transcurrido, pero algo les decía que estaban sobre los pasos de sus amigos.

—¿Podemos descansar? — Pregunto el niño—, estoy muy cansado.

La peliazul se detuvo, miro al niño y asintió. Se sentaron en el suelo, y recargaron su espalda contra la pared de la cueva.

Inmediatamente el silencio los inundó. No tenían realmente tema alguno para hablar, ni siquiera conocían algo del otro que no fuera su nombre.

Cyaran suspiro y miro hacia el techo de la cueva; allí se encontraban piedras en forma de picos. Si una de esas te caía, te mataría al instante.

—Yo no quería esto —Dijo Connie, rompiendo el silencio.

—¿Qué? —Pregunto el pequeño, miro a Connie. El pequeño noto que la chica tenía expresión triste.

— No quería que esto sucediera, no quería que ella muriera... Me deje llevar, embriagada por promesas falsas, provenientes de un fantasma...

La chica había comenzado a frotarse las manos rápidamente, mientras las lágrimas escurrían por su moreno rostro.

—He tratado mal a tanta gente...

Connie miro al niño. Rodrigo solo la observaba. Connie río nerviosamente y se seco las lágrimas.

— No creo que lo entiendas, eres solo un simple niño.

—Tengo ocho años...

— ¿Y? Tengo cuatro años más de experiencia que tú.

La chica colocó su mano en el cabello del niño y lo revolvió fuertemente mientras reía. Aunque Rodrigo sabía perfectamente que, detrás de esa risa burlona, se encontraba la tristeza.

—¿Qué te prometió Norberto?

Connie lo miro fijamente, y agachó la mirada.

— Tenía una prima, lejana en realidad. Estudiaba aquí ¿Kristen Benson?

Rodrigo asintió, había escuchado su nombre, fue de los primeros en morir por culpa del fantasma.

—Cuando comenzó a aparecerse, me dijo que si ayudaba a Zarate —Connie tosió—, él le devolvería la vida. Y accedí, me deje manipular por él. Me uso y ahora...

Connie no termino, aunque Rodrigo sabía perfectamente que diría que ahora todos la detestaban. Él niño miro a su compañera de viaje, se acercó y la abrazo con fuerza. En esa travesía, el niño había desarrollado cariño por la peliazul. Cyaran correspondió al abrazo, se sentía bien. Sabía que tal vez él no lo entendía del todo, pero se sentía apoyada. Y eso era lo más importante.

2

Jonathan, Alu y los demás por fin habían salido de la cueva. Nadie hablaba. Solo se dedicaban a caminar.
En ese momento, se encontraban en el lugar justo donde Diamond los había interceptado.

Era un bosque donde todo era completamente rojo, en todas sus tonalidades posibles. Troncos rojos, raíces, ramas, flores, insectos, césped e incluso sospechaban que, posiblemente, hasta la tierra sería de tonalidad roja.

Escuela de EscritoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora