Prólogo

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—¡Aprende a conducir, imbécil! —Gritó un automovilista al ver cómo un auto negro a toda velocidad se le cruzaba justo cuando el semáforo había cambiado a verde.

Molesto por tan irresponsable conductor, tocó la bocina a modo de insulto, mientras el otro vehículo desaparecía a la distancia y echaba polvo. Refunfuñó, y con mal humor volvió a su rutina.

—¿Cuándo aprenderán a conducir estos simios? —Masculló, antes de retirarse de la escena.

Quizá estaba tan ocupado quejándose, que no se dio cuenta de que no fue el único que se quejó esa noche del conductor del auto negro.

Decenas de automovilistas le gritaban insultos mientras éste conducía como si fuera el rey de la ciudad. Otros más llamaron a la policía vial para que tomara cartas en el asunto. Y hubo algunos que —a pesar de que eso no era un buen ejemplo de un ciudadano responsable— frenaron sus vehículos a mitad del trayecto sólo para documentar con sus teléfonos móviles al irresponsable conductor.

Era una noche perfecta para el caos.

O al menos, así lo creía él.

Viajando sin pena alguna en su confiable auto "bautizado" Stylo, y con el alcohol intoxicando su cuerpo entero, aquel conductor estaba dispuesto a disfrutar al máximo de la adrenalina de la velocidad.
¿A dónde se dirigía?
No lo sabía; le emocionaba el simple hecho de dar una vuelta por toda la ciudad sin rumbo fijo.
Hoy, Murdoc Niccals no conocía límite alguno.

Ni siquiera el de velocidad.

Tal vez fue por eso —y por las constantes llamadas al departamento de policía— que una pareja de oficiales que tomaban un descanso estacionados cerca del parque pudo reconocer con facilidad al auto negro y a su conductor en cuanto pasó frente a sus narices.
Alertas, no tuvieron más remedio que abandonar su descanso y encender su patrulla para iniciar una persecución contra aquel infractor de la ley.

Encendieron la sirena.
Uno se sacó el arma del bolsillo —en caso de ser necesario dispararle a un neumático para frenarlo—.
Y con la persecución apenas iniciada, el copiloto encendió su radio e hizo aviso al cuartel.

—¡Atención todas las unidades! ¡Atención todas las unidades! ¡Tenemos un 10-0 en proceso; repito, 10-0 en proceso! ¡Envíen refuerzos!

—¡10-04, la ayuda va en camino! —Respondieron del otro lado de la línea.

El sonido de la sirena se hizo más intenso a medida que la patrulla se acercaba al Stylo, y eso alertó a Murdoc, quien echó un vistazo rápido por el retrovisor.
Maldijo en voz baja, mientras se sujetaba al volante.
Su instinto de supervivencia le hizo pisar más el acelerador.

En una nube de humo, dejó atrás a los primeros oficiales, quienes tuvieron que buscar un atajo para encararle. Sin embargo, aquel atajo no era sino una avenida llena de autos en medio del tráfico.
Se les había escapado de las manos.

Molesto, uno de ellos bajó de la patrulla, y siguió al auto lo más rápido que pudo con radio en mano. Lo encendió mientras corría, y leyó los señalamientos que el conductor parecía seguir.

—¡Atención a todas las unidades! ¡Atención a todas las unidades! ¡El sospechoso huye, repito, el sospechoso huye! —Exclamaba. Y cuando el auto viró violentamente hacia la izquierda en una señal, el oficial tragó saliva antes de informar a sus compañeros.

—¡Intercéptenlo! ¡Se está dirigiendo a Crawley!

👓

—... En otras noticias, una persecución en Stroke-on-Tent ha provocado la movilización masiva de la policía. Los reportes indican que el sospechoso conduce a exceso de velocidad, posiblemente alcoholizado, y fuera de sus facultades mentales. Se les pide que tengan cuidado al salir a la calle, ya que... —Anunciaba la radio vieja del negocio, silenciada de pronto por el dueño. Ya era hora de guardarlo todo y volver a casa.

Una vez desconectó la vieja radio, dirigió su mirada al último empleado que se había quedado con él, siempre fiel a su empleo.
Arreglaba con cuidado un teclado que un cliente inconforme había devuelto, pensando que algún error había sido el motivo de su devolución. Ajustaba los últimos detalles con la lengua de fuera, como si así pudiera concentrar mejor.

Un último giro al tornillo... ¡Y voíla!

Antes de probar su funcionamiento, el joven empleado fue llamado por el dueño del negocio, quien se había acercado a él con un pedazo de papel en la mano.

—Hey, Stuart, ¿podrías ayudarme a leer esto? No logro leer bien las letras pequeñas.

—¡Sí, Tío Norm! Yo te ayudo. —Exclamó Stuart Pot, un alegre joven peliazul. Enfocando sus ojos azules en el pequeño papel, lo leyó y analizó antes de dar su veredicto.

—Es una póliza de garantía. ¡Seguro es de las nuevas melódicas!

—¡Oh, ya veo! —Le respondió el Tío Norm, retirando el papel. Sonrió con agradecimiento, y guardó la nota en su bolsillo—. Gracias, Stuart. Tu vista nunca me falla.

El joven sonrió en respuesta, y sus ojos azules brillaron con felicidad. Con un "no fue nada" de su parte, volvió a sus asuntos.

¿En dónde estaba...? Ah, sí. Iba a probar el teclado.

Stuart acomodó el instrumento adecuadamente sobre el mostrador. Suspiró a modo de preparación, y colocó sus dedos en las notas.
Con delicadeza, empezó a tocar una bella melodía, parecida a un preludio. Recorrió cuantas teclas pudo con aquella canción, y al probar el sonido afinado del teclado, supo que había concluído con éxito su labor.

Colocó sus manos sobre su cintura, a modo de triunfo, y alzó la voz victorioso.

—¡Tío Norm, venga a ver esto! ¡Arreglé el teclado! —Exclamó, buscando al Tío Norm con la mirada.

Al no hallar respuesta, supuso que había entrado a la bodega o a algún otro lugar. Decidió esperarlo un poco más, mientras contemplaba su teclado con orgullo.

Estaba orgulloso de sí mismo, y de su tan desarrollado sentido de la vista.

Un sentido tan desarrollado, que pudo notar con claridad un reflejo extraño en las teclas del instrumento, y en el mostrador.
Como si los aluzaran desde el exterior.

Stuart no aguantó la curiosidad, y dirigió su mirada hacia la gran ventana del local.
Sus pupilas se dilataron en cuanto la luz de un auto a punto de estrellarse en el vidrio invadió el lugar...

¡Crash!

—¡Stuart...!

10-42 en "El Emporio de Instrumentos del Tío Norm".

👓

Reto para el NaNoWriMo.
Tal vez no logre hacer las 50,000 palabras, pero procuraré escribir todo el mes.

Ojalá les agrade

2Doc AU : BlindedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora